El cardenal Francis Leo
El cardenal Francis Leo, un posible «Papa sorpresa» al estilo de Juan Pablo II
El purpurado canadiense, uno de los más jóvenes del cónclave, cobra peso como alternativa entre las diferentes sensibilidades del colegio cardenalicio por sus grandes paralelismos con Wojtyla
Al Espíritu Santo parece que le gustan las sorpresas, al menos en lo que a los cónclaves se refiere. Ocurrió en 2013, cuando Bergoglio fue elegido Papa a pesar de que ningún vaticanista apostaba ya por él. Sucedió, en menor medida, en la elección de Ratzinger, candidato tan evidente que había sido descartado («quien entra Papa en el cónclave, sale cardenal») frente a otros purpurados como Tettamanzi, Maradiaga o el propio Bergolgio. Y sucedió, sobre todo, en aquel 1978 cuando los corresponsales tuvieron que buscar no sólo quién era, sino hasta cómo se escribía el nombre de un tal Karol Wojtyla. Pero, ¿y si 25 años después de la muerte del Pontífice polaco vuelve a haber un «Papa sorpresa»?
De ser así, hay un nombre con grandes posibilidades de ser el nuevo sucesor de Pedro: el purpurado canadiense Francis Leo. Y ojo porque, por su edad, si no sale de blanco dentro de unos días, puede llegar a ser papable en más de un cónclave.
Magnético y sin complejos
«De ningún modo podemos permanecer en silencio ante las injusticias y las diferentes formas de persecución. Debemos amar al mundo, porque Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo único para salvarlo. ¡Pero no nos tenemos que arrodillar ante el mundo!»: esta fue la carta de presentación con que Francis Leo se presentó a sus fieles el día de su toma de posesión como arzobispo de Toronto, en 2023.
Una homilía en la que vendría a sintetizar toda su espiritualidad y su visión pastoral: centralidad de Cristo, auxilio a los pobres y marginados, protección de la familia, salvación y pecado, defensa de la vida y denuncia del aborto, promoción del Magisterio y la Tradición, paternidad espiritual del sacerdote, llamada explícita a la conversión, fecundidad en la vida religiosa, devoción mariana…
Y todo, con una cercanía vigorosa y atrayente, a un tiempo firme y seductora, por ser auténtica y no impostada. Predica los mensajes imperecederos de la Iglesia con un tono nuevo.
Parroquias, seminarios y diplomacia
Nacido en Montreal en 1971, sus padres son de origen italiano. Una procedencia que siempre ha valorado como «una gracia», pues en un país tan secularizado y woke como Canadá, le ha aportado las raíces de una cultura cristiana «que defiende la familia, el trabajo duro y la fe».
Su carrera episcopal ha sido fulgurante, pero no extraña para quienes le conocen. Leo fue ordenado sacerdote en 1996, y su labor pastoral se ha desarrollado entre parroquias, colegios, universidades, capellanías de religiosas, seminarios y direcciones espirituales. Obtuvo un doctorado en Mariología por la Universidad de Dayton, fundó la Sociedad Mariológica Canadiense, y entró en el servicio diplomático vaticano, con destinos como Australia y Hong Kong.
Francisco lo nombró obispo auxiliar de Montreal en 2022 y, en un salto anómalo, arzobispo de Toronto en 2023. Hace sólo unos meses, en diciembre de 2024, fue creado cardenal. También había sido secretario general de la Conferencia Episcopal Canadiense.
«Preferimos la devoción a la astucia»
Denuncia tanto las injusticias sociales como la claudicación frente a la agenda ideológica de occidente. También carga contra la polarización social y contra la pobreza espiritual, que genera soledad y aislamiento.
En una de sus últimas cartas pastorales, afirmaba: «Preferimos a Cristo a la politización, la devoción a la astucia, la gracia al odio, la verdad a la ideología». Palabras desafiantes en la Canadá polite de Trudeau, que sin embargo le han hecho ganarse el respeto de líderes políticos, que se felicitaron en el Congreso de su nombramiento cardenalicio.
Paralelismos con Wojtyla
Como en su día hizo Juan Pablo II, tanto ante el comunismo de la URSS como ante las derivas bélicas o capitalistas de Estados Unidos, el liderazgo pastoral de Francis Leo podría llevar a confrontarse de tú a tú, con tanta libertad como autoridad espiritual, con los poderes temporales. Ya sea con el neoliberalismo trumpista, como con el globalismo de izquierdas. Y sería, como lo fue el polaco para los rusos, un «vecino cercano» para los Estados Unidos y para Europa.
Profundamente mariano, comparte más rasgos similares con Wojtyla. Por ejemplo, su extensa preocupación y formación en pastoral familiar, su compromiso contra los abusos (y también contra quienes pretenden instrumentalizar a las víctimas para dañar a la Iglesia), su cercanía a los jóvenes y su intensa vida de piedad.
Latín, santos y oración
El cardenal Leo reconoce que busca consejo en los Padres de la Iglesia, en la sabiduría monástica y en los santos —lo mismo cita a san Benito que a Fulton Sheen o a Chiara Lubich—; usa el latín en muchas de sus intervenciones, para subrayar la autoridad de la sabiduría milenaria del catolicismo; y gusta de rodearse de personas competentes y de oración para tomar decisiones.
«Creo en el poder de la oración y en el discernimiento ante Dios», dijo al explicar por qué dejó la diplomacia vaticana para regresar a Montreal con idea de servir al pueblo de Dios y entrar como formador en el seminario.
Su figura es tan diferente del resto de cardenales como lo fue Wojtyla en aquellos dos cónclaves de 1978 (el de Juan Pablo I y el que lo elegiría a él). Y la necesidad de encontrar candidatos de consenso ante la actual fragmentación del colegio cardenalicio podría propiciar que él, un hombre tan contrario a la polarización como amante de la Verdad, pudiera ser quien asome, por sorpresa, del balcón central de la Plaza de San Pedro.