Monseñor Munilla, durante su visita al Cottolengo
«Guerra abierta entre Netflix y Paramount»: la reflexión navideña de monseñor Munilla
El obispo de Orihuela-Alicante alerta: «Una sociedad entretenida es, casi siempre, una sociedad desactivada; y una sociedad desactivada se convierte en terreno abonado para la manipulación»
Monseñor José Ignacio Munilla ha sido uno de los numerosos obispos españoles que han grabado sus mensajes de cara a la Navidad. El obispo de Orihuela-Alicante ha aprovechado su visita al Cottolengo del Padre Alegre en el municipio alicantino de San Vicente del Raspeig para desear una feliz Navidad a todos sus diocesanos.
También ha enviado una carta titulada Protagonistas de la historia en la que parte de «la reciente noticia dela guerra abierta entre Netflix y Paramount por hacerse con Warner Bros» para señalar que «nunca antes la industria del entretenimiento había alcanzado semejante poder económico y cultural». «Lo más inquietante no es la magnitud del negocio, sino la facilidad con la que las masas se entregan a él», advierte el prelado, quien desarrolla su mensaje navideño a partir de este hecho.
Protagonistas de la historia
Caminamos hacia una cultura en la que los seres humanos parecen haber dejado de ser protagonistas de su propia historia. Las tramas ajenas sustituyen a nuestras búsquedas, los personajes ficticios desplazan a las personas reales y los grandes relatos digitales anestesian la inquietud espiritual que habita en el corazón humano. Mientras permanecemos hipnotizados por las series de moda, los verdaderos hilos de la historia —los que afectan a la justicia, la paz, la dignidad humana y el futuro común— son manejados por quienes conocen bien la estrategia del «consume y calla».
Es la versión posmoderna del antiguo «pan y circo» romano. Pero ahora el circo es más sofisticado: pornografía omnipresente, series infinitas que devoran horas y horas de nuestra atención, fútbol convertido en religión civil y alcohol y drogas normalizadas como vía de escape. Una sociedad entretenida es, casi siempre, una sociedad desactivada; y una sociedad desactivada se convierte en terreno abonado para la manipulación.
Pero, héteme aquí que, en este paisaje de luces artificiales, resplandece una luz distinta. Ha nacido un Niño. En el silencio de Belén, Dios entra en la historia humana no para dominarla desde arriba, sino para habitarla desde dentro. Con su nacimiento, la eternidad toca el tiempo, y la esperanza irrumpe allí donde parecía reinar la resignación. Ese Niño es la respuesta divina a la pasividad que amenaza al corazón del hombre: viene a despertarlo, a liberarlo, a devolverle la capacidad de discernir y de elegir el bien.
Porque la mayor esclavitud no es la que ejercen los poderosos desde fuera, sino la que se gesta dentro de nosotros. De hecho, la dictadura más consolidada es aquella en la que los esclavos sienten placer en serlo. Y es que, son nuestras dependencias, miedos, vacíos y heridas las que nos hacen presa fácil de cualquier estrategia de manipulación. Cristo nace para romper esas cadenas interiores y para que el hombre, reconciliado consigo mismo y con Dios, pueda recuperar la libertad de conducir su vida según la verdad.
La Navidad nos recuerda que Dios ha entrado en la historia de la humanidad para que nosotros podamos entrar de nuevo en la nuestra. No estamos llamados a ser espectadores, sino protagonistas: llamados a escribir con nuestra libertad una historia distinta, más humana, más justa, más luminosa. En un mundo que compra distracciones a precio de oro, Dios nos ofrece un camino humilde pero decisivo: redimir el corazón para transformar la historia. Allí, en Belén, comienza la verdadera revolución.
Es verdad que este 28 de diciembre clausuramos el Año Santo Jubilar por el 2025º nacimiento de Jesús, nuestro Salvador; pero no es menos cierto que la puerta del Corazón de Cristo permanece siempre abierta para cuantos deseamos acoger su invitación a descansar en Él. Por ello, ¡te deseo una Feliz Navidad y un Santo Año Nuevo 2026!