Los dos autores, durante su visita a El Debate
Entrevista al sacerdote Isidro Molina y a la psicóloga Cristina Velasco
La advertencia de un cura y una psicóloga: «La fe mal entendida puede derivar en problemas mentales»
Antes existía «una cierta estructura –familia y sociedad– que hacía que las personas se rompieran menos». Hoy, las heridas del hombre son tan profundas que psicología y fe tienen que ir de la mano
Algunos sostienen que la fe y la psicología son antagónicas, irreconciliables o, en el mejor de los casos, siguen dos caminos paralelos que nunca se cruzan. El sacerdote Isidro Molina y la profesora de psicología de la Universidad CEU San Pablo Cristina Velasco no creen que sea así, y lo han plasmado en un libro, Sacerdotes vs psicólogos (Palabra) para mostrar cómo psicología y fe pueden –y deben– ir de la mano.
– Hace unos días, precisamente, dábamos en El Debate una información sobre la escritora Lucía Etxebarría, quien afirma que «si entras en una iglesia destrozado, hablas con el cura y no te cobra 60 euros como un psicólogo»...
– Cristina Velasco: ¡Bueno, ya se cobra más que eso!
Yo creo que las dos ramas, la psicología y la espiritualidad, son complementarias. La dimensión espiritual toca la psicológica, y viceversa. La dimensión psicológica toca la dimensión espiritual. Quizá antes había una cierta estructura –familia y sociedad– que hacía que las personas se rompieran menos. Hoy en día, ante las rupturas familiares, la falta de vínculos y la falta o la carencia moral, las enfermedades mentales están más presentes. Hay una parte psicológica que está dañada, que está rota, y por eso trabajar en coordinación puede ser beneficioso.
Cristina Velasco es Doctora en Psicología por la universidad CEU San Pablo de Madrid
– Isidro Molina: El libro parte de una visión unitaria de la vida. El corazón del hombre es uno. Y para eso se necesita la dirección espiritual, la psicología, todo. ¿Por qué? Porque hay mucho daño, hay mucho mal, hay mucha necesidad. La gente joven necesita un padre, una madre, una madurez, un adulto, para que puedan crecer y ser fecundos. Y tanto la psicología como la espiritual sirven para esto, para la fecundidad, para la vida.
— Pero usted, padre, como sacerdote, cuando una persona viene a hablar con usted y percibe que algo chirría, ¿le deriva a un psicólogo?
— I.M.: Cuando uno identifica una inconsistencia o una debilidad afectiva o familiar que no puede gestionar, recurrir a un psicólogo que tenga esta visión unitaria de la vida, y una visión católica, ahí sí que es verdad que hay que trabajar conjuntamente.
— Cristina, ¿y los profesionales de la psicología tienen esa misma apertura? Hay psicólogos que incluso desaconsejan hablar con un sacerdote...
— C. V.: Las corrientes psicológicas actuales están bañadas de corrientes anticristianas y católicas. Esa es la pega a veces: encontrar un psicólogo que conciba el ser como unitario y, de alguna manera, que entienda que no podemos desvincular nuestra fe de nuestra psique, de nuestro físico, de todo lo nuestro. Si por parte del paciente hay esa inquietud, creo que siempre tenemos que acompañarla, e incluso nosotros podemos ser, providencialmente, un vínculo para esa persona y llevarla a un sacerdote o acercarle a la fe.
En el mundo de los psicólogos católicos, o de los profesionales que entendemos esta visión de la vida, nos es más sencillo hablar de ello. Tampoco es algo complejo.
Cada uno en su campo
— Entiendo que es importante, no pisarse la manguera entre el sacerdote y el psicólogo...
— C. V.: ¡Claro! En el libro damos muchos ejemplos de situaciones prácticas. Una persona, por ejemplo, con tema vocacional. Yo la puedo ayudar en la parte psicológica de toma de decisiones, o de miedos que pueda tener, dificultades afectivas, dificultades relacionales, que también es algo que en la terapia se aborda mucho. Con el sacerdote abordará la cuestión vocacional más pura. Es decir: Dios me llama a esto.
El sacerdote Isidro Molina
— I.M.: La dirección espiritual no solamente es tu vida delante del Sagrario o ante los sacramentos, sino toda tu vida: familiar, amistades, vínculos, todo. La vida espiritual es toda la vida.
— C. V.: El director espiritual, en ese sentido, es mucho más completo que el psicólogo. ¿Por qué? Porque el psicólogo sí que es verdad que está más limitado en esa frontera. Por ejemplo, yo he tenido algún paciente con alguna cuestión espiritual que se escapa de tu ámbito psicológico, porque no eres sacerdote, no acompañas a las almas. Ahí es cuando, ojalá, los psicólogos fueran capaces de decir: Oye, tienes esta cuestión espiritual concreta, quizás puedas tener la ayuda de un sacerdote.
