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Desde la almenaAna Samboal

Fango en el móvil

Más allá de esa clamorosa negligencia a la hora de hacer la selección del personal, de los mensajes se deduce una forma de ejercer el gobierno del país y del partido del que es secretario general, verdaderamente alarmante

Actualizada 01:30

El fango no estaba en la prensa, estaba en los teléfonos de Moncloa. Es la primera de las muchas conclusiones que pueden extraerse del serial de mensajes entre el presidente del Gobierno y José Luis Ábalos.

Haya o no pruebas de delito en esas conversaciones, la indignación de Pedro Sánchez es perfectamente comprensible. A nadie le agrada ver sus intimidades al descubierto, por educado que pueda llegar a ser. Y él no lo es con sus compañeros de partido. Salvo con uno, el que presuntamente le ha traicionado. Cabe preguntarse en cuántas personas más habrá depositado su confianza sin merecerla. No es una cuestión menor, debemos esperar del que ostenta el poder que elija a los más cualificados, profesional y personalmente, para gestionar el país y no a vendepatrias de tres al cuarto dispuestos a poner en almoneda las instituciones que encarnan con el fin de montarse carísimas juergas casposas a costa del contribuyente. En el pecado lleva la penitencia, él y nosotros: el día que no le difunden los whatsapp, fallan los trenes o se apaga el país.

En todo caso, más allá de esa clamorosa negligencia a la hora de hacer la selección del personal, de los mensajes se deduce una forma de ejercer el gobierno del país y del partido del que es secretario general, verdaderamente alarmante. Los órganos colegiados desaparecen, las decisiones se toman desde arriba. Es de suponer que después ya se buscará el sustento argumental. Y lo mismo da en Ferraz, donde se da orden de poner o quitar a presidentes autonómicos prescindiendo de la junta directiva, que en Moncloa, donde se obvian los informes razonados de los técnicos de Transportes o Hacienda sobre los que basar una posterior decisión, de la comisión de secretarios de Estado o del Consejo de Ministros. Todo se reduce al teléfono: un amigo sugiere, el presidente lo toma en consideración y le pide a Ábalos que lo estudie. Tendrán que explicarnos entonces a qué se dedica la legión de asesores contratados. Y no estaría de más que Pedro Sánchez nos dijera también quién es el amigo y, sobre todo, si le ha pedido consejo después de que su esposa le diera cuenta de los apuros Hidalgo. De otro modo, no se comprende que Air Europa dispusiera de más de seiscientos millones de euros en tiempo récord cuando otras empresas tuvieron que esperar meses con la deuda al cuello.

Con todo, lo que ponen de relieve estos mensajes y la reacción que han suscitado es la verdadera personalidad de los que llevan las riendas del país. El presidente, que llegó blandiendo la espada de la transparencia y la limpieza democrática, ordenando pactar con tránsfugas para robar gobiernos a la oposición. Podemos, mirando hacia otro lado. ¿No le extrañó a Pablo Iglesias, entonces vicepresidente, un salvamento de una empresa, de ultrarricos que diría Sánchez, tan raudo? Su silencio de hoy les retrata. Poco más se puede decir de Sumar, una coalición descompuesta que hará lo que sea por sostener al que les asegura la nómina. De Ábalos, ni hablamos. Bastante tiene con seguir dosificando los pantallazos para intentar recabar la conmiseración del fiscal.

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