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26 de abril de 2024

El filósofo y divulgador Fabrice Hadjadj en el contexto del Encuentro Madrid

El filósofo y divulgador Fabrice Hadjadj en el contexto del Encuentro MadridEncuentro Madrid

Fabrice Hadjadj inaugura EncuentroMadrid: «El cristianismo es una religión del cuerpo, de la carne»

Recogemos la intervención del intelectual francés Frabrice Hadjadj en el contexto del EncuentroMadrid, organizado por el movimiento católico Comunión y Liberación

El intelectual francés Fabrice Hadjadj ha intervenido en la primera jornada de EncuentroMadrid 2021, un evento cultural en el que se encuentran la música, los debates sociales y políticos, y la religión. A lo largo de una charla profunda y amena con Rafael Gerez, abogado y presidente de EncuentroMadrid, ha repasado sus orígenes y su formación, su pasión por la escritura, y ha abordado, sobre todo, dos grandes cuestiones: la esperanza y las contradicciones del mundo postmoderno en que vivimos.
Hadjadj suele comentar que su gran vocación es la escritura. Así lo ha vuelto a recordar ante el auditorio del colegio internacional John Henry Newman. Durante la entrevista, aclara que, en tanto que es cristiano, sus obras acaban reflejando su mentalidad cristiana, si bien no escribe para comunicar un mensaje doctrinal, ni transmitir ideología; simplemente, escribe por el mero gusto de hacer un libro. «Para mí la escritura nunca ha sido un método de comunicación, sino un lugar de trabajo; por eso, me gusta escuchar la musicalidad de la frase, los ritmos, incluso en un ensayo, y no sólo en obras literarias», explica. Y añade: «después de escribir, recito en voz alta para comprobar la sonoridad de cada palabra». 
Esta pasión creativa lo llevó, más bien por accidente, a la docencia, sobre todo en institutos de bachillerato, lo cual le ha descubierto una serie de verdades. Porque a los chicos de esas edades y de esos barrios —algunos marginales y violentos en la periferia de París— no podía transmitirles conceptos filosóficos muy técnicos o sesudos. «Tenía que atraer su atención y hablarles claro partiendo de lo que de lo que ellos tenían cerca en sus vidas, de modo que aquel proceso me llevó a desaprender la filosofía técnica universitaria para poder hablarles de la vida y de las cosas reales; aquello fue un descubrimiento que me enseñaron mis alumnos», comenta Hadjadj.
Hadadj y Gerez desde Suiza, grabando la entrevista para la jornada inaugural

Hadadj y Gerez desde Suiza, grabando la entrevista para la jornada inauguralEncuentro Madrid

En la entrevista con Gerez, Hadjadj ha narrado cómo fue, por una parte, el proceso de su formación intelectual, forjada en un hogar judío e izquierdista, y, por otra, el proceso de su conversión, muy ligado a lo anterior. Porque la conversión acaeció tras una serie de intuiciones y razones que pudo encarar, precisamente gracias a la visión materialista y lógica que mamó en su familia. Dice Hadjadj que él es el único cristiano de la familia; sus padres son judíos y maoístas fervorosos del mayo del 68. «Nunca me llevaron a estudiar el Talmud ni la Torah, pues miraban el judaísmo con una cierta distancia, aunque al mismo tiempo reconocían su identidad judía; mi padre siempre ha celebrado la fiesta de la Pascua leyendo el relato de la liberación de Egipto, pero no en clave religiosa, porque no cree en Dios, sino porque ve en ello un signo de liberación social y de justicia social», rememora. Según él, este entorno le ha resultado de gran provecho, porque él se define como materialista. Lo cual opera de manera definitiva con su conversión al catolicismo.

Entendí que la oración es la dimensión más profunda de la palabra y del hombre; une el cielo y la tierraFrabrice Hadjadj

