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29 de abril de 2024

Fray Alfonso Julián Dávila

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¿Qué hace un fraile trabajando como periodista en la JMJ?

«Lo primero es que creo que el comunicar es un mandato de Cristo a la Iglesia, un mandato que cae en la obligación. Este es el mandato que Cristo nos da en el Evangelio: 'Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos'»

Hace un par de semanas un fraile me preguntaba: «¿Para qué sirven esos estudios que estás haciendo?». Vivimos en un mundo utilitarista que debe tener un objetivo claro para cada cosa que hace y la verdad es que mi dedicación a la comunicación puede dejar muchas preguntas abiertas.

Mandato de Cristo

Lo primero es que creo es que comunicar es un mandato de Cristo a la Iglesia, un mandato que cae en la obligación. Este es el mandato que Cristo nos da en el Evangelio: «Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt 28,19-20). Este mandato se ve afirmado por Pablo a los Corintios, cuando dice: «Ay de mí si no evangelizo» (1 Co 9,16). El objetivo de que un religioso se dedique a la comunicación queda claro, pues es una manera de compartir ese mensaje de Cristo.
Pero sigamos adelante con la pregunta inicial, porque seguramente podría vivir esta jornada acompañando peregrinos con mi orden religiosa o con la diócesis de Madrid. Seguramente viviendo la JMJ de esta manera podría hacer mucho bien a los jóvenes. Pero la elección que tomé es otra y tiene como fundamento el mensaje de las comunicaciones sociales del Papa Francisco. En su mensaje el Obispo de Roma invitaba a «hablar con el corazón». Esta jornada la quiero vivir hablando de corazón a corazón. Por ello me gustaría cada día abrir mi corazón y contarte el día a día de este fraile en Lisboa.
Nuestra aventura comenzó saliendo de mi parroquia, con tres jóvenes valientes que se prepararon para esto y que tienen toda mi admiración por el esfuerzo que pusieron para prepararse para este acontecimiento. Salimos a las 8 horas, cogimos el coche de mi comunidad y partimos para Fátima para poner este proyecto en manos de Nuestra Señora. Ahí celebramos la misa, una eucaristía sencilla, íntima, en el campo, muy cerca de donde el Ángel del Señor se apareció a los pastorcillos y oró con ellos.

Profundo agradecimiento

Recibimos la comunión y rezamos la oración que los pastorcillos oraban:
«¡Oh, Jesús, te ofrezco este sacrificio por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados que tanto ofenden al Inmaculado Corazón de María! ¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!».

Esta obra la puse en sus manos hace meses y Él la fue llevando poco a pocoFray Alfonso Julián Dávila

Tras la misa, comimos rápidamente y cogimos el coche para continuar nuestro camino a Lisboa. Primera parada, la Universidad Católica Portuguesa. Ahí recogimos nuestros packs del peregrino, porque también somos peregrinos en esta jornada. Después fuimos al centro de prensa para recoger nuestras acreditaciones. Tras esto, y con un largo día de carretera, fuimos al sitio donde dormiremos –o al menos intentaremos– durante estos días de jornada.
En el corazón me quedo con un profundo sentimiento de agradecimiento a Dios, porque esta obra la puse en sus manos hace meses y Él la fue llevando poco a poco. También tengo que reconocerle su trabajo a Santa Rita que, como patrona de imposibles, ayudó a que todas las duras pruebas se resolvieran. Estamos en Lisboa: mañana comienza esta aventura que te quiero contar desde mi corazón de Padre.
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