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29 de marzo de 2024

Silvia Heredia

Silvia Heredia

Silvia Heredia, misionera: «No entiendo cómo puedes estar bien sabiendo que el vecino está pasándolo mal»

Una de las impulsoras del proyecto Paso a paso apoya en España la campaña 'Frenar la desigualdad está en tus manos', impulsada por Manos Unidas

Silvia Heredia nació en Alicante, pero lleva más de veinte años entregada en cuerpo y alma a los más vulnerables en la diócesis de San Pedro Sula, una de las zonas más peligrosas de Honduras, donde creó junto a otras dos personas el programa socio–educativo 'Paso a paso'. «Es un proyecto de prevención y educación liberadora, para que los menores tengan oportunidades y no caigan en las drogas, la venta de armas o la prostitución infantil», explica.
Misionera laica, Heredia llegó al país centroamericano movida por la convicción de que allí es donde la quería Dios, tras un profundo proceso de discernimiento. Este miércoles, Heredia ofreció su testimonio en la sede de Castellón de la Universidad CEU Cardenal Herrera: está de vuelta en su tierra apoyando la campaña Frenar la desigualdad está en tus manos, impulsada por la ONG Manos Unidas, que colabora con Paso a paso.
–Paso a paso nació el 24 de marzo de 2002; son ya 22 años atendiendo a las familias del sector de la Rivera Hernández. ¿Cómo es su día a día?
–Aquí la mayoría de jóvenes está deseando irse a los EE.UU. o brincar para España, porque la realidad es que Honduras es un país muy violento… ¡Y los estados lo permiten! Por ley, una familia puede tener hasta once armas, y su venta es todo un negocio. También está el tema de los feminicidios –Honduras es uno de los países con más asesinatos o desapariciones de mujeres; nuestra vida es de segunda categoría– o que a nuestros jóvenes de los barrios marginales los matan o desaparecen. Vivimos una involución de los derechos humanos.
–Y en este contexto, Paso a paso continúa trabajando.
–Sí, ahora nuestro reto para 2023 es abrir un área de música, tenemos chicos que ya están aprendiendo piano y canto. Eso para este año, pero nuestro reto principal es que las personas que pasan por Paso a paso crezcan de manera distinta, que sean felices y tengan oportunidades de formarse de manera distinta.

Hace dos años sufrimos dos huracanes, Lenny e Iota, y creo que fue de lo peorSilvia Heredia
Impulsora del proyecto Paso a paso

–Denuncia la desigualdad en Honduras. Frente a estas injusticias, ¿los cristianos, por nuestra fe, tenemos una mayor responsabilidad de actuar?
–Aquí todo el mundo cita al Papa y la Fratelli Tutti, pero, compa, ¡esto no es para leerlo, sino para vivirlo! Para ponerlo en práctica. Yo no entiendo cómo tú puedes estar bien si sabes que el vecino está pasándolo mal. No solo en Honduras; también en España, donde estoy viendo mucho racismo. Con el tema del frío, por ejemplo, deberíamos ser Iglesia, y abrir nuestras puertas para acoger a los hermanos que lo están pasando mal.
–En su caso, ¿cómo decidió hacerse misionera y cruzar el océano?
–Estudié Trabajo Social; acabé la carrera, empecé a trabajar… pero tenía muchas inquietudes. Me dieron la posibilidad de ir a Guatemala para hacer un discernimiento vocacional, y allí conocí a unos curas maravillosos… pero yo no soy sacerdote, y no quería ser monja. Entonces conocí en Alicante la asociación de misioneros laicos OCASHA-Cristianos con el Sur.

Yo haría la invitación al silencio y a la búsquedaSilvia HerediaImpulsora del proyecto Paso a paso

–Y se volcó con ello.
–Hice un año de formación, y tres meses de misionología en Madrid. Con otros compañeros, escogimos Honduras como destino… y de eso hace 22 años. Somos misioneros diocesanos: nos envía el obispo de una diócesis y nos acoge el de otra.
–¿Cómo vive hoy su vocación, después de tanto tiempo?
–Hombre, yo soy una chica de Alicante normal y corriente, así que crisis de fe, y de perder la fe en la humanidad… ¡pues claro, como todo ser humano! Mira, hace dos años sufrimos dos huracanes, Lenny e Iota, y creo que fue de lo peor que he vivido. Después de 21 días lloviendo, llegar al proyecto y verlo todo inundado, los muros derribados… Ahí es cuando piensas: «Cojo mis cosas y me vuelvo a la terreta, que me espera mi familia y mi casa». Pero luego recuerdas tu opción y dices: «Hay que estar». Esto es un proyecto de Dios, y estamos hasta que Dios quiera, ni más ni menos.
–¿Qué le diría a alguien que tenga esta inquietud al ver la necesidad del otro?
–Dependerá de sus inquietudes: a alguno le interesarán más los niños, a otro, las mujeres de la calle… Yo haría la invitación al silencio y a la búsqueda, a ver –como diría el jesuita Luis Espinal– en qué quieres gastar tu vida. Porque si tuviéramos mil vidas, pues esta te la puedes pasar haciendo el tonto… pero estamos aquí de prestado. No somos eternos.
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