La carta sobre tradicionalismo y progresismo que Juan Pablo II escribió a Joseph Ratzinger
El Papa Juan Pablo II escribió, el 8 de abril de 1988, a Joseph Ratzinger, Prefecto de la Doctrina de la Fe, una reflexión que incluye la síntesis del pensamiento de Wojtyla sobre la problemática que divide a la Iglesia entre tradicionalismo y progresismo. Algunos pasajes son especialmente esclarecedores
«El último Concilio se ha reunido para reconfirmar y reforzar la doctrina de la Iglesia heredada de la Tradición existente ya desde hace casi veinte siglos, como realidad viviente que progresa, en relación a los problemas y a las necesidades de cada tiempo, haciendo más profunda la comprensión de cuanto ya está contenido en la fe transmitida de una vez y para siempre. La enseñanza del Concilio sigue siendo el camino por el cual la Iglesia debe caminar hacia el futuro, confiando sus esfuerzos al Espíritu de verdad». GTRES
«En el período post-conciliar somos testigos de una gran labor de la Iglesia para hacer que este 'novum' constituido por el Vaticano II penetre en modo correcto en la conciencia y en la vida de las individuales comunidades del Pueblo de Dios. Sin embargo, paralelamente a este esfuerzo, han surgido tendencias que crean una cierta dificultad en el camino de la realización del Concilio. Una de estas tendencias está caracterizada por el deseo de cambios que no siempre están en sintonía con la enseñanza y con el espíritu del Vaticano II, aún cuando intentan hacer referencia al Concilio. Estos cambios quisieran expresar un progreso, y por eso esta tendencia se conoce como 'progresismo'. El progreso, en este caso, es una aspiración hacia el futuro, que rompe con el pasado, no teniendo en cuenta la función de la Tradición que es fundamental para la misión de la Iglesia, a fin de que la Iglesia pueda perdurar en la Verdad que le ha sido transmitida por Cristo Señor y por los Apóstoles, y custodiada con diligencia por el Magisterio». GTRES
«La tendencia opuesta, que habitualmente es definida como 'conservadurismo' o bien 'integrismo', se detiene en el pasado mismo, sin tener en cuenta la justa aspiración hacia el futuro que se ha manifestado precisamente en la obra del Vaticano II. Mientras la primera tendencia parece reconocer como correcto lo que es nuevo, la otra en cambio ve lo correcto sólo en lo que es 'antiguo', considerándolo sinónimo de Tradición. Sin embargo, no es lo 'antiguo' como tal, ni lo 'nuevo' por sí mismo que corresponden al concepto correcto de la Tradición en la vida de la Iglesia...» GTRES
«La Iglesia, como ese dueño de la casa del Evangelio, saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo (Mt 13,52), permaneciendo absolutamente obediente al Espíritu de verdad que Cristo ha dado a la Iglesia como Guía divino. Y la Iglesia realiza esta delicada obra de discernimiento a través del Magisterio auténtico. La posición, que asumen las personas, los grupos o los ambientes relacionados con una u otra tendencia, puede ser comprensible en una cierta medida, particularmente después de un acontecimiento tan importante como ha sido en la historia de la Iglesia el último Concilio». GTRES
«Si por una parte el Concilio ha dado lugar a una aspiración a la renovación (y en esto también está contenido un elemento de 'novedad'), por otra parte, algunos abusos en el camino de esta aspiración, en cuanto olvidan los esenciales valores de la doctrina católica sobre la fe y sobre la moral y en otros campos de la vida eclesial, por ejemplo en el litúrgico, pueden e incluso deben suscitar una justa objeción. Sin embargo, si a causa de tales excesos se rechaza toda sana 'renovación' conforme a la enseñanza y al espíritu del Concilio, entonces tal actitud puede conducir a otra desviación que también contrasta con el principio de la viva Tradición de la Iglesia. obediente al Espíritu de verdad». GTRES