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26 de abril de 2024

El autor de

José María Álvarez autor del regio Museo de ceraCarmen Mari

Entrevista al poeta y escritor

José María Álvarez: «Cultural, moral e intelectualmente estamos en un momento sombrío»

De la mano de su poesía cargada de pasado, presente y futuro participamos de sus rebeldías y satisfacciones, pero sobre todo de fe en la libertad y en la vida, conversamos con uno de los poetas de culto

Poeta y escritor de culto, en sus versos late el corazón del mundo. Con José María Álvarez (Cartagena, 1942), autor del regio Museo de cera, miembro de la Academia Mallarmé de Poesía y traductor de sus admirados Shakespeare, Kavafis y Stevenson, he compartido charla sobre vida, fe y la situación social.
–Vivimos tiempos de acentuada crisis, ¿en qué punto estamos?
–Como humanidad, conjeturo que cultural, moral, intelectualmente estamos en uno de los más sombríos momentos de la Historia. Piense usted en la chusma que con poderes de mayoría ha ido apoderándose por el mundo de gobiernos, Universidades, lo que es la actual perversión de la enseñanza… lo que usted quiera… Arrasando todo Estado de derecho y toda posibilidad de una vida digna. La semilla comunista de aquella red malsana que Willi Münzenberg tendió desde los años 30 del siglo pasado, y que no fue sino la penetración devoradora de nuestra identidad verdadera, ha dado sus frutos criminales. Y hoy, usando una frase de don Ramón del Valle-Inclán en su extraordinaria Luces de bohemia, como dice don Latino de su propia voz, damos una nota más baja que el cerdo. Y no es sólo España, aunque en esa degradación saca sobresaliente; mire uno donde mire.
–Hay una enorme distancia entre las grandes proclamas de los dirigentes del mundo y la vida real. ¿Qué nos ha llevado a esta mediocridad, al descrédito de la política que conlleva el desánimo del ciudadano?
–La mayoría de eso que usted llama los dirigentes del mundo, en este momento… Pero no sólo políticos; es más execrable esa Intelligentsia que los municiona. En fin, digamos que son basura. Gente sin principios morales ni sentido de qué puertas no se pueden abrir porque sólo dan al horror. En lo que se ha convertido la democracia –abolida toda jerarquía de valores– es ya un sistema que parece incapaz de no entregar el poder sino a lo peor. Y asistimos a la victoria de la corrupción y la mentira.
Trabajo, familia, sociedad, cultura… están en permanente conflicto, ¿consecuencia de la pérdida de valores?
–Bueno… es lógico considerar que lo que constituye y sostiene la civilización, es enemigo de los actuales poderes. Y bajo esas opciones que no son sino expresiones de la ignorancia y el rencor de tanto desaprensivo, esos valores que usted dice estén agonizando.
La Iglesia católica sufre una persecución evidente: se queman iglesias en América, Francia… sin ir más lejos, Notre-Dame ¿A qué atribuye esta persecución tan cruenta hacia la Iglesia?
–En Francia se han quemado muchas iglesias y alguna catedral. Y no solamente en Francia. Pero eso es obra de integristas musulmanes y en algunos lugares de la bestialidad izquierdista. Donde se cuece que eso sea posible, que un silencio cobarde lo encubra, eso sí corresponde a la absoluta miseria de nuestras instituciones. De derechas y de izquierdas. Al suicidio de Europa, de casi toda Europa; porque afortunadamente hay algunas naciones, Polonia, Hungría, por ejemplo, que luchan contra ese suicidio. Y no son solamente los católicos los que se ven perseguidos. ¿Es que ha desaparecido el antisemitismo? Estamos en la destrucción de lo que somos, de la memoria, de la libertad. Y evidentemente el cristianismo, con la herencia de Grecia, de Roma… bueno, es lo que nos constituye como seres humanos civilizados. Y es natural que a quienes detentan el poder allá donde miremos, esa herencia le parezca un peligro para su vileza y su supervivencia. Pero tengo la sensación, y es lo más doloroso, de que a una parte muy considerable de nuestras sociedades, les da lo mismo. O digamos que su sumisión, la facilidad con que se someten, es superior a otras miras.
José María Álvarez

