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20 de mayo de 2024

En primera líneaRafael Puyol

Una nueva vida laboral

Hemos iniciado el camino de la «seniorización» laboral, pero a nadie se le oculta que no será fácil y que exigirá un fuerte compromiso de la administración, los sindicatos, las empresas y los propios trabajadores

Actualizada 01:30

Tres factores demográficos ejercen una clara influencia sobre el volumen y la estructura del mercado laboral: la natalidad, la inmigración y el envejecimiento. La fuerte caída de los nacimientos en España ha reducido la población joven (16-29 años) entre 2008 y 2022 en 1,5 millones lo cual explica a su vez la disminución, al menos en parte, de los jóvenes en la población activa y ocupada. Y digo, al menos en parte, porque la pérdida de jóvenes activos fue de 1,9 millones y la de ocupados de 1,7 millones, lo que denota la acción de otros factores extra demográficos relacionados con la formación o el éxodo de profesionales y tiene su contrapunto en la buena noticia de que el paro juvenil ha caído 10 puntos desde 2008. En el otro extremo de la pirámide, se observa un crecimiento de la población sénior (55-69 años) que gana 2,3 millones entre 2008 y 2022 lo cual repercute en un incremento de los activos (2,1 millones) y de los ocupados (1,8 millones) mayores. En suma, los cambios recientes en la población están redefiniendo nuestro mercado de trabajo en el que habrá menos jóvenes, y más personas mayores, también más inmigrantes y más mujeres que reducen la diferencia con los hombres.
Así pues, el desarrollo de la longevidad está provocando y lo hará más en el futuro, un aumento de los trabajadores de edad. En 2022 ya teníamos 4,1 millones de ocupados mayores que representaban el 20 por ciento de la población empleada total del país. De esos trabajadores la mayoría sigue laborando por cuenta ajena, pero empieza a haber una parte significativa y creciente de trabajadores por cuenta propia (autónomos). Son algo más de 900.000 que representan casi el 25 por ciento de todos los trabajadores séniors con 55 y más años.
Hay dos tipos de trabajadores autónomos: los que siempre han ejercido esta modalidad de trabajo; y los que con anterioridad desempeñaban una actividad por cuenta ajena que se ven obligados a convertirse en autónomos por falta de alternativas. Estas son las personas que inician una especie de segunda carrera a través de otra modalidad laboral, distinta con más riesgos, pero, en general, buenos niveles de satisfacción. Se trata del camino definitivo hacia la jubilación que suele ser más tardía que en el caso de los trabajadores por cuenta ajena.
Ilustración: vida laboral senectud

Lu Tolstova

La razón principal del cambio de modalidad laboral está apuntada: a partir de los 55 años existen serias dificultades para la contratación de personas por cuenta ajena. España es un país con una cultura de abandono temprano del trabajo con prejubilaciones escandalosas que se realizan con cincuenta y muy pocos y con muchas salidas bastante antes de la edad legal del retiro ahora a los 66 años. Algunos quieren esta salida anticipada, otros se adaptan a ella con resignación, pero hay muchos que desean seguir en la carrera laboral y no tienen más remedio que hacerlo por su cuenta. Hay distintas modalidades para ello. Ciertos profesionales realizan proyectos para su empresa anterior o para otras compañías. Otros crean su propia empresa en la que trabajan de forma individual o contratan a otras personas. Un nuevo grupo se convierte en emprendedores, una modalidad laboral en la que España está a la cabeza de los países europeos y que tiene una tasa de éxito superior a la de los emprendedores júnior. Y es preciso recordar la importancia que adquiere el voluntariado de los mayores en actividades que incluyen la formación y el asesoramiento (Secot) , la prestación de servicios o el cuidado de otras personas.
Cualquiera de las fórmulas para continuar en la actividad, está soportada por una mejora de la salud y por un predominio de los trabajos que no exigen un gran esfuerzo físico. Y supone para los ocupados de edad ventajas materiales o inmateriales como el desarrollo de la autoconfianza o el sentimiento de sentirse útiles que ayudan, a su vez, a que la gente envejezca mejor.
Todo hace pensar que esta evolución del mercado laboral con menos jóvenes hará inevitable e imprescindible la presencia de más séniors. Serán necesarias políticas que incentiven su permanencia y que faciliten el trabajo intergeneracional. Hemos iniciado el camino de la «seniorización» laboral, pero a nadie se le oculta que no será fácil y que exigirá un fuerte compromiso de la administración, los sindicatos, las empresas y los propios trabajadores.
  • Rafael Puyol presidente de UNIR
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