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27 de abril de 2024

Unas líneasEduardo de Rivas

El abrazo de Sánchez y Albert Rivera

Ciudadanos tuvo la llave para devolver al PSOE al redil, pero les pudo el ansia, el PSOE se escoró a la izquierda y su partido se hundió

Actualizada 01:30

Retrocedamos unos años en el tiempo. 12 de noviembre de 2019. Dos días después de las elecciones generales, Pedro Sánchez se abrazaba a Pablo Iglesias en una de las salas del Congreso de los Diputados después de haber renegado de él durante meses y haber asegurado una y otra vez que no pactaría con Podemos para formar Gobierno. La primera mentira consumada del futuro presidente y el germen de la España que tenemos hoy.
Con el tiempo vimos quién era Pedro Sánchez, alguien capaz de vender a su perro por tal de conseguir poder y de traicionar a sus mayores aliados por dormir un día más en Moncloa. Ese Sánchez que se arrimaba a la izquierda más radical era el mismo que tres años antes acordaba con Ciudadanos un pacto de investidura que no recibió finalmente el apoyo de la Cámara. Los escasos 10 diputados que por entonces tenía el partido naranja eran insuficientes para el hoy presidente, que se vio obligado a decidir entre mantener su palabra o gobernar. Y eligió gobernar.
Diferente habría sido todo si aquellas elecciones de noviembre de 2019 no se hubieran llegado a producir. España venía de la moción de censura a Mariano Rajoy, con el PP bajo mínimos y Ciudadanos en auge, viéndose cada día más como relevo en la oposición. Pedro Sánchez convocó elecciones para abril de 2019 tras ser incapaz de sacar adelante unos presupuestos con el frankenstein que le hizo presidente y el país apostó por la socialdemocracia liberal. El PSOE logró 123 escaños y Ciudadanos, 57. Entre ambos, sumaban 180 diputados. Podían formar un gobierno estable, pero Albert Rivera lo rechazó confiando en que una repetición electoral le daría más fuerza para superar al Partido Popular, que se había quedado con 66 asientos en el Congreso.
La apuesta era arriesgada y le salió rana. Ciudadanos pasó de 57 a 10 porque los españoles, hartos de acudir a las urnas, no entendieron la decisión. Rivera se había convertido en el azote de Sánchez por haber apoyado su moción de censura en el independentismo, pero solo él tenía la llave para devolver al PSOE al redil. Lo único que quería Sánchez era gobernar y habría aceptado un pacto moderado con Ciudadanos similar al que habían firmado unos años atrás, pero a Rivera le pudo el ansia, el PSOE se escoró a la izquierda y su partido se hundió. Ya solo quedan rescoldos de aquella formación que estuvo cerca de gobernar en Cataluña, que podría haber formado parte de un Gobierno nacional y que ahora está a pocos meses de firmar su defunción al quedarse sin representación en el Parlamento Europeo. Qué diferente habría sido todo si aquel abrazo con Iglesias hubiera sido con Rivera.
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