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Imagen de archivo de una diaconisa

Imagen de archivo de una diaconisaFundéu

Una comisión vaticana dice «no» al diaconado femenino, pero evita un «juicio definitivo» sobre el tema

Las conclusiones de la segunda comisión invitan a un examen crítico riguroso y ampliado sobre el «diaconado en sí mismo», es decir, sobre su «identidad» sacramental y su «misión» eclesial

La cuestión del posible acceso de las mujeres al diaconado ha sido objeto de un riguroso escrutinio en el Vaticano durante años, y el resultado es una profunda división teológica y pastoral. Un informe reciente, dirigido a Su Santidad León XIV, y elaborado como síntesis del trabajo de diversas Comisiones de Estudio, revela que, si bien la investigación histórica es rica, la decisión final aún se encuentra en un complejo estado actual de debate.

El documento emitido, una carta firmada por el cardenal Giuseppe Petrocchi, presenta un compendio de tesis y votaciones que ponen de manifiesto la falta de consenso definitivo y la «intensa dialéctica teórica y existencial» que persiste dentro de la Iglesia.

Un ministerio no equivalente

Uno de los principales ejes de la discusión se basa en la historia de las diaconisas. La primera Comisión, celebrada en 2021, ya había afirmado que la Iglesia «ha reconocido en diversos tiempos, en diversos lugares y en varias formas el título de diacono/diaconisa referido a las mujeres atribuyendo, sin embargo, a él un significado no unívoco».

Este ministerio, según la Comisión Teológica Internacional, «no era entendido como el simple equivalente femenino del diaconato masculino».

La segunda comisión, en una tesis adoptada de manera unánime en 2021, profundizó esta visión, concluyendo que el diaconado femenino, aunque se desarrolló de forma desigual, «no ha sido entendido como el simple equivalente femenino del diaconado masculino y no parece haber revestido un carácter sacramental».

De hecho, el documento en su conjunto sugiere que fue concebido como un ministerio sui generis, es decir, único en su especie y que «no se coloca en la línea de la sucesión apostólica», a diferencia del episcopado, el presbiterado y el diaconado conferido a los hombres.

Sin embargo, la síntesis aclara que la perspectiva puramente histórica no permite una certeza definitiva, y que la decisión final debe situarse en el plano doctrinal, asignada al Magisterio de la Iglesia.

El nudo doctrinal: dos escuelas teológicas en pugna

El debate teológico interno gira en torno a dos interpretaciones fundamentales sobre el Sacramento del Orden. La primera escuela subraya que la ordenación al diaconado es ad ministerium (para el servicio) y no ad sacerdotium (para el sacerdocio). Quienes sostienen esta visión argumentan que la exclusión de las mujeres no estaría justificada, ya que ellas también son capaces de «representar a Cristo como diakonos».

La segunda escuela, sin embargo, insiste en la unidad del Sacramento del Orden Sagrado, junto con el «significado esponsal de los tres grados que lo constituyen». Esta corriente rechaza la hipótesis del diaconado femenino y advierte que si se aprobase la admisión de mujeres al primer grado del Orden, «resultaría inexplicable la exclusión de los otros» (presbiterado y episcopado).

Esta división se evidenció en las votaciones internas. Una tesis que afirmaba que «la masculinidad de Cristo, y por lo tanto la masculinidad de quienes reciben el Orden, no es accidental, sino que es parte integrante de la identidad sacramental, preservando el orden divino de la salvación en Cristo. Alterar esta realidad no sería un simple ajuste del ministerio sino una ruptura del significado nupcial de la salvación», registró un resultado perfectamente dividido: 5 miembros sobre 10 confirmaron la tesis, y 5 miembros sobre 10 votaron que debía ser cancelada.

Peticiones de igualdad

Las corrientes teológicas que favorecen la apertura a las mujeres basan sus argumentos en la condición de paridad de géneros como imagen de Dios (Génesis 1,27) y la declaración de fe de San Pablo: «no hay ya Judío y Griego, esclavo y libre, macho y hembra, porque todos vosotros sois ‘uno’ en Cristo Jesús» (Gálatas 3,28).

Muchas peticiones recibidas por la comisión no solo solicitan el diaconado, sino que también ven la limitación actual como una visión «sexista y restringida» que lleva a la discriminación. Además, muchas mujeres que ya realizan funciones de tipo diaconal exigen la ordenación como un «signo de visibilidad, autoridad, respeto, apoyo y sobre todo igualdad».

A pesar de estos argumentos, la comisión llegó a un acuerdo unánime en su sesión de 2021 sobre un punto crucial: «La profundización sistemática sobre el diaconado [...] suscita interrogantes sobre la compatibilidad de la ordenación diaconal de las mujeres con la doctrina católica del ministerio ordenado».

De hecho, en la sesión de 2022, y que realizó su última sesión en febrero de este año, se votó una tesis que concluye que el status quaestionis actual «excluye la posibilidad de proceder en la dirección de la admisión de las mujeres al diaconado entendido como grado del sacramento del Orden». Esta tesis fue aprobada por siete miembros, si bien se matizó que «no permite hoy formular un juicio definitivo, como en el caso de la ordenación sacerdotal».

Hacia la prudencia y nuevos ministerios laicales

El documento subraya que la problemática es relevante y que la ausencia de un consenso suficiente se confirma en los documentos preparatorios del Sínodo sobre la Sinodalidad, donde la proposición 60 sobre el estudio del diaconado femenino fue la que obtuvo el mayor número de votos contrarios (97 noes). Ante tal escenario, el informe aconseja mantener una línea de «evaluación prudencial».

No obstante, la necesidad de expandir el rol de la mujer en la Iglesia es reconocida universalmente por las comisiones. Se votó unánimemente que la implementación de nuevos ministerios instituidos podría contribuir a la sinergia entre hombres y mujeres. La comisión también insistió en la urgencia de valorizar la «diaconía bautismal» como fundamento de toda ministerialidad eclesial, y de ampliar los «espacios comunionales» para que las mujeres puedan expresar una adecuada participación en los órganos de decisión de la Iglesia.

En última instancia, el debate sobre el diaconado femenino exige, como condición previa para futuros discernimientos, un examen crítico «sobre el diaconado en sí mismo», clarificando su «identidad» sacramental y su «misión» eclesial. El camino a seguir requiere «parresia evangélica» junto con la debida libertad evaluativa y transparencia discursiva.

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