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25 de abril de 2024

en primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

Todos somos Winston Smith

Si los científicos consiguen adentrarse en la intimidad de nuestros pensamientos al 100 por cien, sueño erótico de todo Gobierno autoritario, entonces la sociedad libre, tal y como la conocemos, estará simplemente acabada

Actualizada 01:30

Entiendo que a veces pueda resultar agotador que los escritores o periodistas recurran sistemáticamente a la novela 1984 de George Orwell para referirse a asuntos que están sucediendo en la actualidad. Pero es que, de verdad, les prometo que esa pequeña novela encierra tanta verdad en su interior que es muy difícil, por no decir imposible, no atenderla y glorificarla en casos como el que voy a relatarles hoy aquí.
Hace pocos días, en un viaje psicotrópico por las opiniones de Twitter, me topé con uno de esos tuits que inevitablemente llamaron mi atención. El texto correspondía a un medio británico y hacía referencia a un vídeo en el que se podía ver a una mujer siendo arrestada por la policía de Birmingham (Inglaterra).
Lo primero que me interesó, y la razón por la que abrí el enlace del vídeo, fue la buena pinta de la supuesta criminal. Me extrañó mucho que una mujer elegante y que parecía tan poquita cosa hubiese podido levantar las sospechas de tres agentes de la policía. Y es que la señora podría ser una de esas tías que todos tenemos en la familia, que pasan por la vida sonriendo y levitando mientras preparan hectolitros de poleo-menta. En definitiva, parecía una buena persona incapaz de hacerle daño a nadie.
Los policías, sin embargo, no debieron tener la misma impresión que yo. Al parecer, los agentes que aparecen en el vídeo no podían tolerar que la activista provida Isabel Vaughan-Spruce, así se llama la supuesta delincuente, hubiese decidido pasar el día frente a una clínica abortista sin hacer nada más que estar quieta en la calle en actitud meditabunda; sin hablar, sin protestar, sin increpar y, por supuesto, sin acosar a nadie.
Una actitud sospechosamente silente que los agentes consideraron peligrosa y que tuvo como consecuencias este interrogatorio que les reproduzco hoy aquí y su posterior detención:
Ilustración: 1984

Lu Tolstova

–¿Por qué estás aquí hoy?
–Físicamente, estoy aquí de pie simplemente.
–¿Por qué aquí, de tantos lugares? Sé que no vives aquí.
–Esto es por algo sobre el aborto.
–Está bien, es por eso por lo que estás aquí.
–Sí.
–¿Estás aquí siendo parte de alguna protesta?
–No, no estoy protestando.
–¿Estás rezando?
–Puede que esté rezando en mi cabeza.
–Lo preguntaré una vez más, ¿vendría voluntariamente con nosotros a la comisaría para hacerle unas preguntas sobre hoy y otros días donde hay denuncias de que ha violado la protección de espacios públicos?
–Si tengo opción, entonces no.
–Está bien. Entonces, queda arrestada por sospecha de incumplimiento de la Orden de Protección del Espacio Público (…) ¿Entiende la advertencia?
–Sí.
–Su arresto es necesario para realizar una investigación efectiva del delito, lo que significa que puedo realizar algunas preguntas y también proteger a personas vulnerables, es decir, a los usuarios de los servicios del edificio. Entonces nos acompañarás a la comisaría y te arrestará la Sargento Christie.
Y efectivamente, tras el macabro interrogatorio, se puede ver en el vídeo cómo la enfadada sargento Christie procede a cachear a Isabel en todas partes, incluido el pelo (no vaya a ser que tuviese escondido un crucifijo AK-47), para detenerla después y llevársela a la comisaría en un coche patrulla.
¿Entienden ahora por qué ha sido necesario citar 1984? Lo que George Orwell vaticinó en su nostradamunesca novela se ha cumplido. Este vídeo es la prueba irrefutable de que, por fin, occidente ha conseguido destruir el último reducto de libertad que le quedaba al ser humano. Ya tenemos policía de pensamiento.
Y no solo en Inglaterra, en España también. Y si no se lo creen revisen la modificación del pasado mes de abril de 2022 sobre la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, para penalizar el acoso a las mujeres que acuden a clínicas para la interrupción voluntaria del embarazo. Concretamente revisen el artículo 127 quater del Código Penal que dice que «el que para obstaculizar el ejercicio del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo acosare a una mujer mediante actos molestos, ofensivos, intimidatorios o coactivos que menoscaben su libertad, será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año o de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a ochenta días».
Habría que ser un iluso para pensar que el caso de la activista inglesa es un caso extremo concerniente únicamente al ámbito del aborto. Tal y como estamos monitorizados a través de la tecnología, debemos ser conscientes de que el delito de pensamiento no tardará en extenderse a otros ámbitos de nuestra vida común y corriente: familia, hábitos de consumo, política, amigos, aficiones, creencias, religión, etc. Y si, como Elon Musk auguró hace relativamente poco, los científicos consiguen adentrarse en la intimidad de nuestros pensamientos al 100 por cien, sueño erótico de todo Gobierno autoritario, entonces la sociedad libre, tal y como la conocemos, estará simplemente acabada.
Por ahora, pensar es delito. ¿Qué será lo siguiente?
  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista
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