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Poesía de Navidad 2025
Fernando Carratalá

Lucas Fernández, el autor dramático de piezas populares navideñas

Lo que resulta más sorprendente es la facilidad conceptual y versificatoria, así como sus conocimientos bíblicos, con que ha resumido las principales doctrinas que sustentan las creencias de los cristianos

Una de las primeras copias de la "Farsa"

Una de las primeras copias de la «Farsa»

Con el villancico reproducido, Lucas Fernández finaliza su Égloga o Farsa del Nacimiento de Nuestro Redentor Jesucristo. Según sus propias palabras:

En la cual se introducen tres pastores y un ermitaño. Los cuales son llamados: Bonifacio, Gil, Marcelo y el ermitaño, Macario. Entra primero Bonifacio, alabándose y jatándose de ser zagal, muy sabido, y muy polido y esforzado, y mañoso y de buen linaje. Y entra Gil, el cual gelo contradice y disfraza. Y el tercero recitador es Macario. Entra para darles esposición del nacimiento. Y el cuarto es Marcelo. El cual viene muy regocijado a contarles cómo es nacido ya el Salvador. Y finalmente se van todos a adorar cantando el villancico que en fin es escrito, en canto de órgano.

Y este es el mencionado villancico (versos 601-646):

Égloga o Farsa del Nacimiento de Nuestro Redentor Jesucristo

Verbum caro factum est
alleluya,
et habitauit in nobis
alleluya, alleluya.

Manifiesto a todos sea
quest'es nuestro Dios eterno,
nacido chiquito y tierno
de una virgen galilea.
Luz del pueblo de Judea, 5
salvador y guarda suya.
Alleluya, alleluya.

Ab eterno fue engendrado
este verbo divinal.
Hoy del vientre virginal 10
nació de carne humanado.
Nuestra flaqueza ha esforzado
con la suma bondad suya.
Alleluya, alleluya.

Procedió bien como esposo 15
de su tálamo real.
Su majestad celestial
nos muestra muy amoroso.
Hoy destruye al envidioso
con toda la maldad suya. 20
Alleluya, alleluya.

Este's el Dios de Dios vero.
Este's lumbre de la lumbre,
que quita la servidumbre
agora hecho cordero. 25
Este, puesto en el madero,
hará al demoño que huya.
Alleluya, alleluya.

Este's el Dios de Abrahán,
Dios de Isac, Dios de Jacó, 30
y el Dios quel mundo formó
sin trabajo y sin afán.
Goce, gócese ya Adán,
pues dio sin la culpa suya.
Alleluya, alleluya. 35

Y ansí todos nos gocemos
con este gozo profundo.
Hoy se goce todo el mundo
pues que a Dios con nos tenemos.
Toda maldad desechemos. 40
La ponzoña se destruya.
Alleluya, alleluya.

Lucas Fernández (1474-1542), además de músico y poeta, fue, junto con Juan del Encina, el promotor del primitivo teatro castellano, iniciado en Salamanca, y en cuya catedral prestó servicios como músico y organizador de fiestas y espectáculos religiosos. Escribió Siete farsas y églogas al modo pastoril, cuatro de las cuales son de tema profano: una comedia, dos farsas o cuasi comedias, y un diálogo para cantar, que podría considerarse como un antecedente de la Zarzuela; y a ellas hay que añadir tres piezas teatrales sacras: dos Églogas de Navidad y un Auto de la Pasión.

El árbol de la vida. Mosaico del siglo XII.
Basílica de San Clemente, en Roma

El árbol de la vida. Mosaico del siglo XII. Basílica de San Clemente, en Roma

La Égloga o Farsa del Nacimiento de Nuestro Redentor Jesucristo debió de escribirse hacia 1500, pues en ella se hace alusión al jubileo secular o año santo de Roma. Y es de suponer que se representaría en el interior de la catedral de Salamanca, dada la referencia al canto de órgano y a elementos de tipo litúrgico.

Cuando Lucas Fernández dice que el villancico está escrito en «canto de órgano», se está refiriendo a la polifonía vocal, muy característica del Renacimiento, aunque su origen se remonta a las melodías del canto eclesiástico cristiano medieval, denominado canto llano desde el siglo XII.

