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28 de abril de 2024

Agustín Probanza cuenta cómo el ecologismo se ha convertido en ideología

Agustín Probanza cuenta cómo el ecologismo se ha convertido en ideologíaACdO

Agustín Probanza: «Parte de la Iglesia cree que el medio ambiente es algo panteísta y comunistoide»

El doctor en Ciencias Biológicas analiza el movimiento ecologista, una ideología –dice– que amenaza con situar lo humano en segundo plano

El ecologismo se ha convertido en ideología, asegura Agustín Probanza, doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad Complutense de Madrid y profesor en la facultad de Farmacia de la Universidad San Pablo CEU. El también Vicerrector de Profesorado e Investigación en este centro analiza en El Efecto Avestruz –una serie de la Asociación Católica de Propagandistas– los retos a los que se enfrenta el medio ambiente y la respuesta que ofrece la Iglesia.
Empecemos por la base: ¿ecología es lo mismo que ecologismo?
–No, no. La ecología -que es un término muy sobado- en realidad es una disciplina de la biología, como la botánica o la zoología. Es la ciencia que estudia el medio ambiente, mientras que el ecologismo es un movimiento social, político e ideológico: confundir ecología y ecologismo vendría a ser como confundir sociología con socialismo.
¿Cuando se separaron los términos?
–A mediados del siglo pasado se publicaron Primavera silenciosa, de Rachel Carson; La bomba demográfica, de Paul Ehrlich, y Los límites del crecimiento, encargado por el Club de Roma. Fueron el pistoletazo de salida para los movimientos ecologistas y conservacionistas -Greenpeace o WWF son los paradigmas-, y estos se fueron impregnando de corrientes de izquierdas que vieron una buena oportunidad para tener otro ariete contra la sociedad occidental.
Y de ahí a la omnipresente Agenda 2030. ¿Cómo valora el énfasis global puesto en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los ODS?
–Ten en cuenta que en España el secretario de Estado para la Agenda 2030 es también el secretario general del Partido Comunista, Enrique Santiago; ahí está el trasfondo de un ecosocialismo. Sobre los 17 ODS, algunos son más o menos beneméritos, otros los pondría en cuarentena… pero ¿sabes cuál no está? La familia, singularmente. Creo que forma parte del ataque para minar determinada concepción de los valores occidentales. La familia es el núcleo, la célula básica de la civilización, y es en la familia donde se enseña y aprende el amor, también el amor al medio ambiente.
Probanza cree que hay que cambiar la mirada de conjunto hacia la cuestión de nuestro hogar común

Probanza cree que hay que cambiar la mirada de conjunto hacia la cuestión de nuestro hogar comúnACdP

Frente a la ideología ecologista, la Iglesia propone la metáfora del jardinero.
–Sí, es una imagen del Génesis, y creo que es una imagen muy buena. Tenemos un jardín y somos sus responsables; tomamos flores y frutos, pero un día nos llegará la jubilación y otros seguirán nuestra labor. El concepto que fundamenta el amor a la naturaleza para los cristianos es que la Tierra es un usufructo, algo que tenemos que pasar a quienes nos seguirán.
¿Ve prejuicios en la relación entre fe cristiana y cuidado de la Creación? Desde dentro y desde fuera de la Iglesia.
–Me voy a los extremos. Desde dentro de la Iglesia, está el prejuicio de que todo lo que tenga que ver con la protección del medio ambiente tiene un tufillo anticristiano, panteísta y comunistoide. Desde fuera, nos pueden decir «Tenéis un Dios creador que os dijo que sojuzgarais la naturaleza y que sois lo más importante, así que no tendréis ningún interés en protegerla»…
A la luz de la encíclica Laudato Si, ¿se cumplen estos prejuicios?
–Dios me libre de hacer exégesis, pero creo que la encíclica va a depurar estos dos extremos, y lo hace a partir del Génesis y de la orden principal que tenemos en el Evangelio. Amaos los unos a los otros y a Dios sobre todas las cosas… En el fondo, el prójimo no es solo el próximo en el espacio, sino también en el tiempo. Debemos proteger la naturaleza porque es un usufructo, estamos protegiendo algo para el prójimo del futuro.
En este sentido, se abre una lista de amenazas medioambientales: efecto invernadero, deforestación, contaminación… ¿Debemos actuar con urgencia?
–Son fenómenos conectados: el efecto invernadero va ligado a la deforestación, que va ligada a nuestra capacidad de alterar el medio ambiente… una cosa lleva a la otra. Lo más urgente es ir a las causas de la última consecuencia, que es el cambio climático… aunque aquí hay que discutir -y ya se hace en círculos científicos- cuál es realmente el papel que está teniendo el hombre.
Hombre y animal. ¿El ecologismo rebaja al primero y se ensalza al segundo?
–Es un riesgo en el que puede incurrir. Tal y como yo lo veo, la respuesta aquí la tienen los clásicos. Aurea mediocritas, la virtud está en el punto medio. Más allá de cuestiones de tipo trascendente, el hombre se diferencia de los animales en que tiene capacidad de control sobre el sistema, y esta implica una responsabilidad. Así, el hombre no está por debajo respecto a la naturaleza, pero tampoco por encima: pensarlo sería soberbio, y también poco pragmático.
¿En qué sentido?
–Más allá de temas morales, toda la biosfera es nuestro sistema de soporte vital. Vivimos en una bolita pequeña que da vueltas a una estrella, con una película muy fina que nos protege -la atmósfera- y un compuesto químico, el agua, que nos mantiene. Todo eso tiene un orden interno y un funcionamiento. Con lo cual, no sería razonable subir al hombre por encima de la naturaleza, ni -por parte del hombre- olvidar a la naturaleza.
Ejerce como Vicerrector de Profesorado e Investigación en la Universidad CEU San Pablo, ¿qué misión tienen las universidades católicas en el debate sobre ecologismo?
–En este caso concreto, creo que la misión de las universidades católicas es propiciar el diálogo entre ciencia y fe. Es un ámbito en el que esta relación nace de forma bastante automática: cuando uno entiende cómo funcionan los ecosistemas y la biosfera, cuando uno ve la belleza, el orden, la complejidad… resulta muy complicado que no veas detrás un acto creador. Creo que aquí el papel de las universidades católicas es precisamente mostrar cómo la creación es algo intrínsecamente bueno. Algo que no nos ha sido dado para la explotación, sino para nuestro disfrute y supervivencia.
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