Fundado en 1910

28 de abril de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

La cátedra pantalla de Begoña

El presidente tiene que explicar si su mujer ha gestionado para alguien o no la captación de fondos públicos, empezando por los europeos

Actualizada 01:30

No existen dudas a estas alturas de que la «cátedra» creada en la Universidad Complutense hace cuatro años para Begoña Gómez ha sido una especie de habilitación para que la esposa del presidente del Gobierno se crea con el derecho a gestionar, con rimbombantes eufemismos, la captación de fondos públicos con distintos destinos, a cuál más inclusivo, sostenible o circular.
Y tampoco las hay de que esa habilitación se la dieron por ser quien era ya y el caso que la hicieran a continuación tenía el mismo origen: ya puede considerarse una gran profesional a sí misma, que de no acompañar a Pedro Sánchez en su aventura política y no vivir con él en la Moncloa, nadie la hubiera buscado desesperadamente para montar una cátedra en la universidad más ampulosa de España y nadie, a continuación, la hubiera prestado atención.
Incluso en el caso de que todo fuera legal, para lo cual deberíamos conocer antes con pelos y señales la procedencia, cuantía y naturaleza de los servicios prestados a un tercero y el resultado que para éste tuvieron sus gestiones, es decoroso el punto de partida: la mujer de un presidente no se puede dedicar a la captación de fondos públicos cuando es su marido quien los concede.
Y mucho menos cuando, en este ámbito, hemos vivido una Edad de Oro gracias a los célebres Fondos Next Generation, cuya opaca tramitación, gestión, adjudicación y gasto ha merecido incontables protestas públicas de los responsables de fiscalizarlos para la Comisión Europea.
El pecado original ya estaba cometido por la aceptación de un encargo académico que, no nos engañemos, actúa como valija diplomática y da cobertura a gestiones, tratos, reuniones y quizá acuerdos que la cónyuge del presidente del Gobierno no puede hacer, ni siquiera en el caso de que el beneficiario de sus gestiones merezca las atenciones públicas recibidas y las destine a un proyecto impecable y fiscalizable.
Si a esto le añadimos que Gómez ha viajado con «agenda privada» en expediciones oficiales de Sánchez y a lugares tan controvertidos como la República Dominicana; que entró por la puerta grande y salió por la de atrás del África Center, en un extraño episodio aún sin aclarar; que mantuvo tratos con una empresa rescatada a continuación por el Gobierno y con el intermediario de ésta y de la trama de Koldo y que el nivel de control sobre su sospechosa cátedra, su agenda, sus clientes y sus ingresos es el mismo que con las mascarillas baleares de Armengol, la conclusión no puede ser precisamente tranquilizadora.
Y que se cobije en su condición de profesional independiente, sin cargo público ni papel institucional alguno, para no rendir cuentas, solo sirve para aumentar las sospechas.
Ella y su marido tienen la obligación ética y estética de difundir su declaración de bienes y de patrimonio, el listado de sus pagadores, las conexiones de éstos con la Administración y, si las tuviera, sus participaciones accionariales en cualquier sociedad.
Porque todo lo que Gómez logre, en estos campos, beneficia a su marido y tiene en él, por acción u omisión, el elemento clave de su prosperidad. O dicho de otra manera: si ya estaría feo crear «cátedras pantalla», una evolución de ese tipo de empresas que tanto preocupan a los perseguidores del novio de Ayuso, sería el acabose descubrir que también existen las «esposas pantalla», tan eficaces para que todo quede en casa con la menor huella posible.
Comentarios

Más de Antonio R. Naranjo

  • Sumar, un Movimiento Sexi

  • Sargadelos y la mujer de Feijóo

  • Elogio de Pablo Iglesias

  • Pedro y Begoña

  • María Jesús Montero

  • tracking