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Cartas al director

Corruptores y corruptos

Resulta un axioma que sin corruptores no hay corruptos; ahora bien, mal pagados me parece que están los más de seiscientos asesores de la Moncloa, muchos de ellos expertos guionistas de series y películas, pues han activado la técnica del ventilador ante el escandalosísimo caso de corrupción que asedia al PSOE y, por consiguiente, al gobierno por más que sus empeños se orienten a desligar la cara de la cruz en una moneda.

Presuntamente, según las más de quinientas páginas que la UCO ha ocupado en su último informe, eran prácticamente millonarias las mordidas que se repartían entre el trío del Peugeot con el que Sánchez recuperó la secretaría general del partido: Koldo, Ábalos y Cerdán.

Ahora bien, tras compungidamente pedir perdón, como a Rajoy le reprochó cuando hizo lo propio ante el escándalo de la Gürtel, han iniciado un nuevo relato que para eso son expertos en ello: sin corruptores no hay corruptos y, por tanto, a quienes hay que perseguir y hacer una cacería estos días desde el argumentario del partido es a las empresas señaladas de pagar los sobornos de marras.

Estoy de acuerdo con la máxima con la que iniciaba estas líneas, aunque con matices, y es que, si hay que equilibrar pesos y responsabilidades, éticamente es mucho más condenable el corrupto que el corruptor en tanto en cuanto este último no opera sino dentro de la empresa privada y es el corrupto el que ha sido elegido por la ciudadanía para ser representado y manejar de manera honrada el capital público, bien común de todos los españoles: al fin y al cabo, en la empresa privada la sustitución no altera el devenir de la compañía, pero en política la corrupción deja una mancha indeleble que en el mejor de los casos tarda años en ser limpiada.

Raúl Calleja Fuentes

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