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26 de abril de 2024

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Albino Luciani, Papa Juan Pablo Iimago stock&people

La Iglesia beatifica a Juan Pablo I, el Papa que no quiso reinar

En el caso de Albino Luciani, que así se llamaba antes de ser elegido Papa, sus méritos para la santidad tuvieron lugar antes de ocupar la cátedra de San Pedro

Juan Pablo I fue el primer Papa de los últimos siglos que renunció a la ceremonia de coronación. Un abandono de la tiara que ya había sido realizado por su predecesor, Pablo VI, pero que se consolidó con este gesto de un pontífice que apenas duró un mes en el Vaticano y que este domingo será beatificado en San Pedro.
Giovanni Maria Vian, historiador y exdirector de L’Osservatore Romano, considera este cambio como uno de los hechos relevantes de un pontificado brevísimo, de apenas 33 días. Lo cuenta en un libro titulado El Papa sin corona (BAC), donde explica que «la pérdida del poder temporal de la Iglesia, en 1870, impulsó la tendencia de una serie de papas más espirituales a partir de esa fecha».

Entrega a Cristo

Un hecho histórico que ha facilitado una Iglesia más alejada del poder temporal y con cinco papas que han subido a los altares en los últimos 100 años, algo inédito en la historia moderna de la Iglesia. Vian asegura que «la Iglesia de Roma no ha sido favorable a canonizar los papas, pese a que en alguna época se atribuyera la ‘santidad’ al Papa por el mero hecho de ser el obispo de Roma».
En el caso de Albino Luciani, que así se llamaba antes de ser elegido Papa, sus méritos para la santidad tuvieron lugar antes de ocupar la cátedra de San Pedro. «Estamos ante una persona de origen humilde, hijo de trabajadores, dedicado en cuerpo y alma a la misión pastoral y con gran devoción a Jesucristo». De hecho, el lema que elige para su ordenación episcopal es ‘Humilitas’.
'El papa sin corona' (BAC)

'El papa sin corona' de Giovanni María Vian. Vida y muerte de Juan Pablo I (BAC)

De sus años como patriarca de Venecia se recuerda «su firmeza en el gobierno, pero también su capacidad de comunicar el Evangelio al hombre de nuestro tiempo. De hecho tenía una gran sensibilidad para la comunicación», asegura Giovanni Maria Vian. Un interés que se plasmó especialmente en un libro que tuvo un gran éxito en su tiempo. Con el título de Ilustrísimos señores, Luciani dirigía cartas a los personajes más dispares de la historia. Desde Dickens hasta Santa Teresa de Ávila eran algunos de los receptores imaginarios de esas misivas en las que aportaba consejos útiles para los cristianos del siglo XX.

No tengo la sabiduría del corazón del Papa Juan, ni la preparación y la cultura del Papa Pablo»Juan Pablo I

Albino Luciani fue elegido Papa en la tercera votación del Cónclave de 1978, prueba de su gran popularidad, y su carácter conciliador le llevó a elegir un doble nombre. Una novedad en el Vaticano, por la que trataba de reunir a quienes admiraban al reformador Juan XXIII y al más conservador Pablo VI. «Así se les presentaba en la narrativa de aquel tiempo -asegura Giovanni Maria Vian- y Juan Pablo I contribuyó a que se difuminaran los matices entre aquellos dos antecesores suyos».

Vuelta al Evangelio

El propio Juan Pablo I, al día siguiente de ser elegido obispo de Roma, aseguraba que «no tengo la sabiduría del corazón del Papa Juan, ni la preparación y la cultura del Papa Pablo, pero me toca ocupar su puesto y debo intentar servir a la Iglesia. Espero que me ayudéis con vuestra oración».
Pese a la brevedad de su pontificado, el cardenal Stella, postulador de la Causa de Beatificación, asegura que «hizo progresar la Iglesia en las líneas maestras del Concilio: la vuelta a las fuentes del Evangelio, una renovada misionaridad, la colegialidad, la pobreza eclesial, el diálogo con el mundo contemporáneo, la búsqueda de la unidad con los hermanos ortodoxos y la lucha por la paz».
El que gobernara durante pocos meses en la Iglesia no quiere decir que no viviera momentos de gran intensidad. Uno de ellos lo recuerda el historiador Giovanni Maria Vian y se refiere al fallecimiento del metropolita Nikodim el 5 de septiembre de 1978. Era el encargado de relaciones internacionales del patriarca de Moscú y quiso encontrar a solas al Papa.
«Un jesuita español, Miguel Arranz, fue quien le hizo de intérprete, en un día que empezó con problemas con el chófer del metropolita, que se perdió de camino al Vaticano. Nikodim tenía problemas del corazón y venía con un bote de pastillas. Pero la situación le superó y se desplomó delante del Papa».
Días después, el propio Papa relató que le había hablado en términos muy elogiosos de la unidad de la Iglesia. Una escena tremenda para un Papa que también fallecería de un ataque al corazón al cabo de unas semanas. Era el 28 de septiembre de 1978. Dejaba un vacío en la Iglesia que se colmó con la llegada de un Karol Wojtyla que quiso comenzar siguiendo sus huellas, bajo el mismo nombre.
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