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28 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Qué podemos hacer ante esta apisonadora?

Si realmente creemos que Sánchez está erosionando nuestra democracia y reescribiendo la Constitución subrepticiamente no cabe encogerse de hombros

Actualizada 09:56

Felipe González, guste o no y con sus muchas sombras, es el dirigente de la historia del PSOE con más carisma, el que ha logrado sus mejores resultados electorales y el que más tiempo ha ejercido como presidente. Dentro de su línea crítica con el sanchismo, acaba de afirmar que sufrimos «un ataque despiadado a la Constitución» y ha llamado a los españoles a reaccionar.
El diagnóstico de que Sánchez está erosionando los principios de nuestra democracia y rescribiendo la Carta Magna no es exclusivo de González. Lo comparten también los expresidentes Aznar y Rajoy, varios exministros socialistas, intelectuales de primer nivel, juristas de fuste, grandes empresarios (aunque apocados en público), representantes de los sindicatos policiales, la oposición y millones de españoles de a pie, muy preocupados por la deriva del actual Gobierno y la coalición que lo maniata.
En unas declaraciones sarcásticas, Sánchez expresó este miércoles en Davos su gran preocupación por «la deriva autocrática» de algunos gobiernos occidentales. Por una vez tiene toda la razón: él es el mejor ejemplo. Ahí lo tienen convirtiendo de facto al TC en una tercera cámara que reescribe la Constitución y corrige las penas del Supremo al más puro estilo Hugo Chávez. En Davos se presentó además como una víctima de una «ola reaccionaria», en buena medida mediática (tras apuntar a los jueces, los periodistas discrepantes somos los próximos en la diana).
El hecho de tener que señalar día tras día los pasos errados y abusos de Sánchez produce un cierto desasosiego en parte del público, que se hace una pregunta: «Muy bien, el diagnóstico ya lo conocemos. ¿Pero qué se puede hacer para revertir la situación?».
Con toda la modestia, me voy a arriesgar a plantear algunas propuestas –unas mejores y otras quizá inviables– que tal vez podrían contribuir a frenar el desguace constitucional que estamos sufriendo:
-Los tres expresidentes del Gobierno que consideran que se está desmontando nuestra democracia y la unidad nacional deberían protagonizar acto conjunto de calado denunciándolo.
-El líder de la oposición puede –y debe– organizar una intervención en Bruselas para explicar ante invitados internacionales relevantes la amenaza autocrática que sufre España.
-PP y Vox deben aparcar en este momento todo enfrentamiento partidista y unirse para hacer frente a la emergencia mayor que nos acucia: Sánchez va a amnistiar a los golpistas catalanes, liquidando la unidad entre españoles; va a crear económicamente ciudadanos de primera y de segunda y está utilizando al TC para liquidar el orden constitucional de la Transición.
-El Rey, que según nuestra Constitución simboliza la «unidad y permanencia de la nación» y «arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones», tal vez pueda empezar a ir más allá de recordar lo elemental –que hay que respetar la Constitución– para pasar también a advertir que se están dando pasos inaceptables contra ella. ¿O acaso lo que está haciendo el TC y la sumisión del Gobierno a un fugitivo de la justicia española suponen «funcionamiento regular de las instituciones»? En sus despachos privados con el presidente del Gobierno cabría transmitirle que está yendo demasiado lejos, que está forzando ya las costuras de nuestro modelo de derechos y libertades.
-En España existen eminentísimos juristas, muchos grandes patriotas. ¿Es legal todo lo que está haciendo Sánchez? ¿Cabe construir alguna causa contra él susceptible de ser presentada con éxito en los tribunales? Al tiempo, los juristas que pueden hacerlo deben preparar para cuando procesa sus instancias ante los tribunales europeos en relación a la amnistía y otros desafueros.
-Intelectuales españoles muy conocidos, que están hablando del sexo de los ángeles, que no se mojan ni con agua caliente o que son muy valientes para las fruslerías y harto reservones para lo importante, podrían dar un paso adelante por una vez en defensa de su país, España, y su democracia. ¿Todos los intelectuales de izquierdas comparten que el Gobierno de su nación esté sometido a los designios de un prófugo golpista? Lo mismo obra para los grandes empresarios españoles que en esta hora crítica de España guardan silencio (sí está teniendo un cierto coraje cívico el presidente de la CEOE).
-Urge, por supuesto, promover una gran televisión en España que ofrezca una alternativa al cuasi monopolio de las cadenas de izquierdas. Increíble que no surjan empresarios que apuesten por ello, porque además sería un buen negocio: la demanda está ahí, huérfana.
-Las grandes manifestaciones cívicas contra los abusos de Sánchez y su coalición antiespañola no pueden ser un Guadiana. La atención internacional hacia el problema de España no se logra con protestas esporádicas o residuales. Si realmente estamos tan preocupados debemos mostrarlo al mundo con otra constancia.
-¿No queda un solo patriota en el actual PSOE? ¿No va a surgir una voz interna que de verdad se plante contra toda esta alocada deriva de un ególatra fuera de control? ¿No existe la posibilidad de una fractura interna como la que relevó a Sánchez en 2016?
-Por último, cada uno de nosotros, en nuestros círculos, debemos quejarnos de la situación, fomentar el espíritu crítico. En resumen, defender nuestra libertad amenaza.
La respuesta cínica ante todo lo anterior ya la conozco: todo eso no servirá de nada. Muy bien, pero de menos sirve no hacer nada mientras un señor que ni siquiera ha ganado las elecciones está derribando los tabiques de la casa de todos.
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