José María ÁlvarezCarmen Mari

–Le he leído: «Yo me paso el día releyendo, sobre todo a los clásicos: Shakespeare, Dante o Virgilio...» y que vivir para usted es «carecer de ambiciones sociales y tener una profunda ambición cultural, ambición de saber, es fundamental». ¿La solución está más en la sabiduría de los clásicos?
–Yo le diría que sin «los clásicos» no hay nada que hacer. Son nuestra base. Y nuestro refugio. Pienso, por ejemplo, en Tácito, en los Trágicos griegos, en Dante, en ese Virgilio que usted ha citado…Y con ellos un muy largo cortejo de grandes creadores, desde Montaigne o Shakespeare a Borges, Kundera… muchos, muchos. En ellos está el fortalecimiento de nuestra sed de libertad, de dignidad, de nuestros valores morales, nuestro sentido común, nuestra posibilidad de inteligencia, de comprensión.
Preocupa el plan de estudios con la eliminación de las humanidades. Desaparecen los clásicos, la filosofía, la historia sagrada…
–Mire usted, si el poder de esta chusma continúa, desaparecerá todo. Es la amnesia decretada. El terreno donde levantar sus nuevos campos de reeducación-concentración. Crearán –ya lo tienen avanzado– una sociedad de zombis domesticados.
Me decía en la charla previa que esto, como en anteriores épocas, puede cambiar en cinco minutos. ¿Estamos ante la necesidad de reivindicar un nuevo humanismo que nacería de una sociedad que está viendo como el mundo, a poco que nos descuidemos, con guerras, asesinatos, violencia, puede autodestruirse?
–Bueno… Jugaba con el recuerdo de una vez, hace muchos años, que conversando con mi amigo y maestro don Emilio García Gómez, me dijo: «Ya ve usted, Álvarez, afortunadamente tengo una salud magnífica y mi cabeza perfectamente lúcida. Claro que, por supuesto, esto puede ser cuestión de cinco minutos». Y es así. La Historia es impredecible. Ondoyant, como dice Montaigne. Pero mientras todo sucede, lo que no podemos, no debemos, es dejar ni un segundo de denunciar y combatir la vileza de estas ideologías que están apoderándose del mundo. Es muy difícil destruir esa tela de araña de soberbia ignorante, pero es lo que nos ha tocado. Y en el caso peor, mejor es ser víctima que verdugo.

Sí encuentro respuesta en admirar lo que el ser humano ha sido capaz de crear en su adoración del MisterioJosé María Álvarez - poeta y escritor

–Existe, actualmente, una generación de autores de entornos e ideologías diferentes que reconocen haber hallado la conexión con la religión. Algo está ocurriendo para que en la época de la hipercomunicación el poeta haya vuelto su mirada hacia Dios. Nadie como los artistas ha sabido reflejar la trascendencia de Cristo, la esencia mística…
–Yo esa mirada hacia Dios que usted celebra, la verdad es que hace mucho tiempo que no la descubro en nuestra literatura, ni en la pintura ni en la escultura. No sólo hacia el Dios cristiano, tampoco hacia –salvo qué contadas excepciones– trascendencia alguna. Y el arte sí había sabido cantar el imaginario cristiano con toda la hondura y belleza de sus significaciones. Pero, lamentablemente, parece agua pasada. Y es curioso, cuando en una parte muy grande de las sociedades –quizá en Europa menos– sigue latiendo esa sed que podemos llamar religiosa.
Álvarez en una foto de archivo

