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El descendimiento, de Caravaggio

El descendimiento, de Caravaggio

El enigmático fin del Evangelio: ¿Esperaba el sanedrín la resurrección de Cristo?

El pasaje de Mt 27, 62-64 es particularmente misterioso. ¿Por qué el sanedrín envía soldados a la tumba? ¿Por qué el evangelio habla abiertamente de las razones por las que el sepulcro está vacío? ¿Robaron los discípulos el cuerpo? Si los discípulos huyeron atemorizados por los judíos, ¿cómo iban a robar el cuerpo?

Hay un pasaje del Evangelio de Mateo particularmente oscuro y que no se ha entendido correctamente. Se trata de Mt 27, 62-64:

A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato diciéndole: «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: 'A los tres días resucitaré'. Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: '¡Ha resucitado!'. Este último engaño sería peor que el primero».

¿Por qué custodiar el sepulcro?

El Evangelio indica que los altos cargos judíos tenían miedo de que los discípulos de Cristo robaran su cadáver y que, por eso, se dirigieron a Pilatos el día siguiente de la muerte del Nazareno y le pidieron guardias para vigilar la tumba. En efecto, los sacerdotes y los fariseos temían que los seguidores de Jesús volvieran a crear desorden social si conseguían sustraer el cuerpo muerto del sepulcro y divulgaban que había resucitado. Se trataba de prevenir revueltas contra la autoridad política y religiosa por causa del Galileo. O, al menos, eso querían hacerles creer a Pilatos y sus soldados.

¿Por qué no montaron la guardia justo después de la muerte de Jesús el Viernes Santo, que era el contexto lógico con Cristo recién enterrado?

Hay que tener presente que el texto bíblico no simplemente describe, sino que revela. Y lo que revela en este pasaje es que la honestidad de los gerifaltes judíos descrita como cierta es falsa. En realidad, ellos no tenían ningún temor de que el cadáver de Cristo fuera a ser robado. Antes bien, su verdadero miedo derivaba de que sabían que Jesús iba a resucitar realmente y, así, había que hacer algo urgente para impedirlo o, al menos, para disminuir el impacto de la resurrección en el prestigio de la Sinagoga. Así pues, no se mandaron soldados al sepulcro para evitar el robo del cadáver, sino para tener fuerzas capaces de acabar con Cristo cuando resucitara o, en su defecto, para tener testigos oculares que certificaran un evento inventado de antemano por los jefes judíos para desacreditar la resurrección. Tal evento falso sería que los discípulos de Jesús habían robado su cadáver. Ésta es la gran revelación del pasaje analizado: que la Sinagoga sabía que Cristo iba a resucitar y había que vencerlo otra vez de algún modo.

'El descendimiento' de Roger Van der Weiden

El descendimiento de Roger Van der Weiden

Esperaban la resurrección

Ciertamente, el texto señala que los jefes judíos fueron a solicitarle soldados a Pilatos «la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación». La pregunta es: ¿por qué esperaron hasta la mañana siguiente para ir a Pilatos y volverle a pedir soldados que el día anterior estaban a su disposición? Además, aquella jornada era un sábado sacratísimo de estricto descanso para los judíos. ¿Por qué no montaron la guardia justo después de la muerte de Jesús el Viernes Santo, que era el contexto lógico con Cristo recién enterrado y la prudencia exigía vigilancia inmediata en el lugar de los hechos y en la ciudad? Pues porque no existía peligro alguno de que fueran a robar el cuerpo. Verdaderamente, con la tumba sin vigilar, los discípulos podrían haber robado el cadáver la noche del viernes al sábado y haber fingido que había resucitado; frente a un acontecimiento como una resurrección, el detalle de si había acontecido al segundo día o al tercero habría sido irrelevante. Si temían revueltas, era temerario dejar desatendida la tumba, especialmente la primera noche.

