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San Francisco de Asís,

IIustración de san Francisco de Asís,Pastoral de la vocación

De niño rico a 'loco' por Dios: Francisco de Asís, el joven que se convirtió en el santo más parecido a Cristo

Italia recupera la festividad nacional en honor a este santo, aunque la celebración no entrará en vigor de inmediato, sino en 2026, coincidiendo con el 800 aniversario de su fallecimiento

De los lujos de un joven heredero al abrazo de los leprosos, de las fiestas cortesanas al matrimonio con «la Dama Pobreza». Así fue la metamorfosis radical de Francisco de Asís, aquel muchacho alegre y despreocupado que, tras tocar fondo en la guerra y la enfermedad, se convirtió en uno de los santos más admirados y en el que, según se dice, más se ha parecido a Jesucristo a lo largo de la historia.

Ahora, Italia recupera la festividad nacional en honor a este santo, con el visto bueno del Congreso y del Senado. La celebración no entrará en vigor de inmediato, sino en 2026, coincidiendo con el 800 aniversario de su fallecimiento.

«Un santo querido por todos los italianos y en quien todos nos identificamos», declaró la primera ministra Giorgia Meloni, subrayando que el 4 de octubre será cada año un recordatorio de «quiénes somos y qué nos une profundamente».

«Repara mi Iglesia»

Hijo único de un próspero comerciante de telas, Giovanni di Pietro di Bernardone, a quien su padre le llamaba Francesco, creció sin privaciones y soñando con glorias militares. Sin embargo, la enfermedad, la guerra y una profunda crisis interior lo transformaron.

Su vida dio un vuelco cuando, al mirar un crucifijo en la pequeña iglesia de San Damián, escuchó una voz que le decía: «Francisco, repara mi Iglesia, que se está cayendo en ruinas».

Primero lo tomó al pie de la letra, reconstruyendo muros con sus propias manos. Luego entendió que la ruina era espiritual: debía devolver al cristianismo su frescura evangélica, frente a un clero demasiado ocupado en su propio bienestar.

El gesto que selló su conversión fue tan impactante como radical: se despojó públicamente de sus ropas y tiró por la ventana las telas del negocio de su padre. Allí quedó sellado su abandono a la vida cómoda para abrazar una existencia paupérrima y su compromiso con aquello de «atesoraos un tesoro en el cielo, donde la polilla y el orín no lo corrompen» (Mt 6,19).

Quien antes despreciaba a los leprosos, aprendió a besarlos; su piel, antes limpia, se marcó con las heridas de Cristo. Quien buscaba ser un guerrero, terminó convirtiéndose en un mensajero de paz.

La entrega total de Francisco

Su revolución interior era tan honda que hasta sus padres y el obispo lo tildaron de loco. Pero Francisco no volvió atrás: ya nada le importaba, solo vivir para Dios y reparar su Iglesia. Su vida se convirtió en un canto a Dios y a sus criaturas, una realidad sencilla que el italiano Franco Zeffirelli logró captar e inmortalizó en su película Hermano sol, hermana luna (1972) con música del escocés Donovan.

No fue un místico retirado, sino un hombre de acción: recorrió miles de kilómetros predicando el Evangelio, atrajo multitudes y dejó una huella que todavía inspira. Murió en 1226, con solo 44 años, pidiendo que lo tendieran desnudo sobre la tierra. Cubriendo con la mano la llaga de su costado, exclamó: «Hermanos, he completado mi tarea. Que Cristo os enseñe la vuestra».

Su mensaje sigue tan vivo como entonces: «Donde haya odio, siembre yo amor; donde haya ofensa, perdón; donde haya duda, fe; donde haya desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; y donde haya tristeza, alegría».

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