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03 de mayo de 2024

Benedicto XVI, mirando al cielo tras la audiencia generla del miércoles 26 de mayo de 2012

Benedicto XVI, mirando al cielo tras la audiencia generla del miércoles 26 de mayo de 2012Gtres

Benedicto XVI confirma la «necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia»

El Papa emérito ha escrito una carta que arranca con una reflexión sobre la separación de la Jerusalén terrestre de la celestial en la famosa obra de san Agustín

Benedicto XVI, de 95 años, asegura en una carta que la «fuerza positiva» del Concilio Vaticano II está emergiendo lentamente «bajo la conciencia de una necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia».
El Papa emérito se dirige al padre Dave Pivonka, presidente de la Universidad Franciscana de Steubenville (Estados Unidos), con motivo del simposio que ha organizado sobre su eclesiología esta semana.
Según informa el Vaticano, la misiva fue leída en la apertura del simposio por el padre Federico Lombardi, presidente de la Fundación Ratzinger.
El Papa emérito arranca su reflexión de la separación entre las dos Jerusalén –la terrenal y la celestial– en el libro La Ciudad de Dios, de San Agustín, y explica que la eclesiología –la disciplina teológica que estudia la vida de la Iglesia- había sido «tratada esencialmente en términos institucionales» hasta el final de la Primera Guerra Mundial, postura que califica de «error fatal».
Sin embargo, señala que en Alemania surgió una tendencia que puso más énfasis en la «dimensión espiritual» de la vida de la Iglesia. Para Ratzinger, esta evolución fue tenida en cuenta por la Santa Sede, al instituir Pío XII el principio de la Iglesia como «cuerpo místico de Cristo» en su encíclica Mystici Corporis, de 1943.
Benedicto XVI explica así que en esta corriente se situó su trabajo de tesis, iniciado en los años 50, que cristalizó en el Concilio Vaticano II, del que este año se han cumplido seis décadas, y en el que participó como experto. Para el Papa emérito, este evento, aunque provocó «muchas dudas», resultó ser «no sólo útil, sino necesario».
A su juicio, al abordar de forma «radical» las nuevas cuestiones de la teología de las religiones o el vínculo entre fe y racionalidad, el Vaticano II «amenazó con desestabilizar y sacudir a la Iglesia más que con darle una nueva claridad para su misión». Sin embargo, Benedicto XVI cree que ahora «la fuerza positiva del Concilio está emergiendo lentamente» con la conciencia de una «necesidad de reformular la cuestión de la naturaleza y la misión de la Iglesia».
Para él, el Vaticano II corrigió una concepción que «echaba de menos el realismo de la fe y de sus instituciones», e hizo del lugar de la Iglesia en el mundo «el problema central».
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