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El astrolabioBieito Rubido

Cuando hacen hablar a los muertos

Ayer hablaron los vivos y le dieron una sonora lección al PSOE, que ha perdido nada menos que diez escaños y nada menos que el 44 % de los votos que obtuvo en las elecciones de hace dos años

Ayer en Extremadura hablaron los vivos. Los extremeños apoyaron mayoritariamente una solución de centroderecha, confirmando el giro que se está dando en toda España tras estos años lamentables del sanchismo. Hablaron los vivos y le dieron una sonora lección al PSOE, que ha perdido nada menos que diez escaños y el 44 % de los votos que obtuvo en las elecciones de hace dos años. «Roma locuta est, causa finita est». Extremadura ha hablado.

La izquierda española, convertida en ultraizquierda, ante tal baño de realidad, ha decidido dejar a un lado a los vivos y hacer hablar a los muertos. Es una de las especialidades del sanchismo. Le rodea la corrupción, los escándalos de acoso sexual, se alían con las dictaduras, no tienen presupuestos en toda la legislatura y solo han encontrado una forma de contraargumentar: resucitar a Franco y ahora a Adolfo Suárez. Sobre el caso del expresidente no voy a perder ni un minuto. Sería hacerles el juego. Voy a recordar tan solo una conversación que mantuve con Pablo Castellano, quien afortunadamente vive, en Punto Radio, cadena desaparecida y propiedad de Vocento, cuando dirigía y presentaba Protagonistas Luis del Olmo. Antes de entrar al estudio, corría el año 2009, Castellano me dibujó el perfil psicológico de Zapatero, a la sazón presidente del Gobierno. Me dijo el que fuera incombustible combatiente político de la izquierda que, detrás de aquella sonrisa, Zapatero escondía un espíritu atormentado y que era una mala persona. Nada que ver con el supuesto buen talante que vendía en público. Recordaba sus días en el Congreso donde Zapatero descalificaba a Castellano y a la Izquierda Unida de Anguita por hacer pinza con el PP para desalojar a Felipe González. Lo cierto es que aquel Rodríguez Zapatero era de todo menos amable y conciliador.

En aquella misma conversación, Pablo Castellano me relató que Rubalcaba –este sí muerto– había comentado que él tenía conocimiento de un posible atentado en la campaña de las elecciones generales de 2004, pero que «serían dos o tres muertos y nos vendría bien…». Todavía hoy aquel atentado del 11 de marzo de 2004 está por esclarecer en algunos puntos, especialmente en lo que se refiere a su autoría intelectual, ya que no cabe duda que de aquello surgió el zapaterismo y el sanchismo que han sido las dos peores formas de gobernar España que recordamos los que estamos vivos.

Si ponemos a hablar a los muertos, como le gusta a Sánchez y a su pandilla (ya que la terca realidad no les gusta) corremos el riesgo de que el pasado siempre nos dé una sorpresa. A los muertos hay que dejarlos en paz. Como muy bien dijo Carlos I de España y V de Alemania, cuando tras la Dieta de Worms, en 1521, le propusieron los suyos profanar la tumba de Martín Lutero, el césar español dijo: «Dejen a los muertos en paz, yo no peleo con ellos, sino con los vivos». Pues habrá que recordarle a Sánchez y a su pandilla que estudien un poco más la Historia de esta gran nación que tiene el privilegio de gobernar y aprenda de ella. Por ejemplo, de este episodio de Carlos I. Porque, además, los muertos se pueden volver contra él. Se empeñaron en resucitar a Franco y resulta que a muchos jóvenes les ha resultado un personaje más interesante de lo que ellos creían.

Esta manía de la ultraizquierda de hacer que los muertos estén vivos solo se comprende en la memoria personal de cada uno. Efectivamente, yo tengo algunos muertos muy vivos en mi recuerdo y en mi memoria. Les suelo pedir que intercedan por mí, porque yo creo en el más allá, en la vida eterna. Los creyentes rezamos y hablamos con nuestros muertos, pero no es el caso de Sánchez. Ayer volvió a hacer oídos sordos a los extremeños vivos.

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