Los mandamases judíos que envían a los guardias al sepulcro lo hacen para que derroten al Cristo resucitado

Puede afirmarse que los mandos judíos sabían que Cristo iba a resucitar al tercer día, tal y como él había predicho; de hecho, se alude a este dato y a otros parecidos en los diversos testimonios en el proceso a Cristo el Viernes Santo y en el contexto de la Crucifixión. Por tanto, no se puede interpretar que los sumos sacerdotes habían olvidado las declaraciones de Jesucristo respecto a su resurrección y que las recordaron de golpe la mañana del Sábado Santo, razón por la cual habrían ido a Pilatos corriendo. No.

La Sinagoga envió los soldados a la tumba el sábado porque sabía que el acontecimiento de la resurrección ocurriría al tercer día y era suficiente con ir la víspera; en efecto, no eran necesarios más preparativos o antelación y tampoco dejar la guardia el Viernes Santo, pues los discípulos habían abandonado a su maestro, nadie iba a robar el cuerpo y el riesgo de desorden social era inexistente. De hecho, los seguidores de Cristo podrían haber robado perfectamente el cadáver la noche del viernes al sábado y no lo hicieron, cosa que los ancianos judíos ya sabían, razón por la cual ni se preocuparon de proteger la tumba esa noche.

'Descendimiento', de Jacopo Pontormo

Descendimiento, de Jacopo Pontormo

Por tanto, cuando los mandamases judíos que envían a los guardias al sepulcro lo hacen para que derroten al Cristo resucitado o, en el probable caso de que ello no sea posible, para tener testigos cualificados que divulguen la historia falsa del robo del cadáver. En efecto, se podía camuflar la resurrección de Cristo como sustracción del cadáver, pero debían tener testigos fidedignos que corroboraran el relato. Como no querían creer que Cristo fuera Dios, pero sabían que él era el Mesías (aunque se negaban a reconocerlo), intentaron una solución desesperada: o acabar con Jesús nuevamente cuando resucitara o disponer de testigos presenciales que pudieran desmentir la resurrección.

El culmen de la maldad de la Sinagoga llegó cuando los soldados les contaron a los sumos sacerdotes lo que había acontecido realmente, es decir, que los discípulos ni se habían acercado al sepulcro y que, por el contrario, algo extraordinario había tenido lugar y el cadáver había desaparecido (Mt 28, 1-15). Cualquier mente humana normal se habría quedado atónita al escuchar el relato de los guardias testificando que había ocurrido algo sobrenatural; o, al contrario, cualquiera se habría reído por lo inverosímil del cuento. Pero la mente de las autoridades hebreas era literalmente diabólica y, en vez de asustarse por lo ocurrido o denunciar a los soldados por incompetencia, los sobornan para que no difundan su testimonio y para que divulguen en su lugar la historia falsa de que los discípulos robaron el cadáver mientras la guardia dormía.

El soborno evidenciaba que las autoridades judías ya sabían de antemano lo que los soldados iban a contar

¿Qué explicación tiene? Que los jerarcas judíos sabían que los soldados decían la verdad y no se habían inventado la historia del acontecimiento sobrenatural para encubrir un descuido en su trabajo; de otro modo, los habrían denunciado a Pilatos por negligencia y por inventarse un cuento surrealista para justificarla. ¿Quién soborna a un vigilante nocturno al que le roban lo que ha de custodiar y encima se inventa historias paranormales para disculparse? Nadie. Más aún: es que no tiene ni sentido.

Consecuentemente, el soborno evidenciaba que las autoridades judías ya sabían de antemano lo que los soldados iban a contar y estaban preparadas para actuar con un plan alternativo si no habían podido matar a Cristo nuevamente; tal plan era tener relatos de primera mano para negar ante el pueblo la resurrección mediante pruebas propias de testigos presenciales que, además, eran también autoridad pública. Ciertamente, era ésa otra manera de acabar con Jesús.

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