— Imagino que habrá muchos psicólogos a los que ni se les pasará por la cabeza mandar a un paciente a un sacerdote, como tampoco a un rabino o a un pastor evangélico...
— C. V.: Ahí es muy importante la madurez o la realidad de ese paciente. Tiene que haber una cierta inquietud por su parte de abordar ese tema. Cojamos el tema del sentido de la vida. ¡Es tan variado para todos! Pero, desde mi visión cristiana o católica, para mí el sentido de la vida está claro. Como decía el padre Isidro, no podemos separarlo, no podemos fragmentarlo.
— I.M.: Vivimos un ambiente muy fragmentado, donde no se propone una unidad de vida más allá del constrúyete a ti mismo o el individualismo atroz, y eso deja cadáveres. En el libro describimos ese ambiente general, y cómo la acción espiritual y la psicológica pasan por reconstruir un mundo herido, un corazón herido, y generar una vida cristiana, una cultura cristiana, que empieza por el cuidado del alma, del cuerpo, de la vida. Porque, al final, la madurez es dar vida. Ante la dificultad hay que unir fuerzas, reparar, construir y encomendarse a lo divino y lo humano...
— Hay un capítulo en su libro que me parece muy potente: La fe mal entendida puede ser una dificultad a nivel de salud mental. ¿A qué se refieren con con este capítulo?
— C. V.: En ese capítulo tratamos de reflejar las dificultades que a veces encuentran algunas personas con el propio proceso de creer. Por ejemplo, una persona que quiera ser muy buena, que quiera ser santa, que tenga su director espiritual, que rece... Sin embargo, tiene muchos escrúpulos. O, por ejemplo, que tenga mucho miedo de ir al infierno. Eso puede estar causado por una cuestión espiritual que hay que abordar, acompañar, pero también puede ser que haya una cuestión obsesiva, o de una personalidad muy rígida, de un exceso de perfeccionismo. Es decir, cuestiones en su psicología que pueden estar dificultando su vida de fe.
Los autores del libro, durante la entrevista
— I.M.: Ese peligro son derivas de una fe malentendida. Por un lado, un exceso de sobrenaturalidad que desprecia la vida, el esfuerzo, la virtud, el cuerpo y hace daño a la fe. Po otro, un exceso de racionalización, de tirar de verdades dogmáticas en la que uno se refugia y puede parecer que es adulto en la fe porque tiene una posesión certera de verdades, pero que no han pasado por el alma. Esos dos excesos, esos dos modos de entender la fe, pueden distorsionar la vida espiritual.
La manipulación espiritual
– Es cierto que hay gente muy herida tras su paso por la Iglesia y que abandona completamente la fe. En ocasiones se ha llegado a decir eso de que si abandonas tu vocación pones en peligro tu salvación eterna. Eso, claro, rompe a la persona y la aleja de Dios...
I.M.: San Pablo, en su carta a los romanos, creo que en el capítulo 12, hay una frase que dice que el esquema mata el alma. Es decir, es verdad que hay que tener una estructura. Pero el esquematismo, que somete la realidad a tu esquema, hace daño. Por ejemplo, en el tema vocacional, cuando crees que la vocación es desempeñar un rol y no responder a la voluntad de Dios, que está en tu vocación, en el bautismo, en la santidad, pues ahí toca un camino de reparación y de sanación, porque después la vida es muy compleja, y se puede romper en muchos momentos. Por eso Cristo no se cansa de decirnos el Evangelio que hay que volver al origen, volver al origen, para reparar y reconstruir desde ahí. ¿Por qué? Porque hay muchos modos de hacer nuestro esquema y también de reducir la vida vocacional: El sacerdocio es este modelo, la vida matrimonial es este modelo... Y eso no es solamente la vocación, es una expresión de una consecuencia de un amor primero.
– C. V.: La diferencia entre un psicólogo católico y uno que no lo es probablemente es que nosotros, en el otro, vemos al prójimo, estamos viendo a Cristo, y eso hace que la terapia sea distinta, porque creemos en la redención, en la posibilidad de que esa persona cambie. No hay un determinismo.
– Los dos trabajan en la universidad CEU San Pablo, pero, ¿cómo surgió la idea del libro?
– C. V.: Ha sido todo providencial. Casual, no, porque creemos, pero sí providencial. Nos contactaron hace un año y medio o dos años desde la revista La Antorcha, y ahí propusieron hacernos una entrevista que ni preparamos... Era para hablar de cuestiones relacionadas con dirección espiritual y psicología. De ahí nos contactaron desde la editorial Palabra para ofrecernos la posibilidad de escribir un libro sobre ese tema, porque les parecía novedoso, algo que no se había tratado y que genera dificultad de entender. Y ahora acabamos de publicar Sacerdotes vs psicólogos...