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Abel de Jesús

León XIV: los factos frente a las narrativas de izquierdas

La imaginación calenturienta de la izquierda ya está haciendo lo suyo a pleno rendimiento, y en algún titular ya he leído que León XIV es el Papa amigo de los LGTBIQ+. Pero es solo eso: un titular. Un titular, además, bastante creativo

Actualizada 15:26

Analicemos los factos. Antes de hacer cualquier reflexión, los hechos merecen nuestra más atenta consideración. Alejándonos de los hechos, solo daremos alas a nuestra caprichosa fantasía ideológica. La imaginación calenturienta de la izquierda ya está haciendo lo suyo a pleno rendimiento, y en algún titular ya he leído que León XIV es el Papa amigo de los LGTBIQ+. Pero es solo eso: un titular. Un titular, además, bastante creativo, si me preguntan, que intenta poner en marcha una narrativa precoz, bastante alejada de los hechos. Los factos, sin embargo, son los siguientes:

Primero. «¿Robertum? ¿Robert Sarah?» Negativo, se trata de Prevost. Estábamos confusos. Ayer preguntamos a ChatGPT quién iba a salir, media hora antes del Habemus. Entre los doce candidatos favoritos por la IA no estaba, desde luego. El primero de los factos es, sin duda, que no estaba en el top ten de papables.

Segundo. Ha salido al balcón con muceta, estola pontificia y, según vimos después, con zapatos rojos, como Benedicto. Siendo honestos, los católicos millennials estamos living con este facto, porque somos muy superficiales y tradicionales, y nos gusta el lore católico.

Tercero. Ha elegido un nombre tradicional. No es Francisco II ni Frodo I, sino León; como León I, que se enfrentó a Atila en el siglo V, o como León XIII, que se enfrentó a la industrialización en el siglo XIX. Rerum Novarum fue su encíclica más celebrada. Es el pórtico glorioso de la doctrina social de la Iglesia. León XIII, el antecesor del nuevo Papa, fue un Papa muy identitario, dogmático y místico. Reaccionario, según dicen, al final de sus días. Pero es el Papa de los obreros. Social, pero no de izquierdas. Este envidiable equilibrio pontificio puede ser una declaración de intenciones.

Cuarto. Si avanzamos en los hechos sucedidos la tarde de ayer, el siguiente dato es que este casi desconocido leyó su discurso. Esto no es nada frecuente. Incluso Juan Pablo II, que pidió disculpas por su rudimentario italiano, habló espontáneamente en el balcón de san Pedro, a su elección, sin leer. Dominum Robertum Franciscum leyó, lo que revela indudablemente un talante prudente, cauteloso y, si se me permite, un respeto agustino por la palabra. Frente a un Francisco espontáneo, arriesgado, abundante, un León silencioso y fuerte.

Quinto. El discurso. Un nudo en la garganta.

Sexto. Recibo una captura en el grupo de WhatsApp de filósofos amigos. Este hombre ha estudiado matemáticas, dicen. Un Papa científico, como Silvestre II. Es agustino.

Y séptimo. Leo que es doctor en Derecho Canónico. Ningún facto me ha dado más alegría que este. No hay nada tan lesionado en la Iglesia, últimamente, como el Derecho Canónico. A algunas de sus grandes ideas pastorales le sucedían la incertidumbre canónica y la indeterminación pastoral. Además, muchos derechos jurídicos fundamentales, de víctimas y acusados, han sido vulnerados impúdicamente. En España lo sabemos. Un doctor en Derecho Canónico es lo que la Iglesia necesita.

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