Ronald Reagan y el valor de la experiencia
Ronald Reagan fue republicano en las antípodas de Donald Trump que lo dio todo por la libertad. La libertad de Occidente frente a las tiranías comunistas y la libertad de los norteamericanos frente a su propio Gobierno. Y eso lo explicó en su discurso de despedida a la nación con su célebre «We, the people»
Esta semana he visto mencionado en el Financial Times un hecho que puede parecer sorprendente. El presidente norteamericano Donald Trump, el chino Xi Jingping, el indio Narendra Modi y el ruso Vladimir Putin, los cuatro, tienen más de 70 años. Pero no solo los de estos cuatro grandes países del mundo. También bastantes otros muy relevantes: como el turco Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el surafricano Cyril Ramaphosa, el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. El presidente y el líder supremo de Irán tienen 70 y 86 años respectivamente. Y los presidentes de otros dos grandes países, Nigeria e Indonesia tienen 73 años cada uno. Más de la mitad de la población del mundo y una gran parte de su superficie y capacidad militar está en manos de gente de bastante edad. ¿Es eso malo?
En España tenemos cierta querencia a descalificar, a no escuchar, a ningunear a los mayores. Muy especialmente en la política. Y no diré yo que la edad sea necesariamente un acicate. Pero cuanto menos es una circunstancia que te ofrece la experiencia de la que carecen los jóvenes. La juventud en sí misma no es un valor para muchas cosas. Es simplemente una potencialidad.
Y no hará falta decir que entre los dirigentes políticos mencionados hay algunos que me parecen unos tiranos despreciables. Es decir, tampoco la edad te hace necesariamente bueno. Pero sí te da perspectiva.
Yo tengo marcado en mi memoria la primera vez que escuché el nombre de Ronald Reagan. Yo tenía 14 años y estaba en el colegio en Inglaterra. Dom Daniel Rees, mi housemaster, lo explicó a los miembros de mi casa con sencillez y contundencia. «Se acabó Carter. Ahora es Reagan» Y recuerdo oír a lo largo de las siguientes semanas muchas conversaciones con un mismo argumento. «Reagan es un viejo decrépito y a su edad ya no se puede hacer nada útil» era el argumento estereotipado.
Cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca tenía 69 años y cualquiera que no lleve orejeras sabe que fue, con mucho el presidente más grande de los Estados Unidos contemporáneos. Un republicano en las antípodas de Donald Trump que lo dio todo por la libertad. La libertad de Occidente frente a las tiranías comunistas y la libertad de los norteamericanos frente a su propio Gobierno. Y eso lo explicó en su discurso de despedida a la nación con su célebre We, the people.
«La nuestra fue la primera revolución de la historia de la Humanidad que de verdad volvió del revés el curso del Gobierno con tres palabras: nosotros, la gente. Nosotros, la gente, decimos al Gobierno qué hacer, no nos lo dice él. Nosotros, la gente, somos el conductor, el Gobierno es el coche y nosotros decidimos a dónde debe ir, por qué ruta y a qué velocidad. Casi todas las constituciones del mundo son documentos en los que gobiernos dicen a la gente cuáles son sus privilegios. Nuestra Constitución es un documento en el que nosotros, la gente, decimos al Gobierno qué se le permite hacer. Nosotros, la gente, somos libres. Creer en esto ha sido la base de todo lo que he intentado hacer los últimos ocho años. Cuando empecé en la década de 1960 me pareció que había que revertir el orden de las cosas. Que con más y más reglas y regulaciones e impuestos confiscatorios el Gobierno se estaba llevando más de nuestro dinero, más de nuestras opciones y más de nuestra libertad. Yo entré en política, en parte, para levantar la mano y decir: ¡Paren! Yo era un ciudadano político y me parecía lo que un ciudadano debía hacer. Creo que hemos parado mucho de lo que debía pararse y espero que hayamos recordado a la gente que el hombre no es libre si el Gobierno no es limitado. Aquí hay una causa y un efecto que son tan predecibles como la física: Mientras el Gobierno se expande la libertad se contrae.»
Amén.