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27 de abril de 2024

Editorial

Sánchez pierde el plebiscito: debe marcharse y convocar ya Generales

Los españoles han dictado sentencia contra Sánchez, que debe entender el mensaje y dejar de ser un obstáculo para la vuelta a la cordura

Actualizada 01:00

La rotunda derrota del PSOE en las Elecciones Autonómicas y Municipales del 28-M es una moción de censura ciudadana a Pedro Sánchez, auténtico perdedor de unos comicios convertidos en un plebiscito sobre su persona del que ha salido humillado.
Las derrotas aplastantes en las principales regiones y capitales de provincia españolas, con menciones especiales para el espectacular resultado de Ayuso en Madrid y el vuelco popular en la Comunidad Valenciana, suponen un mensaje nítido de la ciudadanía hacia él, sus políticas, sus alianzas e incluso su persona, del que debe tomar nota y proceder en consecuencia, sin excusas ni purgas internas que desvíen la atención sobre su inequívoca responsabilidad personal.
Nunca el PP había gobernado a la vez en Madrid, Andalucía y la Comunidad Valenciana, y nunca todas las siglas variopintas de la izquierda habían sufrido un desgaste coral tan evidente: Podemos se ha quedado fuera de muchos parlamentos, los aliados de «Sumar» han retrocedido posiciones en enclaves estratégicos y el PSOE, simplemente, se ha desplomado.
No solo se ha denigrado electoralmente a Sánchez, pues, sino también a la sopa de letras y siglas que le acompañan, desde las formaciones populistas de Belarra, Díaz o Colau hasta las netamente independentistas, todas ellas en claro retroceso.
Sánchez ha llegado al final de un camino, lleno de trampas y atajos, que le llevó al poder sin ganar en las urnas y le ha mantenido en el mismo con alianzas, decisiones perniciosas y trampas que este escrutinio replica con inusitada contundencia: los españoles, además de escoger quién son sus presidentes autonómicos y sus alcaldes, han dicho quién no quieren que sea su presidente.
Que la viabilidad de Sánchez dependa en exclusiva de pactos inaceptables y cesiones contrarias a los intereses nacionales termina de desmontarle y, además, le hace irrecuperable: con él al frente, el PSOE es incapaz de presentar un proyecto nacional sensato y está hipotecado a una doble intervención del populismo y del separatismo que las urnas han rechazado en cuanto han podido hacerlo.
La enmienda a la totalidad del sanchismo es tan nítida que, de respetar a la ciudadanía, debería ahora provocar un adelanto electoral para evitar medio año más de degradación y permitir un cambio razonable que sitúe de nuevo a la sociedad española, con sus formidables problemas y esperanzas, en el centro de la acción de un Gobierno distinto, sin los peajes que el sanchismo ha asumido para sobrevivir a duras penas.
El inmenso daño que Sánchez le ha hecho a su partido, sin ninguna contestación interna ante sus tropelías, concesiones y errores, sugiere ahora una larga travesía antes de recuperar la credibilidad perdida, necesaria para situarse de nuevo como un partido de Estado fiable.
Pero los perjuicios son insignificantes al lado de los generados para España, en todos los órdenes imaginables y con una profundidad difícil de restañar al corto plazo.
Si la economía nacional está en la peor situación de Europa, por mucho camuflaje indigno que le ponga el Gobierno a la realidad; su arquitectura institucional, los valores de convivencia y el cuerpo legislativo han sufrido un deterioro sin precedentes que costará enmendar.
Por eso es importante no perder más tiempo. Sánchez planteó las Elecciones Autonómicas y Municipales como un plebiscito. Y lo ha perdido. Si con ese mensaje nítido de los españoles no procede en consecuencia, sus propios compañeros ha de reaccionar con la decencia que hasta ahora no han tenido para que líder, en el ocaso, no se empeñe en agotar una legislatura agotada desde hace tiempo y no se consolide como un obstáculo para la recuperación paulatina de un país extenuado que exige y necesita un revulsivo.
Mientras, Feijóo y el PP, como Santiago Abascal y VOX, han de encontrar la fórmula para entenderse allá donde la combinación de ambos sea necesaria, sin dañar las expectativas de cambio en La Moncloa, utilizando con inteligencia sus respectivos apoyos para construir tras las Elecciones Generales una alternativa que hoy, con estos datos sobre la mesa, es ya una urgencia nacional.
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