Y antecediendo propiamente al villancico, el autor transcribe, en latín, un fragmento del Evangelio de San Juan (1:14). Este es el correspondiente texto en castellano: La palabra se hizo carne, / aleluya, / y habitó entre nosotros, aleluya, aleluya; (y sigue el texto de san Juan: Y vimos su gloria que corresponde al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad).

Y en cuanto a la interjección «aleluya», proviene del latín tardío halleluia, y este del hebreo hallĕlū yăh ('alabad a Jehová'); y se emplea por la Iglesia cristiana en demostración de júbilo.

Las seis estrofas

El villancico se compone de seis estrofas de siete versos octosílabos, todas las cuales se cierran con la interjección duplicada «alleluya». La primera de las estrofas fija el esquema de rimas consonantes que se repetirá en todas ellas, si bien las rimas son diferentes, con alguna excepción: riman los versos primero con cuarto y quinto; segundo con tercero; y sexto con séptimo; de acuerdo con la ya clásica distribución «mudanza/vuelta»: [abbaa / cc]. Nos limitamos a desarrollar las rimas de la primera estrofa y ofrecemos el esquema de las restantes.

Primera estrofa: /-éa/ (verso 1: «séa» [a]), /-érno/ (verso 2: «etérno» [b]), /-érno/ (verso 3: «tiérno» [b]), /-éa/ (verso 4: «galiléa» [b]), /-éa/ (verso 5: «Judea» [a]), /-úya/ (verso 6: «súya» [c]), /-úya/ (verso 7: «allelúya» [c]).

Segunda estrofa: [deedd / cc]. Los versos 9 y 10 son agudos: «divinál/virginál».

Tercera estrofa: [feeff / cc]. Los versos 16 y 17 son agudos y reiteran las rimas agudas de los versos 9 y 10: «reál/vcelesdtiál».

Cuarta estrofa: [ghhgg / cc].

Quinta estrofa: [ijjii / cc]. Los versos 29, 30, 31, 32 y 33 son agudos («Abrahán/Jacó/formó/afán/Adán»).

Sexta estrofa: [kllkk / cc].

Para las rimas consonantes, Juan del Encina se ha servido fundamentalmente de adjetivos («eterno, tierno, galilea» -estrofa primera-; «engendrado, divinal, virginal, humanado, esforzado» -estrofa segunda-; «real, celestial, amoroso, envidioso» -estrofa tercera-; «vero» [desusado: «verdadero»] -estrofa cuarta-; «profundo» -estrofa sexta-. Y solo en esta última estrofa ha recurrido a rimas con formas verbales (primera persona del plural del presente de subjuntivo con valor exhortativo: «gocemos, tenemos, desechemos»).

En la primera estrofa se pone de manifiesto que ese niño «nacido chiquito y tierno» (verso 3) es el «Dios eterno» que todos reconocen como tal (verso 2); y que nació de María virgen, doncella oriunda de Galilea, convertida en «luz del pueblo de Judea» (verso 5) y en su salvaguardia (verso 6). Recordemos que, en época romana, Galilea era una de las zonas en que se dividió el reino de Judea, y que allí, según el Nuevo Testamento, vivió Jesús y obró varios milagros públicos. La estrofa concluye con la alabanza a Dios, bajo la forma interjectiva «Allellya, alleluya» (verso 7).

La fragilidad humana

La segunda estrofa comienza con el latinismo «Ab [a]eterno», es decir, «Desde la eternidad»; y a partir de ahí (versos 8-11) se resumen el misterio de la Encarnación: haber tomado carne humana el Verbo Divino en el seno de la Virgen María (a la que no se la llama por su nombre, aunque se aluda a ella el verso 10: «Hoy del vientre virginal»). Este hecho, concebido como acto supremo de amor (verso 13), infunde ánimos (verso 12: «ha esforzado») a la fragilidad humana (verso 12). Y de nuevo se entona el «Alleluya, alleluya» como canto de alabanza a Dios (verso 14).

En la tercera estrofa, el «nacido chiquito y tierno» (verso 3) recibe ahora la consideración de «majestad celestial» (verso 17), proclamando su realeza en su Encarnación, considerado nuevamente (verso 18) como una manifestación de amor al ser humano (tal y como recoge el Credo de Nicea-Constantinopla: «Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre»); y, por tanto, la maldad del codicioso, que es lo más opuesto a la generosidad, queda aniquilada (versos 19-20). La alabanza a Dios del verso 21 («Alleluya, alleluya») culmina la estrofa.

