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19 de mayo de 2024

Editorial

Feijóo retrató a Sánchez y le dejó tumbado en la lona

El debate exhibe todas las miserias del líder socialista y proyecta una alternativa razonable y muy necesaria para España

Actualizada 08:35

El único cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo puede haber acabado con las ya frágiles esperanzas del primero de remontar un pronóstico electoral que todas las encuestas serias consideraban ya tétrico.
Porque el debate sirvió, ante todo, para mostrar la auténtica cara del actual presidente, incapaz de hilar un discurso mínimamente solvente, de altura, con hechos, datos y respuestas, como el que cabe esperar de alguien que aspira a reeditar una Presidencia que siempre le quedó grande.
Lejos de eso, Sánchez demostró que su inconsistencia habitual se completa con agresividad e impostura cuando se sale de los únicos formatos donde sus inmensas lagunas, sus profundas contradicciones y sus aparatosas mentiras quedan disimuladas.
Allá donde hay réplica, simplemente queda retratado como un líder de tercera fila, sin capacidad de articular algo más allá de la propaganda, la falacia o el eslogan.
Sin duda fue muy hábil el aspirante del PP en un debate que terminó de catapultarle como favorito: le bastó para triunfar, con evidente superioridad, con hacer las preguntas correctas en asuntos capitales como las alianzas del PSOE con el independentismo y sus silencios con Marruecos; con desmontar las ficciones económicas de Sánchez, sepultado por la preocupante realidad económicas de España y con exponer una alternativa razonable, pero clara y contundente también.
Que Sánchez eligiera a Txapote, el Falcon, Marruecos o las retribuciones de su adversario para intentar recuperar la estima de la ciudadanía puso en evidencia el insólito vacío de un líder superado por las circunstancias: en todas esas materias, en las que El Debate ha aportado informaciones clave que sin duda flotaron en el cara a cara, si alguien tiene que dar explicaciones y sentirse avergonzado es quien pretendía utilizarlas como vía de escape.
No es baladí, tampoco, la actitud personal del candidato socialista, marcada por el escaso civismo democrático, las constantes interrupciones y una irrespetuosa negativa a responder, una vez más, a las preguntas concretas que le hizo Feijóo en nombre de millones de ciudadanos.
Su negativa a aceptar un pacto con el PP para que gobierne la lista más votada, que Feijóo incluso firmó en directo, desmonta por completo la estrategia del miedo tan típica de Sánchez y además aclara a los votantes, si acaso había alguna duda, cuál es su proyecto de futuro.
Porque el miedo ficticio a la inexistente ultraderecha, que nadie se cree y es injustamente ofensiva con Vox, debería obligarle a firmar ese acuerdo, que sin embargo rechaza; y eso en sí mismo destapa su firme apuesta por reeditar el infausto Gobierno de coalición con el peor comunismo y el independentismo más inquietante de Europa.
Probablemente el debate entre ambos aspirantes no haya cambiado nada de lo que estuviera previsto que pasara en las urnas. Pero ha reforzado una tendencia positiva para España y ha servido para exhibir en público, con una rotundidad imprevista, la naturaleza de un personaje que ya no engaña a nadie.
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