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Cosas que pasanAlfonso Ussía

El faro amenazado

El problema es de odio. ETA, que es Bildu, nos ha llevado a costa de mil servidores de España con su vida y la medrosa respuesta del sector político, a una situación sin salida

Actualizada 14:25

Creo que fue durante el Reinado de Alfonso XII, tatarabuelo del Rey, cuando se acordó levantar en la cumbre del monte Urgull el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que los etarras y sus amigos de Podemos han decidido derribar. Convertir en escombros un monumento que llevan siete generaciones de donostiarras en su alma. Porque San Sebastián tiene tres faros, dos en las piezas verdes de su bahía y una en el centro, la barra que separa la isla de Santa Clara del Monte Urgull, la barra que se traga y devuelve a la vista a las traineras cuando la superan de brancas en las regatas de La Concha, en septiembre. Arribando a San Sebastián por mar lo primero que se distingue de la monárquica ciudad guipuzcoana —tendrían que derrumbarla íntegramente para borrar la presencia y el significado de la Familia Real en la capital guipuzcoana— son los dibujos de Igueldo, la isla y Urgull. Igueldo coronado por su torre, la isla por su casa del faro, Urgull por su monumento al Sagrado Corazón. Pero el problema no es de estética. El problema es de odio. ETA, que es Bildu, nos ha llevado a costa de mil servidores de España con su vida y la medrosa respuesta del sector político, a una situación sin salida. En Madrid el Valle de Los Caídos, en otros lugares de España los súbitos desmoronamientos de cruces centenarias y en San Sebastián, el monumento al Sagrado Corazón, al que tanto agradecían las gentes de la mar cuando su presencia les anunciaba que habían vuelto a casa.

Como Bildu daba muy bien donde guardan los sobrantes de explosivos me permito relacionar —sin consultar, de memoria— todo lo que tienen que hacer saltar por los aires, a la espalda de los nacionalistas, de una buena parte de la Iglesia vasca, de la complacencia de Podemos y del entusiasmo socialista. Lo primero que tienen que borrar es el nombre del club de todos los guipuzcoanos. Real Sociedad de San Sebastián club de fútbol, conocido y tratado en el mundo nacional e internacional como «La Real». Sea demolido el Hotel María Cristina, su puente sobre el Urumea y su monumento en los jardines de Ondarreta. Sea demolido el Teatro Victoria Eugenia. Sea demolido El Real Club Náutico —el de Tenis ya es municipal—. Sean borradas del callejero, las calles del Príncipe don Alfonso, del Infante Don Jaime, del Infante Don Juan, del Infante Don Gonzalo, de la Infanta Doña Cristina y la Infanta Doña Beatriz. Borren y vuelen por los aires, como más les guste, que no es complicado adivinarlo. San Sebastián es una ciudad creada por los grandes empresarios emprendedores guipuzcoanos, y el apoyo constante de la Familia Real Española y la sociedad de Madrid. Vuelen también el palacio de Ayete y, sobre todo, el Palacio Real de Miramar, frontera entre las playas de La Concha y Ondarreta. El Sagrado Corazón de Jesús, estandarte del Monte Urgull, esperanza y consuelo de los marineros y pescadores, puede aún salvarse si algunos sacerdotes nacionalistas con su expresividad natural opinan «que no les pareshe bien».

No es para tomárselo a chacota. Millones de oraciones de marinos y marineros vuelan en torno al Cristo que les recibió en casa después de la pesca o de la prolongada ausencia de su hogar. Aunque derribaran al Sagrado Corazón de Jesús estos etarras blanqueados, esas oraciones coronarán siempre la cumbre del Monte Urgull. Y de los etarras, podemitas y cobardes, pues qué quieren ustedes que les diga. No se me ocurre adjetivo suficiente para mi desahogo. Y de encontrarlo, tampoco me desahogaría.

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