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20 de mayo de 2024

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Guadalupe Ortiz de LandázuriOpus Dei

Mujer, universitaria y beata: así es la nueva patrona de los químicos

Guadalupe Ortiz de Landázuri fue una de las primeras en estudiar la carrera en España

Cinco años después de la ceremonia de beatificación en su ciudad natal, el 18 de mayo de 2019, el Ilustre Colegio Oficial de Químicos de Madrid y la Asociación de Químicos e Ingenieros Químicos de Madrid han decidido tomarla como patrona para «diferenciarnos del resto de científicos», ha confesado a Ecclesia Íñigo Pérez-Baroja, decano de ambas instituciones. Su patrón es san Alberto Magno, pero querían además «una santa mujer» y surgió el nombre de la beata Guadalupe.
Guadalupe Ortiz Landázuri, nacida en la capital en 1916, fue una de las primeras mujeres universitarias que estudió Química en España y una de las primeras mujeres del Opus Dei. Pérez-Baroja la define como una pionera, pues que «en su promoción en la universidad eran 5 mujeres de 70». Pero también porque «fue una de las primeras mujeres en dirigir una residencia universitaria para mujeres y porque viajó a México para a organizar la primera comunidad del Opus Dei allí».

«Santidad en la normalidad»

La beata es un claro ejemplo de lo que el Papa Francisco denomina «santidad en la normalidad». Vivía la fe en su vida cotidiana, en su profesión, que además era para ella una verdadera pasión. Al terminar de estudiar la carrera en los años 40, se dedicó primero a la enseñanza, y más tarde a emprender proyectos sociales que la llevaron a Bilbao, México y Roma.
Cuando regresa a España en el 56 comienza su tesis, en la que utiliza materiales cotidianos, tal y como señala el decano de los químicos madrileños: «Estudiaba los materiales refractarios –aquellos que pueden alcanzar 1.500 grados de temperatura– a través de las cenizas de la cáscara de arroz».
Lo que la hacía grande sin embargo, no era la química, sino que «cualquiera puede verse reflejado en ella porque era una persona normal, con Dios y la Virgen siempre en la mente para llevar a cabo el día a día», concluye Íñigo Pérez-Baroja. Tras su fallecimiento en 1975, a causa de un problema cardíaco, su fama de santidad se extendió por todo el mundo.
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