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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Yolanda y las falsificaciones, tal para cual

Y es que todo es falsario en ese globo de gas de nuestra política, desde el comunismo de boutique hasta la colección de puñaladas a sus aliados

Act. 07 nov. 2025 - 16:12

Estamos claramente en los minutos basura de la legislatura. Todo el mundo sabe que el Gobierno no hace nada, incluidos los ministros, y la única preocupación es la propaganda preelectoral, donde no hay tregua. En un ambiente de dispersión y poca tarea, se multiplican las meteduras de zueca dialécticas de los «ministros y ministras». En la competición por el mayor desbarre brilla siempre Yolanda Díaz, en dura liza con la ganadería embestidora de los Óscar y con Pachi López, el Pericles del Bocho, capaz de enunciar los mayores absurdos con la más grave y seria de las voces (lo cual amplifica el efecto cómico, como bien sabía el impávido Buster Keaton).

Mientras el Gobierno mantiene una campaña contra las falsificaciones a través del Ministerio de Industria, Yolanda Díaz ha recurrido a ellas en un torpe intento de justificar su querencia por el lujo y por la ostentación en el vestuario.

La vicepresidenta de la cuota comunista se hace acompañar en su alegre vida social madrileña por su hija de 13 años. No se pierden una. Esta semana se la llevó al ballet y la adolescente sorprendió portando un bolso caro de Marc Jacobs, cuyo precio oscila entre los 300 y los 500 euros. A Yolanda le afearon enseguida la contradicción entre su fogoso comunismo igualitario y el alarde chic que portaba su nena en la mano. Su respuesta revela que no es muy consciente del cargo que ocupa, pues alegó como excusa que el bolso era de pega. Según explicó, se trata de una falsificación comprada en el mercadillo de Vilanova de Cerveira, un bonito pueblo portugués que se asoma al Miño frente a Galicia.

Ver a una vicepresidenta haciendo risitas con las falsificaciones que compra su familia puede resultar sorprendente. Pero es lo normal, puesto todo el yolandismo es una falsificación, empezado por su partido, que se llama Sumar y apenas suma.

Yolanda, como Rufián, se lo está pasando chupi-chachi en Madrid. En su vida soñó con la vida que se pega. La mujer de pelo negro apelmazado y la ropa apagada que ejercía de teniente de alcalde en Ferrol, la líder de IU que no lograba jamás un escaño como candidata a la Xunta, experimentó una curiosa mutación al aterrizar en Madrid. En seguida se le subió el pavo. Mandó a paseo a su marido ferrolano y se reinventó como Pasarela Díaz, incorporando unas mechas cobrizas y obsesionándose por la ropa. Se apalancó en una mansión del Estado cerca del Viso. Y se dedicó a acudir en su berlina oficial a actos diversos, donde prodiga risas falsas y se dedica a sobar a todo aquel que se le pone por delante, en gesto de ficticia cordialidad.

¿Paga la heredera lo suyo cuando aprovechando que mamá tiene un viaje al extranjero, teóricamente oficial, se suma al carro para pasar «el finde» juntas? ¿Abona la heredera las entradas de los conciertos a los que acuden, como por ejemplo el de Taylor Swift? ¿O la cuelan por toda la jeta por ir en el séquito de «la vice»? No lo sabemos. Pero estoy seguro de que Yolanda abona siempre las entradas (y no sean malos, no se rían).

Falsificaciones hay muchas. Como falsificar los datos del paro con los fijos discontinuos. Como ir de comunista y pirrarte por los lujos burgueses. O mostrarte como una entrañable y risueña abrazadora mientras apuñalas a los que te están dando una oportunidad, como hizo en su ascenso trepa con el viejo Beiras, o con Iglesias Turrión en Podemos. O gesticular con gran enfado contra Sánchez en tono mitinero... para luego, tras «un profundo periodo de reflexión», concluir que pelillos a la mar, porque cuesta horrores renunciar al coche oficial, la dacha gratis del Estado en barrio VIP y la adulación de tu gabinete y de los gacetilleros del régimen.

Un par de puñaladas más y acabará en el PSOE. Denle tiempo.

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