«El cristianismo no es en realidad una religión de la gnosis, sino una religión del cuerpo, de la carne», expone Hadjadj. Según él, gracias al materialismo y a su fe en el cuerpo, descubrió en Cristo la plenitud de la verdad. De hecho, debido a una enfermedad que padeció su padre, él empezó a rezar a la Virgen, «incluso antes de creer en Dios». Cuenta que, pocas semanas antes de empezar a rezar, había entrado con un amigo en una iglesia y se había burlado de los exvotos que los fieles habían colocado ahí puestos. «Yo ya me sentía algo cristiano, pues ya leía a Léon Bloy, pero no fiaba mucho de aquello, era una especie de postura utilitarista», admite. Pero lo cierto es que él se encontraba en realidad esa una situación idéntica y acabó pidiéndole a Dios por la salud de su padre, que al final sanó. «Entendí que la oración es la dimensión más profunda de la palabra y del hombre; une el cielo y la tierra», sintetiza. Y prosigue: «comprendí aquellas palabras de la Escritura ('Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí'), porque ahora estoy seguro de que todos los hombres son atraídos por Cristo; todos, aunque no lo sepan, aunque yo entonces era ateo». Desde su visión materialista asume que Cristo, con su muerte en la Cruz, conecta de manera vertical lo terrestre y lo celestial, de modo que no hay contradicción entre carne y espíritu.
Visualiza la entrevista completa con el filósofo católico francés en Encuentro Madrid

En este sentido, asegura que «la gran afirmación de la Biblia es ajena al pensamiento griego», porque el pensamiento griego iba dando pasos que alejaba lo material de lo más elevando. «Sin embargo, la Biblia dice que al comienzo Dios creó la tierra y el cielo, y que el espíritu de Dios se cernía sobre las aguas, de manera que Dios, que es lo más elevado, se posaba sobre las aguas, estaba cerca de lo inferior, de lo más bajo», desentraña. Desde este punto de vista, cree no vivimos en una crisis espiritual, sino material, en una desconexión con la realidad material, con la naturaleza, debido a la invasión de los dispositivos móviles. Percepción que comparte con una gran cantidad de pensadores, como el también francés Robert Redeker. Según Hadjadj, cuando no se percibe el orden de la naturaleza, uno se desconecta de la realidad material y del acceso a Dios. Sostiene que no se trata de una crisis ideológica, sino tecnológica. Algo que él intenta remediar con sus alumnos por medio del teatro, la vida comunitaria y el trabajo manual.

La tiranía de la pereza digital

En opinión de Hadjadj, un taller de carpintería es lo mejor para un millennial que ha nacido con el smartphone entre las manos. Porque, ahora, «su relación con el mundo es ir tocando una pantalla, lo cual es terrible; estamos usando las manos sólo para tocar botones y palpar pantallas». Dice que su formación marxista lo ha ayudado a entender este contexto, pues «los medios de producción condicionan nuestro modo de pensar». Y ha dado un paso más, citando a Günther Anders, al referirse a la «sociedad pulsabotones», pues «con las pantallas táctiles, ya ni siquiera apretamos el botón, o sea, ni siquiera realizamos ese pequeño esfuerzo físico, se ha reducido a lo mínimo». Esta apabullante desconexión de la realidad carnal y física en que vivimos es lo que explica la expansión de lo que se llama «género fluido». Es decir, en el mundo virtual, al carecerse de contacto con lo material, no es posible descubrir ni el propio cuerpo, ni el propio sexo. Sentencia: «vivimos en un mundo que no es materialista».
Y precisamente es el sexo —la paternidad, la maternidad— lo que acaba siendo motivo de esperanza. Porque «en el sexo humano hay algo misterioso; lo que hay más abajo en nosotros, en nuestra materia, lo que está por debajo de la cintura, apela a lo que está arriba en el cielo». Profundiza en esta idea: «al contrario que los demás animales, nosotros nos preguntamos por qué voy a dar vida a un mortal, a alguien que va a morir, pero que a su vez va a donar vida». Señala Hadjadj que las antiguas esperanzas compartidas por el tejido social hoy se han desvanecido, lo cual nos interpela, para seguir buscando motivos de esperanza, saber por qué hemos de tener hijos. Hadjadj, que ha engendrado a nueve retoños, parte de una idea muy judía como señal de esperanza: «El órgano sexual del varón, en el mundo judío, está circuncidado, y la circuncisión implica que Dios mantiene su promesa», de modo que la mera visión del miembro viril es un recordatorio de que Dios ha prometido al hombre que va a perdurar, que su descendencia continuará, y que habrá otra vida después de esta. Pero advierte de la instrumentalización de que puede ser objeto el natalismo, tanto en regímenes totalitarios como en el islam: «el islamismo predica que tener hijos es la yihad de las mujeres, que las mujeres han de tener muchos hijos y así es cómo van a conquistar Europa y el mundo; pero aquí no hay una esperanza religiosa, sino algo muy mundano».
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