La originalidad temática de los sonetos navideños de José Manuel Caballero Bonald
Los versos 5 y 6 centran la base temática del texto: el embarazo de la Virgen María y su virginidad, por obra y gracia de Dios
Piero della Francesca: «La Madonna del parto».
José Manuel Caballero Bonald (1926-2021), «encasillado» en los manuales de literatura dentro de la Generación del 50, muy a su pesar, es autor prolífico y polifacético -poesía, novela, ensayo-; pero, ante todo, es poeta con cierta tendencia al barroquismo y un escrupuloso manejo del lenguaje, del que sabe extraer todas sus posibilidades expresivas, en busca de la mayor eficacia comunicativa; un poeta que concibe la poesía como «una forma de defensa contra las ofensas de la vida».
Estas son algunas de sus obras poéticas más destacadas: Las adivinaciones (1952; accésit del Premio Adonáis, 1951), Las horas muertas (1959; Premio Boscán, 1958 y Premio de la Crítica de Poesía Castellana, 1960), Descrédito del héroe (1977, Premio de la Crítica de Poesía Castellana, 1977), Manual de infractores (Premio Nacional de Poesía, 2006), La noche no tiene paredes (2009, libro en el que reivindica la necesidad de dudar, porque según sus propias palabras, «El que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil»), Entreguerras (2012; libro constituido por un único poema autobiográfico que se aproxima a los 3000 versículos, sin rima ni metro prefijados, y sin signos de puntuación, salvo exclamaciones e interrogaciones), Desaprendizajes (2015). En palabras de Pere Gimferrer, «El verdadero tema de la poesía de Caballero Bonald es el lenguaje, en la medida en que el lenguaje se revele susceptible de ser a la vez condición y vehículo del conocimiento».
Así se justifica que Caballero Bonald haya escrito poesía de manera infatigable, porque componer poesía siempre le ha hecho sentirse joven. De hecho, el prolífico Caballero Bonald, al cumplir los 80 años, declaraba: “El permanecer en la brecha te rejuvenece. El que no se queda callado, el que iguala el pensamiento con la vida, tiene ya mucho ganado para rejuvenecer» (y, desde luego, el poemario Entreguerras así lo confirma, ya que hay que tomar el título en su literalidad: «luchas interiores para ir soldando lo que se vive con lo que se escribe»). Y Caballero Bonald siguió escribiendo hasta el 2018, tres años antes de su muerte, ocurrida a los 94 años.
En 1998 se constituyó la Fundación Caballero Bonald. Los tres intentos para que ingresara en la RAE fueron inútiles. En cambio, en el 2012 fue galardonado con el Premio Cervantes.
Las incursiones de Caballero Bonald en la poesía religiosa han sido excepcionales. De ahí el interés que tienen -en sus comienzos poéticos- los dos sonetos relativos a la Natividad, tanto por su originalidad en el tratamiento de los temas -el embarazo de María: «Aposento de Dios fue su regazo»; y la primera nutrición del Niño: «El Hijo de hidromieles se vio lleno»-, como por el manejo del soneto de corte clásico (según el esquema ABBA /ABBA / CDE / CDE) en un escritor que evolucionará hacia formas menos ortodoxas en el terreno métrico. Estos son los dos sonetos.
Natividad
bajo la carne rubia de la estrella,
¡qué limpio para el seno de doncella
que esperaba el temblor del embarazo!
Aposento de Dios fue su regazo 5
y así quedó sin mancha el Vientre de Ella;
puro más que las aguas que por huellas
dejan sólo un rumor tras de su abrazo.
Virgen en su divino alumbramiento,
como la nieve inmaculada, pudo 10
nutrir al Pan y alimentar al Río.
Oh cándida morada del adviento,
donde el Hijo creció, lirio desnudo,
y Dios fue como gota de rocío.
Dios y la Virgen: las piedras angulares
Este soneto se publicó en el número 24 (1953) de la revista Alcaraván, editada Arcos de la Frontera, y dirigida por Julio Mariscal, Cristóbal Romero, los hermanos Murciano et alii. Alcaraván era una revista hecha literalmente a mano, y de muy escasa tirada, en la que un grupo de amigos de Arcos de la Frontera y de su entorno geográfico publicaba, desde una perspectiva puramente lúdica, sus poemas, sin especiales pretensiones literarias, por lo que la repercusión de esta revista en el panorama de las letras españolas fue nulo. El interés del poema en la actualidad, entre otras razones de fundada calidad literaria, estriba en que «nunca más volvió a ver la luz», por lo que puede resultar desconocido para los amantes de la buena poesía.
