Cinco lecturas sobre la fe cristiana para el fin de semana Cinco recomendaciones de lectura espiritual con las reflexiones sobre la fe, la religiosidad, la oración, el asombro ante la vida y ante Dios de cinco grandes autores Ricardo Franco Madrid 08/07/2022 Actualizada 04:52 Facebook Twitter Whatsapp Whatsapp Enviar por Email «La mayoría de nosotros nos somos capaces de sentimientos sublimes, salvo en raras ocasiones. No siempre somos capaces de sentir amor, asombro, gratitud y arrepentimiento. de ahí que Cristo haya tomado la apariencia de pan para, para que podamos acercarnos a Él sin reparos y, alimentándonos diariamente, asimilándole hasta que sea Él quien actúa en nosotros, podamos entenderle, alcanzarle y amarle mejor. Sí, el pan de Cristo se ha hecho tan sencillo, se ha abajado tanto, que un niño puede comer el Alimento sagrado con amor y agradecimiento. Él mismo dijo que nos escandalizaríamos. Hasta sus amigos más cercanos y queridos se dispersaron huyendo, sin comprender el misterio de la redención, de Cristo que entrega su vida por los hombres (...). Si los que vivían con Él, los que podían verle como hombre, comer, dormir, recorrer con Él todo el país, se sintieron ofendidos y se dispersaron, ¿ cómo voy a intentar explicarte lo que hay en mi corazón? La pregunta es : ¿por qué instituyó Cristo este sacramento de su Cuerpo y de su Sangre? La respuesta es muy sencilla: porque nos amaba y deseaba estar con nosotros. Él nos ha creado y nos ama. Su presencia en el Santísimo Sacramento es la gran prueba de ese amor (...). Pero es difícil entender el amor de Dios por nosotros. Rezamos cada día para crecer en amor de Dios porque sabemos que, si amamos mucho a alguien, todo se nos hace fácil y grato(...). Trabajando por el prójimo es como llegamos a amarle. (...) Y si tú y yo amamos a nuestros hermanos los hombres que yerran, ¿ cuánto más tiene que amarnos Dios a todos? Si nosotros, los hombres, somos capaces como padres de perdonar a nuestros hijos cualquier fallo, cualquier crimen, y trabajar y rezar con perseverancia para que sean mejores ¿cuánto más no nos amará Dios? (...). Después de convertirme, me llevó mucho tiempo darme cuenta de la presencia de la humanidad de Cristo en la Eucaristía. Es el mismo Jesús que caminó por este mundo (...). La humanidad de Jesús está ahí. Jesús está ahí con su Cuerpo y con Su Sangre, con su alma y su divinidad. Es nuestro líder y está siempre con nosotros. ¿Te sorprende que los católicos se llenen de gozo sabiendo que su Líder está con ellos? Cristo es pan sobre nuestros altares, porque el pan es el alimento básico, la cosa más sencilla del mundo, algo que comemos y de lo que nunca nos cansamos. Siempre tendremos pan: de trigo, de maíz, de centeno o de cualquier otra cosa (...) Comemos para sobrevivir. Es lo más básico que hacemos. Para la vida del cuerpo necesitamos alimento. Para la vida del alma necesitamos alimento. Por eso, lo más simple, lo más lleno de amor, lo más cabal que Cristo podía hacer antes de morir, era instituir la Eucaristía (...). Aunque te pasaras el resto de la vida pensando, no se te ocurriría otro modo de que Cristo se quedara más cerca de nosotros».Dorothy Day. Mi conversión. Rialp «El Salvador, que sabe muy bien que somos hombres (...) que cada día tienen que luchar con innumerables debilidades, viene en nuestra ayuda de manera verdaderamente divina. Así como el cuerpo terreno necesita el pan cotidiano, de la misma manera necesita el cuerpo divino de un sustento duradero (...). En nuestra vida tenemos que hacer sitio para el Salvador de la Eucaristía, para que Él pueda transformar nuestra vida en la suya. ¿Significa esto pedir demasiado? Se tiene tanto tiempo para tantas cosas inútiles, para leer tonterías en los libros, revistas y diarios de poca seriedad; para pasarnos horas enteras en los cafés, o para malgastar en charlatanerías un cuarto o una media hora en la calle. Todo esto no es más que disipación en la que derrochamos el tiempo y las fuerzas (...). ¿Es que no es posible ahorrar una hora en la mañana, en la que podamos recogernos en vez de distraernos, en la que no malgastemos nuestras energías, sino que ganemos fuerzas para trabajar durante todo el día? Pero naturalmente se necesita para ello algo más que una hora. Se ha de vivir de tal manera que de esa hora a la otra, que pueda volver a su hora de oración con conciencia tranquila. Ya no es más posible dejarse llevar, dejarse llevar aunque sea sólo cierto tiempo (...) Cada día crece la sensibilidad para percibir lo que le agrada y lo que no le agrada. Si antes se estaba relativamente contento consigo mismo, ahora la cosa cambia. Se encontrará mucho que cambiar (...). Poco a poco uno se hace más pequeño y humilde, se hace paciente y comprensivo frente a la paja en el ojo ajeno, pues la viga en el propio da qué hacer. Finalmente se aprende también a aceptarse tal cual es a la luz inexorable de la presencia divina