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16 de mayo de 2024

En primera líneaEmilio Contreras

Por qué la izquierda desprecia nuestra historia

La política educativa del Gobierno aspira a dejar en barbecho las mentes de las nuevas generaciones, para sembrar en ellas las manipulaciones y falsedades históricas que convengan a sus intereses políticos

Actualizada 01:30

Las declaraciones del ministro de Cultura sobre la historia de nuestro país y su decisión, entre otras, de ‘descolonizar’ nuestros museos, solo son la punta del iceberg del desprecio de buena parte de la izquierda española a nuestro pasado. La raíz de este desprecio está en una visión ideologizada de la Historia de España, heredera del materialismo histórico de Marx, que contagia incluso a una parte de la izquierda no marxista.
Además, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido que en los colegios sólo se enseñe la historia que arranca en el siglo XIX. Todo lo contrario de lo que ocurrió en el franquismo. Entonces se estudiaba la Reconquista, la España imperial y la guerra de la Independencia. La España liberal no existía. Ahora no se estudiarán los ocho siglos de enfrentamiento entre musulmanes y cristianos desde el 711 hasta la toma de Granada en 1492; ni el descubrimiento de América y la expansión del imperio entre 1492 y 1824; ni los dos siglos en Europa, desde 1517 a 1713. Nada de eso cuenta.
Ilustración

Lu Tolstova

En opinión de la izquierda, España solo sería una nación desde que los liberales de Cádiz lo plasmaron en la Constitución de 1812, aunque dos siglos antes Cervantes ya se refería a la «nación española» en el Quijote. Quieren ocultar que lo que llamamos España es fruto de un proceso de acumulación de hechos y sedimentación de culturas, muy especialmente la romana, la cristiana y la musulmana. Roma sacó de la prehistoria lo que hoy llamamos España, entonces una península habitada por tribus. El derecho romano, la filosofía griega, el cristianismo y la Ilustración son los cimientos de la civilización occidental, que los jóvenes españoles no van a estudiar.
Un ejemplo de las consecuencias de este dislate es que cuando estudien literatura y les hablen –si les hablan– del poema del Mío Cid o del Quijote, irán braceando a ciegas en un mundo que desconocen. Y cuando estudien historia del arte –si la estudian– nada entenderán del significado del retrato de Carlos V en Mühlberg, de Tiziano; del cuadro de Las lanzas, de Velázquez, o de la obra del Greco. El objetivo previsto por el gobierno es que las nuevas generaciones acaben desconociendo la historia real de España.
En ese páramo de ignorancia con que nos amenazan quieren presentar al cristianismo como el responsable de la ruptura de una supuesta convivencia pacífica entre cristianos, judíos y musulmanes durante ocho siglos. Pero la realidad histórica de España es testaruda. Menéndez Pidal recuerda que entre el año 711 y 932, los mozárabes –cristianos que vivían en la España musulmana– protagonizaron más de dos siglos de «rebeldía, heroísmo y martirio». Cuenta que «los cristianos y muladíes de Sevilla fueron exterminados por los árabes en 891» y da los nombres de muchos de los martirizados. A partir de 932 comenzó un periodo de «postramiento» al que siguió en el siglo XII otro de «emigración» a los reinos cristianos del norte, tras las invasiones almorávide y almohade. Judíos y árabes vivían apartados en las juderías y en las aljamas y sin la menor voluntad de integración. Esa fue la supuesta convivencia.
Si nuestros jóvenes ignoran hechos como estos, la izquierda tendrá más fácil la manipulación histórica para endosar al cristianismo la ruptura de una convivencia pacífica entre iguales que nunca existió.
Pero el terreno preferido de la izquierda para desprestigiar la historia de España es su visión manipulada de lo que los españoles hicieron en América durante tres siglos. El ministro ha propuesto ‘superar el marco colonial’, para desplegar un telón que oculte la realidad histórica y suplantarla por su relato. El Gobierno se propone condicionar las mentes de las nuevas generaciones y manipular así con más facilidad a la opinión pública con las falsedades históricas que convengan a la izquierda.
Ninguna conquista ha sido un camino de rosas. Cuando Roma invadió Hispania lo hizo «manu militari», y durante siglos se llevó su trigo –la llamaron «el granero de Roma»–, el mercurio de Almadén o el oro de las Médulas, la mayor explotación aurífera a cielo abierto de todo el imperio romano. Pero cuando la colonizó, le aportó el Derecho, la organización de una sociedad civilizada y cambió de arriba abajo una tierra en la que vivían unas tribus atrasadas. Y los españoles no tenemos ningún complejo de haber sido agredidos, es más, estamos orgullosos de que los romanos civilizaran a nuestros antepasados. Y la filosofía griega nos llegó a través de los textos que trajeron los musulmanes.
España fue Roma en América. Claro que hubo violencia y beneficio económico, pero también implantó las únicas leyes que defendían a los indígenas. Ni Inglaterra, ni Francia ni Holanda lo hicieron. España llevó la civilización occidental como los romanos la trajeron a las tribus hispánicas.
La izquierda arremete contra el pasado y lo utiliza para ocultar hechos tan graves como la mala calidad de nuestra enseñanza pública, que quedó probada tras los desoladores resultados del informe PISA de diciembre del año pasado. Los estudiantes navegarán sin brújula y a la deriva por la historia de su país porque la desconocerán.
La política educativa del Gobierno aspira a dejar en barbecho las mentes de las nuevas generaciones, para sembrar en ellas las manipulaciones y falsedades históricas que convengan a sus intereses electorales. Porque un pueblo culto no se deja engañar.
  • Emilio Contreras es periodista
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