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06 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Fleming

Hoy, se ha sabido la composición del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Infectado, podrido y ridículo. Por ese motivo, escribo de un hombre grandioso

Actualizada 01:30

Conocida la composición del nuevo Gobierno de España, me dispongo a escribir de sir Alexander Fleming y su visita a España. El descubridor de la Penicilina, Premio Nobel de Medicina en 1945, aterrizó en Barajas el 12 de junio de 1948. No recuerdo gran cosa, porque ese día yo cumplía exactamente 4 meses de vida. El sabio escocés visitó el Museo de Bebidas de Perico Chicote, que se hizo famoso en el mundo, compitiendo con el Museo del Prado. Posteriormente acudió a la Universidad Complutense, donde fue investido «Doctor Honoris Causa». Finalizado el solemne acto, pronunció una breve conferencia en el Aula Magna de la Facultad de Medicina. En el Aula Magna no cabía un alfiler, y centenares de catedráticos, estudiantes y curiosos no pudieron acceder al recinto. Sí lo hizo mi viejo maestro, Santiago Amón, en aquel año, un jovencísimo estudiante de Filosofía en el seminario de Palencia, poeta, crítico de arte y formidable escritor. Por él, supe de la anécdota.
Fleming habló desde la tarima profesoral ayudado por una cuartilla que le sirvió de guión. Finalizada la charla, una ovación estruendosa de más de cinco minutos. Cinco minutos de ovación, orientan mucho del concepto de la eternidad. Fleming agradeció los aplausos, hizo una bola con su cuartilla, y reparando en una papelera que se situaba en el extremo derecho de la tarima, a cinco metros de distancia del lugar en el que se hallaba, efectuó un lanzamiento de la bola hacia la boca de la papelera, y encestó. Fue sacado a hombros.
Fleming salió a hombros, no por haber descubierto la penicilina y salvar la vida de millones de personas en el mundo. No salió a hombros de la Facultad de Medicina de la Complutense por su brillante conferencia. No salió a hombros por el entusiasmo de un público agradecido por su presencia, sencillez, sabiduría y naturalidad. Salió a hombros por encestar una bola de papel en una papelera con una precisión de alero o base del Celtic de Boston o Los Ángeles Lakers. Se lo comentó al presidente del Consejo Nacional de Educación, Wenceslao González Oliveros. «Ustedes los españoles, son diferentes, cálidos y originales. En otras naciones me vitorean por haber descubierto, por casualidad, la penicilina. Y aquí en España, lo que ha despertado unánime entusiasmo, ha sido mi fortuna, también por chiripa, de encestar una bola de papel en una papelera».
Un gran hombre siempre tiene sentido del humor, y si además es escocés, más aún. Lo de «por chiripa» es cosa mía, no referencia textual.
Mi amigo, el extraordinario cirujano y catedrático de Cirugía, el doctor Daniel Casanova, aragonés afincado en Santander con gran parte de su carrera desarrollada en Valdecilla, me comentaba, días atrás, que sin la penicilina, la mortandad de los toreros heridos en una plaza de toros se habría multiplicado por cincuenta de no haber existido sir Alexander Fleming. Hoy, el doctor Casanova es el presidente de los cirujanos taurinos, que en pocos segundos tienen que enfrentarse a los destrozos infectados que causan las cornadas. Y hablamos de la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, que inmortaliza y agradece en un monumento al doctor Alexander Fleming, y que de cuando en cuando aparece rodeado de ramos de flores.
No sólo los toreros, que forman un grupo muy pequeño en la relación de seres humanos cuyas vidas salvó la penicilina.
Reciba, sir Alexander mi recuerdo y homenaje.
Hoy, se ha sabido la composición del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Infectado, podrido y ridículo.
Por ese motivo, escribo de un hombre grandioso.
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