y abandonarse a la misericordia de Dios, que puede alcanzar todo aquello de lo que nuestras propias fuerzas son incapaces. (...) Vivir eucarísticamente quiere decir así, salir personalmente de la estrechez de la propia vida para crecer en la inmensidad de la Vida de Cristo.Edith Stein. Escritos espirituales. Obras completas vol. V. Editorial Monte Carmelo «Cuando, con indebida prudencia, hablo de Dios, solo hablo de este lado de la vida en el que estoy, y más concretamente de una parte de esa vida que está abandonada y que se parece a un cobertizo de herramientas en el fondo de un jardín. Dios no se queda en la casa del dueño. Se refugia en esa cabaña hecha de tablas lo bastante mal ajustadas como para que se cuele entre ellas el ala de una luz. Aunque yo no sepa nada de él, me resulta imposible hacer como si fuera ajeno a nuestras jornadas más banales. Estas jornadas son libros y esos libros están escritos por él. Rostro, dolor y bondad son sus páginas más ricamente ilustradas (...). No sé qué impide que puedan leerlos la mayoría de los hombres: su ambición o su falta de atención. Su ambición nace de su falta de atención. Cuando miramos apresuradamente algo bello –y todas las cosas vivas son bellas porque llevan en sí el secreto de su próxima desaparición–, nos entran ganas de apropiárnoslo. Cuando contemplamos eso mismo con la lentitud que merece, que pide y que lo protege un instante de su fin, entonces se ilumina, y dejamos de tener ganas de poseerlo: la gratitud es el único sentimiento que da respuesta a esa claridad que entra en nosotros. Por esa razón, el rostro de los muertos, brillando en nuestros corazones como una imagen en el óvalo de un medallón, es el más bello alimento que puede haber para el pensamiento: sabemos perfectamente que los muertos están fuera de nuestro alcance. Nuestro pensamiento, cuando se eleva hacia ellos como el girasol hacia un sol extraño, está absolutamente desprovisto de ambición y nada lo perturba en su trabajo de adoración. El amor a los muertos es lo más luminoso que puede haber. ¿Cómo no íbamos a amar nosotros, los vivos, como amamos, con una pertinencia instintiva, a aquellos cuya voz no se volverá a oír sobre la tierra? Contemplar sin tocar, e incluso sin comprender; los gorriones, lo mismo que los muertos, nos invitan a ello con sus cantos. Bajo mi ventana, en los innumerables brazos del tilo, hay una multitud de Bachs y de Schuberts cuyas obras no escritas me instruyen acerca de lo que es Dios, en el lado de la vida en el que estoy. Para conocer el otro lado, hará falta que, algún día, se aparte la cortina de mi sangre que me impide ver».C. Bobin. Resucitar. Editorial Encuentro «Comienzo en silencio, y al empezar a adentrarme en ese silencio trato de tomar conciencia de mi respiración. Dedico algunos momentos para percibir la presencia de Dios y para respirar profundamente. Agradezco a Dios ese aire que con tanta facilidad doy por descontado y que, no obstante, es la sustancia de mi vida, de toda mi vida; aire procedente de la incesante generosidad de Dios que sostiene la existencia de mi persona y de todo el universo. (...) Mi primer acto consiste en escuchar. Si permanezco quieta, con los ojos cerrados, puedo agudizar la percepción de la diversidad de sonidos que me rodean: sonidos cercanos a mí, sonidos del entorno y sonidos distantes, sonidos que proceden de la tierra y que vienen del cielo (...) ¡Qué milagro de sencillez existe ahí! ¡Y cuán a menudo tiendo a pasarlo por alto en mi ajetreada vida!».«Este es el encantamiento, este el exceso, la maravilla que lo compensa todo. Hacer que lo vulgar comparta su ser con los suelos de dorados mosaicos del gozo». (Francis Thompson)Esther de Waal. Invitación al asombro. Editorial Sígueme. Canterbury press. «Dios es Dios, eternamente Dios, más allá de lo que somos o podemos llegar a ser, gozarse totalmente de lo que Él es. Extasiarse delante de su eterna juventud y darle gracias por Sí mismo, a causa de su misericordia indefectible, es la exigencia más profunda del amor que el Espíritu del Señor no cesa de derramar en nuestros corazones, y es eso tener un corazón puro, pero esta pureza no se obtiene a fuerza de puños y poniéndose en tensión. (...) Es preciso simplemente no guardar nada de sí mismo, barrerlo todo, aun esa percepción aguda de nuestra miseria; dejar sitio libre; aceptar el ser pobre, renunciar a todo lo que pesa, aun el peso de nuestras faltas; no ver más que la gloria del Señor y dejarse irradiar por ella. Dios es, eso basta. El corazón se hace entonces ligero, no se siente ya el mismo, como la alondra embriagada de espacio y de azul. Ha abandonado todo cuidado, toda inquietud. Su deseo de perfección se ha cambiado en un simple y puro querer a Dios».Éloi Leclerc. Sabiduría de un pobre. Ediciones Encuentro Comentarios Please enable JavaScript to view the comments powered by Disqus.
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