La estrofa cuarta arranca con dos versos que remiten al Credo de Nicea-Constantinopla (Concilio de Nicea I -año 325-, ampliado en el Concilio de Constantinopla -año 381-), y que constituyen una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana: «Dios de Dios, Luz de Luz, / Dos verdadero de Dios verdadero» (versos 22-23: «Este's el Dios de Dios vero. / Este's lumbre de la lumbre». Es el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (afirmación de Juan el Bautista, recogida en el Evangelio de san Juan, 1:29); y así se proclama en los versos 24-25; la palabra «servidumbre» habría que entenderla como «la sujeción causada por las pasiones o afectos que coartan la libertad; por lo que se podría identificar con 'pecado'», si a esta otra palabra se le da el significado de «cosa que se aparta de lo recto y justo»). La crucifixión de Jesús («puesto en el madero») y su posterior expiración implica la huida del demonio, expresado en lenguaje simbólico-teológico (versos 26-27).

La opinión de Beda el Venerable

Al emplear el vocablo «madero» se produce una sinécdoque del material por el objeto, ya que la cruz en que Cristo fue clavado era de madera. [Beda el Venerable, monje benedictino que vivió entre los siglos VII y VIII y que fue declarado Doctor de la Iglesia por León XIII en 1899, era de la opinión de que la Vera Cruz estaba compuesta por cuatro diferentes tipos de madera: la inscripción (Tttulus crucis), de boj; el madero vertical (stipes), de ciprés; el travesaño (patibulum), de cedro; y la parte por encima de la inscripción, de pino]. La estrofa se cierra con el canto de alabanza a Dios («Alleluya, alleluya», verso 28).

En los versos con los que se inicia la estrofa quinta, a Dios se le llama «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob», tal y como se recoge en el Antiguo Testamento (Éxodo, 3:15); y en clara referencia a Jesucristo como Dios encarnado (Nuevo Testamento, Hechos de los Apóstoles, 3:25-26); y a continuación, en los versos 31-32, se añade «y el Dios quel mundo formó / sin trabajo y sin afán» (según se recoge en el Antiguo Testamento, y en concreto en el Génesis, en el que la narración de la creación del mundo se convierte en la cosmogonía tanto del judaísmo como del cristianismo).

Más aún, la Biblia responsabiliza a Adán de la caída de la humanidad porque comió el fruto -prohibido por Dios- del árbol del conocimiento del bien y del mal; y en el Nuevo Testamento será precisamente Jesucristo quien pague en su persona el pecado cometido por Adán y redima a cuantos reciban la salvación que ofrece. Esta sería la posible interpretación de los versos 33-34, poniendo en relación el Antiguo y el Nuevo Testamento: «Goce, gócese ya Adán, / pues dio sin la culpa suya». Remata la estrofa, otra vez, la alabanza a Dios: «Alleluya, alleluya» (verso 35).

Y en la sexta y última estrofa, el gozo por la Encarnación del Cristo de la Redención se extiende a los presentes (a los tres pastores y al ermitaño) y a todo el mundo (versos 36-39). Para que ese gozo sea más intenso, se recurre a la figura retórica conocida con el nombre de políptoton (tipo de derivación en que se emplean palabras de la misma raíz, pero diferenciadas en los morfemas flexivos): «gocemos/gozo/goce» (versos 36, 37 y 38). Con lo cual, la «maldad» -entendida como «perversión»- y la «ponzoña» -aquello que es nocivo para la vida- se desechan y destruyen (versos 40-41). [Adviértase la fuerza significativa que los prefijos «dis-» (separación) y «de-» (separación, privación) aportan a las raíces de las palabras «desechar» (dis-+latín iactare) y «destruir» (< de-+latín struere)]. Y así, con la reiterada alabanza a Dios («Alleluya, alleluya» -se pone fin a la composición (verso 42).

Y lo que resulta más sorprendente es la facilidad conceptual y versificatoria, así como sus conocimientos bíblicos, con que Lucas Fernández ha resumido las principales doctrinas que sustentan las creencias de los cristianos.

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