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29 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Un gambazo que pinta una España irreal

Por un error de Suárez y su equipo, que apostaron por un sistema proporcional en 1976, tenemos un modelo que prima de manera suicida a los nacionalistas

Actualizada 10:29

TVE, que se hace llamar «la televisión de todos», pero que debería añadir «de todos… los izquierdistas», organizó el pasado jueves un debate electoral. Oficiaba como maestro de ceremonias un árbitro que podría disponer tranquilamente de un pupitre en Ferraz (Fortes) y participaban representantes de siete partidos, lo que en teoría permitía ofrecer una foto amplia y fidedigna de la España política.
Pero viendo el programa reparé en un detalle: de las siete formaciones que allí debatían sobre España, tres eran separatistas antiespañoles (el partido golpista ERC, el partido filoetarra Bildu y el PNV, que encarna un soberanismo encorbatado y farisaico). Además, participaba la representante de una formación comunista que defiende las consultas independentistas (Sumar).
Es decir, de los siete partidos que allí estaban, solo tres defendían la unidad de España y el orden constitucional: PP, Vox y PSOE (y a este último debemos colocarlo entre comillas, pues en la práctica da cuartelillo a los separatistas y ahora mismo vive de ellos).
Si lo pensamos un instante, la fotografía de España que ofrecía ese debate era absolutamente falsaria. No representa para nada la verdad política de este país, pues es evidente que no se da el caso de que tres de cada siete españoles sean separatistas.
Los nacionalistas están sobrerrepresentados de modo escandaloso en la España parlamentaria. Se debe a una bienintencionada y épica cagada que se cometió en 1976, en los días de la reforma política, cuando Suárez y su equipo apostaron por un sistema electoral proporcional, en lugar de inclinarse por el mayoritario, como con buena cabeza defendía la AP de Manuel Fraga. Suárez pensaba que dar más voz a las minorías y las regiones haría más inclusiva la reforma política. Pero andando el tiempo aquel honorable gesto ha tenido un grave precio: los nacionalistas están primados y se han convertido en un factor de distorsión de la política nacional.
Hoy nos resultan asombrosamente visionarias las advertencias de Cruz Martínez Esteruelas, el encargado de defender en las Cortes la posición de AP a favor del modelo electoral mayoritario: «Este sistema proporciona la constitución de grandes fuerzas mayoritarias y de lo contrario cualquier rencilla puede convertirse en un partido», advirtió. Así ha sido: sufrimos una sopa de «partidos rencilla», que llevan más de cuatro años decidiendo cómo se gobierna España al aceptar el PSOE convertirse en rehén de ellos a cambio de que un ególatra pueda pernoctar en la Moncloa.
Si pasásemos a un sistema electoral mayoritario, el globo nacionalista sufriría al instante un severo pinchazo. Los datos electorales son demoledores, aunque el gran público no suele reparar en ellos. En las últimas elecciones generales, las de noviembre de 2019, emitieron su voto 24,3 millones de españoles para elegir diputados en el Congreso. De esos 24 millones, ¿cuántos votos supuso la suma de ERC, Junts, PNV y Bildu, partidos que están todo el día dando la murga, ocupando el espacio mediático estatal, provocando el desgobierno de la nación e intrigando para destruirla? Pues solo 2 millones de papeletas de un total de 24. Es decir, en realidad son muy minoritarios dentro del conjunto de España, pero un sistema electoral errado les ha regalado una bicoca (los vascos, que son solo 2,1 millones de vecinos, gozan incluso de un doble aguinaldo, porque disfrutan además del cuponazo).
En las pasadas generales, el difunto partido Ciudadanos logró todavía 1,6 millones de votos, que le valieron 10 escaños. Con solo 869.000 papeletas, ERC obtuvo 13 diputados. El PNV sería en puridad un partido residual a efectos nacionales, pues solo recibió en las generales 377.000 votos (y Bildu, el socio de Sánchez, 276.000), pero ambos están sobreprimados por el error primigenio de nuestro sistema electoral.
Pero no se preocupen, si llega al poder la derecha, tengan por seguro que no se molestará en intentar arreglar este pecado original de la democracia española, que tantos disgustos e inestabilidad nos ha costado.
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