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18 de mayo de 2024

En primera líneaRafael Puyol

La discriminación por edad

A veces, aparecen algunos indicios y comportamientos alarmantes como las declaraciones del Ministro de Finanzas japonés Taro Aso quien a sus 72 años pidió a los más viejos de su país que no usasen los cuidados paliativos cuando únicamente sirvieran para comer, beber o dormir

Actualizada 01:30

El hecho de que cada vez más personas vivan más años y en unas condiciones generalizadamente mejores es una conquista social, aunque tenga muchas batallas pendientes. Sin embargo, son muchas las personas que ven el envejecimiento como un fenómeno prioritariamente negativo y lo evalúan en términos de gastos (de pensiones, sanitarios, de dependencia) y muy poco bajo la consideración de las oportunidades que ofrece y los beneficios que produce. Si se plantea en Google la cuestión del envejecimiento como problema se obtienen alrededor 34,3 millones de resultados; si después se enuncia como oportunidad se alcanzan únicamente 9,6 millones de respuestas. El tema no es nuevo. Como recuerda Andrés Domingo, el envejecimiento y la longevidad han sido temáticas de algunas distopías demográficas o argumento prioritario de ciertas obras literarias. Entre estas últimas figura el libro del escritor argentino Bioy Casares, Diario de la Guerra del cerdo (chancho como forma dialectal). Fue publicada en 1969 y es una ficción que transcurre en la ciudad de Buenos Aires y que plantea una contienda en la que los jóvenes atacan y matan a los viejos considerados como «egoístas, materialistas, voraces, roñosos, en definitiva, unos verdaderos chanchos. La muerte física es el objetivo final para unas personas que sufren antes una especie de muerte social al no tener una función reconocida en lo que influye decisivamente su salida del ciclo productivo. Esto los convierte en obsoletos, en dependientes, en una rémora para los demás. El autor argentino pone en boca de uno de sus personajes que la causa de esta acumulación de viejos en el conjunto de la población la tienen los médicos “que nos han llenado de viejos inservibles». Unos viejos que además pueden llegar a jugar un papel nocivo en las sociedades democráticas debido al creciente peso de sus votos.
Diario de la Guerra del cerdo no es la única obra de ficción que ofrece una visión negativa del envejecimiento. Andreu Domingo menciona otros trabajos en los que aparece la marginación de los mayores considerados como parásitos que viven a costa del esfuerzo de los demás. Cita, por ejemplo, la obra del polémico autor francés Michel Houelebecq La posibilidad de una isla en la que Daniel el protagonista se lamenta de un mundo reservado a los jóvenes y en el que las personas viejas son tratadas como ciudadanos de segunda, como auténticos deshechos.
Ilustración edad

Lu Tolstova

Hoy afortunadamente no hay sociedades en las que se acose y se acabe matando a los viejos por su condición. Es de esperar que la ficción de Casares, como la Guerra de Troya no tenga nunca lugar. Pero, a veces, aparecen algunos indicios y comportamientos alarmantes como las declaraciones del Ministro de Finanzas japonés Taro Aso quien a sus 72 años pidió a los más viejos de su país que no usasen los cuidados paliativos cuando únicamente sirvieran para comer, beber o dormir y que no tratasen sus enfermedades para evitar las ingentes cantidades de dinero que se utilizaban para mantenerlos vivos. «Que se den prisa y se mueran» fue su proposición que debió rectificar cuando ya la insólita proclama se había difundido como reguero de pólvora. Felizmente, afirmaciones como las de Aso, que enlaza de alguna forma con la distopía de Casares, son hechos aislados que al atentar contra los derechos fundamentales del ser humano no tienen muchos adeptos.
Lo que he pretendido trayendo a colación estas referencias literarias y estas actuaciones es poner de manifiesto la existencia (en estos casos extrema) de una cierta discriminación contra las personas mayores basada en estereotipos, prejuicios, falsas percepciones o mitos infundados. Existe un claro edadismo apoyado en esos componentes cuyas secuelas debemos tratar de evitar a toda costa. El edadismo considerado como la marginación o exclusión que sufren las personas por razón de su edad se puede producir en cualquier momento de la vida, pero alcanza una intensidad notoria entre las personas mayores. No siempre sus manifestaciones son conscientes. Algunas son involuntarias como sucede cuando empleamos ciertos vocablos que deberíamos evitar: términos como anciano, los más coloquiales de vejete y vejestorio o simplemente el de abuelo, cuando se utiliza como sinónimo de los anteriores y no para definir una relación de parentesco. Y tendríamos que eliminar de nuestro lenguaje otros términos despectivos como tarra, pureta, gagá, carcamal, decrépito, caduco o carraca. Hay alternativas que no pueden ofender a nadie como las de mayores, personas de edad o el más distinguido de sénior. Por supuesto, el edadismo va mucho más allá del lenguaje, pero de eso les hablaré otro día.
  • Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad Geográfica
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