Leído desde un punto de vista formal, puede sorprender lo bien que ha asimilado Caballero Bonald es estilo garcilasiano a la hora de concebir el soneto. Por ejemplo, el 40 % de los endecasílabos son enfáticos, lo que implica acentuación extrarrítmica en la primera sílaba y, por tanto, una mayor relevancia expresiva de la palabra inicial: versos 1 («Blánco pañál de Enéro en el ribázo»), verso 3 («qué límpio para el séno de doncélla»), verso 7 («púro más que las águas que por huéllas»), verso 8 («déjan sólo un rumór tras de su abrázo»), verso 9 («Vírgen en su divíno alumbramiénto») y verso 12 («Óh cándida moráda del adviénto»); o por ejemplo, son reseñables la antirritmia que se produce en los versos 3 («¡qué limpio para el seno de doncella»), 12 («Óh cándida morada del adviento), 13 (“donde el Hijo creció, lírio desnudo») y 14 («y Diós fué como gota de rocío»); o por ejemplo, el cambio a acentuación sáfica de los endecasílabos 10 («como la niéve inmaculáda, pudo») y 11 («nutrir al Pán y alimentár al Río»). Y si reparamos en el número de acentos empleados y dónde están situadas las palabras que los portan (51 acentos en total: 14 y 16 en los cuartetos 1 y 2, respectivamente; y 10 y 11 en los tercetos primero y segundo, respectivamente), comprobaremos la eufonía que recorre el soneto de arriba abajo; una eufonía a la que contribuye, en algún caso, la aliteración, como ocurre con las dentales del verso 12: «Oh cándida morada del adviento».
Y si importante es la rítmica, no lo es menos el fondo conceptual del soneto, acrecentado con bellísimas imágenes que demuestran el dominio que el poeta tiene del léxico. Los versos 5 y 6 centran la base temática del texto: el embarazo de la Virgen María y su virginidad, por obra y gracia de Dios («Aposento de Dios fue su regazo / y así quedó sin mancha el Vientre de Ella»). De aquí que Dios y la Virgen sean las piedras angulares que sustentan el soneto, hasta llegar al Hijo engendrado (que presente en todo él, se explicita en el verso 13). «Dios» hace acto de presencia en el verso 5 (en la posición más relevante del endecasílabo, ocupando la sexta sílaba métrica), y al comienzo del verso final, como coronamiento de su obra portentosa: «y Dios fue como gota de rocío».
Y aun cuando en el primer cuarteto ya se alude metafóricamente a la Virgen (verso 2, «carne rubia»; verso 3: «seno de doncella»), y en el verso 5 se hace referencia a «su regazo», es en el verso 6 donde ya se habla no solo de su virginidad («quedó sin mancha el Vientre»), sino de la propia María, a la que se menciona mediante el pronombre personal de tercera persona en su forma tónica de sujeto, y con inicial mayúscula en señal de respeto: «[el Vientre de] Ella»]; y, de nuevo en el verso 9 se proclama su virginidad, y de hecho el nombre «Virgen» encabeza el endecasílabo: «Virgen en su divino alumbramiento»); y, finalmente, María es [ha sido] la «morada del adviento» (verso 12; en referencia al tiempo litúrgico de preparación de la Navidad, en las cuatro semanas que la preceden).
Finalmente, el Hijo que ha crecido en el vientre de la madre -esa «cándida morada»-, se convierte en «lirio desnudo» (versos 12 y 13); y, de esta manera, la blancura que se atribuye al vientre de la madre («morada», con epíteto antepuesto) y al «Hijo-lirio» (ambos nombres en aposición, el segundo de los cuales lleva pospuesto el adjetivo), simbolizan el concepto de pureza que recorre el soneto, desde la primera palabra («blanco») hasta la última («rocío»). En efecto, «blanco» es el «pañal […] limpio para el seno de doncella» (versos 1 y 3); «quedó el vientre de Ella / más puro que las aguas» (versos 6-7); el divino alumbramiento de la Virgen es «como la nieve inmaculada» (versos 9-10, con la inclusión de un símil altamente expresivo).
Y de aquí pasamos a la adjetivación empleada, que no desentona con el ámbito conceptual construido: «Blanco pañal» (verso 1), «carne rubia» (verso 2), «pañal […] limpio» (versos 1 y 3), «Vientre / puro (versos 6-7), “divino alumbramiento» (verso 9), «nieve inmaculada» (verso 10), «cándida morada» (verso 12), “lirio desnudo (verso 13); una adjetivación delicadísima, y cuya anteposición o posposición a los respectivos nombres viene pedida fundamentalmente por los esquemas rítmicos de los endecasílabos.
Por otra parte, la progresión temática del soneto hacia su clímax ascensional en el ultimo terceto está perfectamente secuenciada: «el temblor del embarazo» (verso 4); el «aposento de Dios [en] su regazo» (verso 5) y, «tras de su abrazo» (verso 8), «quedó sin mancha el Vientre de Ella» (verso 6) [en este segundo cuarteto es enormemente original comparar «el abrazo divino» con «el rumor de las aguas» en su murmullo continuado]; el «divino alumbramiento» (verso 9), comparado ahora con «la nieve inmaculada» (verso 10); y finalmente el crecimiento de Dios-Hijo que se ha producido en el seno materno, comparado con la «gota de rocío» que cubre la superficie de la tierra (versos 13-14).
En definitiva, Caballero Bonald ha presentado el misterio de la Encarnación, manteniendo María su virginidad, en un soneto de sorprendente belleza estética y hondura espiritual.