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25 de abril de 2024

TribunaDaniel García-Pita Pemán

El pacto como abstracción

Los socialistas saben que el pacto es más que un riesgo a nivel autonómico; es un siniestro generalizado a medio plazo. Hay que reaccionar urgentemente; hay que acudir al arma infalible, la abstracción

Actualizada 21:09

Pasar de la anécdota a la categoría ha sido, sin lugar a dudas, un gran progreso de la humanidad en su búsqueda del conocimiento y de la ciencia. Para Pemán ese gran salto tuvo lugar el día en que un africano vio por primera vez en la selva a dos elefantes juntos: en ese momento comprendió que no se trataba de un mismo elefante al que hasta entonces creía haber visto en lugares diferentes. En ese instante, decía Peman, había nacido la abstracción y, con ella, la pedantería.
En nuestra sociedad televisiva y de consumo los publicitarios descubrieron muy pronto las ventajas de la imagen como abstracción. Un bebe regordete en brazos de su madre comiendo nos hace dar el salto de la escena representada a la abstracción y a la idea. Para la madre o el padre que ve el anuncio de comida para niños, la escena representa la salud, el amor maternal y la felicidad como conceptos. Las leyes son muy rigurosas y obligan a que se desvelen minuciosamente los ingredientes del alimento anunciado con cantidades expresadas en miligramos y con formulas químicas indescifrables; incluso exigen que se advierta de los más remotos riesgos que supondría consumirlo: «Este producto contiene policloruro de vinilo en polvo, que da origen en ocasiones a estreñimiento infantil y a llantos desconsolados del bebe; en Alcalá de Guadaira, un bebé se atragantó con gran ahogo» y desgracias similares. Pero la mente del televidente ha sido ya transportada a la idea de la felicidad y ninguna advertencia podrá separarle de ella.
La abstracción es una herramienta retórica temible en manos de la izquierda. Cuando gobierna la derecha, en las siguientes elecciones la izquierda se anuncia indefectiblemente como «Gobierno del cambio». ¿De qué cambio? No se sabe a ciencia cierta, porque casi nadie se toma la molestia de leer los programas electorales. En nuestro mundo de dificultades de todo tipo, la ciudadanía tiende, por lo general, al descontento, y la promesa de cambio encierra por si sola la idea de un futuro venturoso; los electores recorren en su subconsciente el camino inverso desde el cambio como concepto al cambio como la solución de sus problemas concretos: el paro, la carestía de la vida, o lo que sea. Desde 1977 todos los gobiernos socialistas han sido gobiernos del cambio y así se seguirán anunciando en las futuras elecciones. Es una fórmula de éxito contrastado.
Las recientes elecciones en Castilla y León han dado lugar a una situación de cierto impasse. Ha ganado el PP las elecciones: ha pasado de segunda fuerza a primera y tiene dos procuradores más que en el parlamento anterior. El PSOE las ha perdido, retrocediendo a segunda fuerza y perdiendo nada menos que siete escaños. Aquí no cabe abstracción alguna porque los hechos son tozudos: «Esto es un hecho. Los hechos son tozudos. Y este 'argumento' con hechos en pro de la insurrección es mil veces más fuerte que los subterfugios 'pesimistas' de un político desconcertado y atemorizado». Así clamaba Lenin contra el periódico menchevique Dielo Narova, pocos días antes de tomar el poder.
Ilustración: pacto

Lu Tolstova

En Castilla y León los hechos son también rotundos y tozudos. La aparición de Vox ha cumplido una vez más el deseo largamente sentido por la izquierda: hacer desaparecer la desventaja de comparecer dividida entre socialistas y comunistas frente a un centro derecha unido en un solo partido. El señor D’Hont y su proporcionalidad corregida consagran esa desventaja de la división frente a la unidad. Existía el precedente cuando Ciudadanos pasó de partido regional a partido nacional. Ahora el camino de la división se ha recorrido en sentido opuesto: desde el centro hacia Vox. La gran ventaja de un solo partido de centro derecha se ha vuelto a esfumar, y tiene los síntomas de ser algo de larga duración.
Ahora bien, el descalabro, temerariamente buscado con la creación de Vox, tiene aún solución en Castilla y León: el pacto. Esto no siempre va a ser posible, porque la cuesta abajo de Podemos augura una concentración del voto de izquierda en el PSOE que ni siquiera podrá ser superada con la coalición del PP y Vox. Pero ahora, en Castilla y León, sí es posible; y además permite experimentar sin grandes riesgos una fórmula de coalición trasladable en el futuro a otras autonomías, municipios, e, incluso, al Gobierno de la nación.
Los socialistas saben que el pacto es más que un riesgo a nivel autonómico; es un siniestro generalizado a medio plazo. Hay que reaccionar urgentemente; hay que acudir al arma infalible, la abstracción: el posible Gobierno de coalición es maligno y antidemocrático, per se; cualquier posible pacto con Vox es pactar con la extrema derecha, y el pacto con la extrema derecha es en sí mismo condenable. ¿No importa cuáles sean las condiciones y los términos del acuerdo? No, rotundamente no. ¿Por qué? Porque la extrema derecha es rechazable en todo supuesto. El presidente Sánchez lo ha dejado muy claro, hasta el punto de amenazar que estará «vigilante» por si un gobierno con Vox acaba con las leyes progresistas que rigen en Castilla y León. ¿Y no sería posible un pacto que dejara al margen escabrosos asuntos como la inmigración, el machismo y otros que tanto preocupan a Vox? No, señor, los términos del acuerdo son indiferentes. Cualquier pacto con Vox es rechazable a priori. El pacto se ha convertido en una abstracción de la malignidad política.
Lo más grave del caso, lo más preocupante, es que da toda la sensación de que esta doctrina se asume por una gran parte del PP. Piensan: '¿no hemos acabado con Ciudadanos? Pues lo mismo sucederá con Vox, antes o después'; mientras tanto, en la oposición no se está tan mal. Vale la pena esperar, o, por lo menos, alargar al máximo una situación indefinida.
Los políticos son grandes jugadores de póker. Los administrados, pagadores de impuestos, no.
  • Daniel García-Pita Pemán es miembro correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
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