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FeIipe Vallejos Molina

Felipe Vallejos Molina se negó a abandonar su parroquia para ponerse a salvo

Fue martirizado en la Guerra Civil

Felipe Vallejos Molina, el corresponsal de El Debate en Jaén que hoy será proclamado beato

Coadjutor de la parroquia de Porcuna en 1936, siguió distribuyendo el periódico cuando los vendedores locales se negaron a hacerlo amenazados por los milicianos

«Fue corresponsal en Jaén del periódico católico El Debate, y cuando los vendedores locales se negaron a su reparto, él lo hacía directamente, expuesto a las represalias de los gobernantes del tiempo». Así recogen los testimonios de la época el valor del sacerdote Felipe Vallejos Molina, y así fue, efectivamente, represaliado a los 46 años de edad, cuando la Guerra Civil llevaba cinco sangrientos meses de curso.

En la mañana de este sábado, el cardenal Marcello Semeraro presidirá en la catedral de Jaén una solemne misa en la que serán elevados a los altares Felipe Vallejos Molina y 123 compañeros mártires más que fueron asesinados en esa provincia in odium fidei entre 1936 y 1938.

Antonio Aranda Calvo, canónigo de la catedral jienense y expárroco de Porcuna (localidad donde ejercía su sacerdocio Vallejos Molina cuando fue apresado), reunió en un opúsculo publicado en 2011 las biografías de seis sacerdotes del municipio que fueron asesinados durante la Guerra Civil por odio a la fe. Entre ellos aparece el testimonio del corresponsal de El Debate, que se encuentra enterrado en una cripta de la que fuera su parroquia, Nuestra Señora de la Asunción.

Se trataba de un «virtuoso sacerdote, infatigable luchador y maestro de la juventud de Porcuna, a la que atendía y dedicaba su existencia, no sólo en el cuidado de su cultura sino en el de su alma». «En colaboración con el no menos virtuoso sacerdote y maestro nacional don Francisco Santiago Millán, colaboraba para que la cultura llegara a los más humildes, dando clases nocturnas y gratuitas para trabajadores adultos, en la propia sacristía de la parroquia», prosigue la biografía.

FeIipe Vallejos Molina

FeIipe Vallejos Molina

Había nacido en ese mismo pueblo en 1891, e ingresó en el seminario en 1901, con apenas 10 años de edad. Pero era lo que el niño Felipe deseaba, y allí permaneció durante 13 años, dedicado al estudio de las Humanidades, la Filosofía, la Teología y los Cánones. Se ordenó sacerdote en 1914 y, siguiendo la práctica frecuente de aquel tiempo, fue destinado muy pronto a su propio pueblo de Porcuna. Allí fue capellán y confesor de las monjas dominicas, hasta que fueron expulsadas en 1936. «Desaparecería aquel centro de cultura, espiritualidad y vida cristiana que, durante más de 370 años, lo fue para Porcuna y pueblos circundantes», refiere el biógrafo. En su lugar hoy existe el Teatro Municipal.

«Era alto, fuerte y con mucha energía; afable y bondadoso; visitaba a enfermos y ayudaba a los necesitados; era una excelente persona y un buen sacerdote; enseñaba a niños y jóvenes en la escuela parroquial, instalada en la misma sacristía de la parroquia», detalla su biografía. También, dado que en la escuela pública se había prohibido la religión, «organizaron la catequesis en San Francisco y los niños iban gozosos y besaban su mano cuando se encontraban con él».

La obra de Antonio Aranda Calvo que recoge la vida del mártir

La obra de Antonio Aranda Calvo que recoge la vida del mártir

Cuando estalló la guerra, «se le indicó que huyera del pueblo, pero él decía aceptar la Voluntad de Dios; llevó a casa de una vecina los libros y vestiduras sagradas y un Niño Jesús, pues temía que lo destrozaran, dado el odio que se había despertado contra lo religioso». Su muerte estuvo precedida, como la de los otros 7.000 sacerdotes asesinados durante la persecución religiosa de los años 30 del siglo XX en España, de torturas atroces e inhumanas: «Prisionero en la misma sacristía de la parroquia, habilitada para cárcel, después estaría también en la torre; se mofaron de él y maltrataron, en las palizas le llegaron a saltar un ojo». «Le exigían que profanara un crucifijo y él se negaba a ello y les recriminaba sus acciones», agrega. Se dice que, después de una paliza, «le dieron yodo con una brocha, para que sufriera más. Llegó a confesar a los compañeros de prisión que después murieron con él».

Perdió un ojo

Fue asesinado el 14 de diciembre de 1936 y enterrado en una fosa común. Terminada la contienda fratricida, sus restos fueron trasladados a una capilla, que hoy lleva el nombre «de los Mártires» en la parroquia de la Asunción, donde permanecen junto a los de 26 seglares más. «A Don Felipe, aseguran, le mataron porque era sacerdote y por la labor que llevaba, anunciando y propagando la religión católica. Antes de morir perdonó a los que le hacía mal», señala su biógrafo.

En el periódico La Unión, de Sevilla, del 30 de marzo de 1937, se publicó esta noticia: «Felipe Vallejo Molina, de 46 años de edad, sacerdote y de Renovación Española, fue detenido y apaleado hasta creerlo muerto. Pasó al hospital, donde perdió un ojo a consecuencia de las palizas que le dieran. Algo repuesto, pasó a su domicilio, de donde lo sacaron para ser asesinado con sus compañeros de prisión».

A partir de hoy, el sacerdote y corresponsal de El Debate en Jaén se convertirá en beato para toda la Iglesia universal.

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