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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Serenidad

Mientras la Iglesia tiene un nuevo Papa que ha asombrado a los que no le conocíamos, la Conferencia Episcopal Española establece comparaciones de cercanía entre nuestras fiestas patronales y el asesinato sangrado de los corderos

Hoy, mis palabras se reúnen en la gratitud. España se quema, han fallecido luchando contra el fuego paisanos valientes, la UME está al límite de sus fuerzas, nos han echado de la cumbre de líderes europeos, padecemos el desprecio del mundo libre, apoyamos a los regímenes comunistas, y hemos cambiado a los Estados Unidos, nuestro mejor aliado, por la China, ese inmenso y riquísimo país habitado por una gente rarísima. Las calles de nuestras ciudades y pueblos están ya en manos de la morería, de la corrupción, la violencia y la indolencia de los gobernantes cómplices de Sánchez. La mujer del presidente ha pasado de eficaz administradora y beneficiaria del negocio de la carne humana a catedrática por el «ordeno y mando». Las instituciones han perdido su prestigio, el fiscal está ahora más en el campo de la presumible delincuencia que en el terreno que le corresponde por su cargo. Mucho chorizo. Necesitamos ánimos. Y al fin, hemos encontrado el ánimo preciso y precioso gracias a las palabras de Sánchez en La Mareta, donde pasa unas vacaciones de un mes custodiado por cien guardias civiles arrancados de sus funciones.

«Recomiendo a los españoles serenidad». Cuente con mi serenidad y agradecimiento, insuperable caradura.

Feijóo y Abascal han interrumpido sus vacaciones para acercarse a la España calcinada. Sánchez, mucho más discreto, nos recomienda serenidad. Mientras los líderes de Europa, a la llamada de Trump para facilitar los acuerdos en Ucrania, Israel, y Gaza, Sánchez juega al parchís al amparo de cien sacrificados guardias civiles que, a más de uno, le gustaría prohibirle la salida. Está acartonado, y más aburrido y cutre que la publicidad de la Trece. Sus andares estudiados para la solemnidad se acompañan de miradas al suelo y tapones en los oídos. Pero le queda ese gramo de grandeza.

«Recomiendo a los españoles, serenidad».

Mientras la Iglesia tiene un nuevo Papa que ha asombrado a los que no le conocíamos, la Conferencia Episcopal Española establece comparaciones de cercanía entre nuestras fiestas patronales y el asesinato sangrado de los corderos. Así lo ha dejado ver el señor arzobispo de Madrid, al que recomiendo vivamente que se afeite mejor, que el aspecto dice mucho de las personas. Pagamos unos impuestos terribles y delictivos y las jubilaciones se han estancado para repartir el poco dinero que queda entre los que nos invaden mientras son humillados los trabajadores españoles que llevan cotizando cuarenta años.

Rodeados de ladrones. Ladrones de dinero público, ladrones de dinero privado, y todos ellos designados por el que juega al parchís y no es invitado a las reuniones internacionales.

Pero no todo está perdido.

«Recomiendo a los españoles serenidad».

De acuerdo, estoy sereno. Pero desde mi serenidad le agradezco sus palabras desvergonzadas y vacías.

Zapatero manda y usted no se ha enterado todavía.

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