¿Por qué san Juan Pablo II añadió los Misterios Luminosos al Rosario?
Con la publicación de la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae en octubre de 2002, Juan Pablo II añadió cinco misterios más a los quince tradicionales que se rezan en el Rosario
Hace veinte años, en octubre de 2002, el entonces Papa Juan Pablo II publicó su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae en el marco del Año del Rosario (octubre de 2002-octubre 2003). Se iniciaba también en aquel entonces el vigésimo quinto año de su Pontificado. La misiva versa sobre el rezo del Rosario, una devoción que como dijo Pablo VI, es representación y compendio del mensaje del Evangelio. Gtres
«El Rosario, aunque claramente mariano en el carácter, es en el fondo un rezo cristocéntrico. En la moderación de sus elementos, tiene toda la profundidad del mensaje del Evangelio en su totalidad, del cual se puede decir que es un compendio... A través del Rosario los fieles reciben la gracia abundante, como si de las mismas manos de la Madre del Redentor», se puede leer en la carta del Papa peregrino. Gtres
Los Misterios Luminmosos, los añadidos por Woltyla, hacen referencia a la vida pública de Jesús: el Bautismo en el Jordán, las bodas de Caná, el anuncio del Reino de Dios, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía, «como expresión sacramental del Misterio Pascual», expresa la carta apostólica. Gtres
Tras su nombramiento como sucesor de Pedro, concretamente dos semanas después, san Juan Pablo II reveló que el Rosario era su oración favorita. Veinticuatro años después, el Papa de los jóvenes propuso añadir cinco misterios más para «resaltar el carácter cristológico del Rosario». Gtres
Juan Pablo II también señala en Rosarium Virginis Mariae que «es durante los años de su ministerio público cuando el misterio de Cristo es más evidente un misterio de luz: `Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo´ (Juan 9,5.)». Gtres
Por ello, en los Luminosos «contemplamos aspectos importantes de la persona de Cristo como revelación definitiva de Dios», escribe el Pontífice. Él es quien «declaró el Hijo amado del padre en el Bautismo en el Jordán, Cristo es el que anuncia la venida del Reino, lo testimonia con sus obras y proclama sus exigencias». ©KORPA
Tras la reflexión sobre la Encarnación y la vida privada de Jesús (los Misterios Gozosos) y antes de centrarnos en el sufrimiento de la Pasión (Misterios Dolorosos) y el triunfo de la Resurrección (Misterios Gloriosos), Juan Pablo II consideró oportuno introducir «una meditación sobre ciertos momentos particularmente significativos de su ministerio público». Gtres
El Papa subraya en su carta que la incorporación de los cinco nuevos misterios al Rosario se hace «sin perjuicio de ningún aspecto esencial del formato tradicional de la oración. Se pretende darle una nueva vida y despertar un renovado interés en el lugar del Rosario dentro de la espiritual cristiana como una verdadera puerta a las profundidades del Corazón de Cristo, océano de alegría y de luz, de sufrimiento y de gloria». Gtres
Cada uno de los Misterios Luminosos, según explica Juan Pablo II, «es una revelación del Reino ahora presente en la persona misma de Jesús». Y es en cada uno donde esa presencia se pone de manifiesto de manera particular. Por ejemplo, en el Bautismo en el Jordán, Cristo «se hizo pecado por nosotros» (2 Cor 5:21), el Padre lo proclama Hijo amado y el Espíritu Santo «desciende sobre Él para investirlo de la misión que ha de realizar». Gtres
A continuación, en las bodas de Caná, Cristo al transformar el agua en vino «abre el corazón de los discípulos a la fe, gracias a la intervención de María, la primera entre los creyentes», afirma Juan Pablo II, que continúa explicando que, con la predicación del Reino y la llamada a la conversión, Jesús inicia «el ministerio de la misericordia», que continúa en el «sacramento del Perdón que ha confiado a su Iglesia». Gtres
Llegados a la Transfiguración, el Papa peregrino señala que este es el «misterio de luz por excelencia». «La gloria de la Deidad resplandece en el rostro de Cristo cuando el Padre ordena a los asombrados apóstoles a escucharlo». Y al final, en la institución de la Eucaristía, «Cristo ofrece su cuerpo y su sangre como alimento bajo los signos del pan y el vino, y testimonia hasta el extremo su amor a la humanidad (Jn 13,1), por cuya salvación Él se ofrecerá a sí mismo en sacrificio». Gtres