Álvarez en una foto de archivoCarmen Mari

Parece que hay una necesidad de buscar respuestas a preguntas esenciales que hemos vuelto a hacernos. Muchos se preguntan dónde está Dios, ¿alguna respuesta?
–Quizá por desgracia, personalmente no. Y digo esto porque bien conozco el inmenso consuelo que la fe ha representado para muchas personas. Pero yo no soy una de ellas. En ninguno de los que he ido siendo, y desde niño, esa fe ha anidado. Creo que soy algo incomprensible entre dos nadas. Pero en lo que sí encuentro respuesta es en admirar lo que el ser humano ha sido capaz de crear en su adoración del Misterio, en las infinitas y extraordinarias formas de esa adoración. Cuando nos postramos ante «eso» que no podemos comprender y le rendimos honores. Sin esa adoración, sobre la que hemos construido lo mejor de nuestras costumbres, no existiría posiblemente el arte. Ni la riqueza que se deriva de nuestras preguntas, incertidumbres… y ¿por qué no? temores.
Afirma que «ser una buena persona, como lo fue san Francisco de Asís, es una de las cosas principales a las que debemos aspirar…»
–Seguramente ese tender a ser una buena persona –aunque no lleguemos a san Francisco de Asís– es lo que todo ser humano digno debería cultivar.
–Podríamos acogernos a Rosa Chacel cuando afirmó «la falta de fe» como uno de los males de época, ¿qué papel juega la espiritualidad?
–A los males de este siglo XXI, que por ahora no hace sino repetir el desdichado siglo XX, y añadiéndole menos inteligencia y más depravación, lo que usted llama espiritualidad creo que le hace poca mella. La gente, en general, está como narcotizada por esta corte de los milagros en que se ha convertido la democracia. Y en esa democracia, el triunfo de lo peor de nosotros, el egoísmo, la insensibilidad, el reino de la mentira, el aplauso a las mayores perversiones, creo que es quien va ganando la partida.

Sin esa trascendencia, desde luego sagrada, no existiría el arte ni seguramente ninguna de las mejores conquistas de la sociedadJosé María Álvarez

Dice que la poesía «es una relación con lo sagrado. Para cada uno tiene «algo» que es excepcional e intransferible», ¿Es momento de volver a la emoción?
–El arte, la poesía… no son más que emoción, encantamiento. Sin eso no existen. Y tengo la sensación de que muchos escritores actuales, y pintores, y no digo la escultura porque eso ya ha muerto de necedad, su única relación es con el fraude, y peor que la estafa es cuando creen que están haciendo algo que merece la pena.
«Mi reino es mi cuarto de trabajo, mi patria es el mundo, no soy creyente pero tengo un muy profundo sentido de trascendencia sagrada». ¿Qué significa esa trascendencia?
–A pensar que sin esa trascendencia, y desde luego sagrada, no existiría el arte ni seguramente ninguna de las mejores conquistas para el vivir de la sociedad. Pero eso no quiere decir que ese sentido de lo trascendente esté vinculado –en unas ocasiones, sí, y en otras no– con una religión determinada. Pero sí con saber que estás creando algo que va más allá de nosotros y que es lo que ha levantado nuestra civilización. Algo que nos une a aquellos pintores rupestres y a lo que esté por venir.
–Cuando Julian Barnes perdió a su mujer dijo «no creo en Dios, pero lo extraño…» y Tierno Galván, agnóstico declarado, cuentan que pidió en su lecho de muerte que lo confesaran «por si acaso», ¿buscamos ese consuelo que no encontramos? ¿confía en que exista algo más allá de la muerte?
–Bueno… Tierno era muy bromista, y seguramente no quería hacer mutis sin dejar algo que contar. Por otra parte, está el ejemplo de don Fabrizio de Salina, como cuenta Lampedusa en El Gatopardo, y eso sí significa orden de vivir, lo que somos, nuestra memoria, y, ¿por qué no?, nuestra humildad, que acaso es sabiduría, ante lo que desconocemos: cuando va el sacerdote en sus últimos momentos, don Fabrizio, que no es creyente, lo acepta porque así debe morir un príncipe. Eso es Civilización.
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