Los 57, 70 y 78 años, las edades clave en el proceso de envejecimiento cerebral
En el año 2050, el número de personas de 65 años o más superará los 1.500 millones en todo el mundo. Con estos datos en la mano, urge la necesidad de entender cómo se produce el envejecimiento, en particular en relación con el cerebro.
Los científicos llevan años estudiando la transformación del organismo y los trastornos neurodegenerativos, como la demencia, aumenta con el envejecimiento. Sin embargo, las terapias efectivas aún son limitadas. Por este motivo es importante la identificación temprana del envejecimiento cerebral y la intervención en el mismo.
En un artículo, publicado en la revista Nature Aging, los investigadores de la Universidad de Zhengzhou, analizaron como la edad biológica del cerebro humano se puede estimar utilizando algoritmos predictivos que se basan en características de imágenes cerebrales como el volumen y la superficie, pero también es posible inferir la edad biológica del cerebro y su estado de salud utilizando proteínas en la sangre.
El equipo de científicos encabezado por Wei Cheng identificó trece proteínas relacionadas con el envejecimiento cerebral en humanos. Los cambios en las concentraciones de estas proteínas sanguíneas pueden alcanzar su punto máximo a los 57, 70 y 78 años, y sugieren que estas edades pueden ser importantes para posibles intervenciones en el proceso de envejecimiento cerebral.
Wei Cheng y sus colegas utilizaron datos de imágenes cerebrales multimodales de 10.949 adultos sanos de entre 45 y 82 años para investigar indicadores potenciales del envejecimiento cerebral. También analizaron la concentración de alrededor de 3.000 proteínas en el plasma sanguíneo de casi 5.000 personas utilizando datos del Biobanco del Reino Unido.
Los tres picos de edad
Las trece proteínas identificadas están fuertemente asociadas con el envejecimiento biológico del cerebro, en particular Brevican (BCAN, una proteína del sistema nervioso central). Los niveles de BCAN y GDF15 en la sangre también se asociaron con la demencia, el accidente cerebrovascular y las funciones del movimiento. Se descubrió que las concentraciones de muchas proteínas cambiaban con la edad biológica del cerebro a lo largo de trayectorias distintas que juntas formaban tres picos relacionados con la edad cerebral en las edades cerebrales de 57, 70 y 78 años.
Los autores sugieren que los cambios no lineales en las concentraciones de proteínas en sangre pueden reflejar transiciones en la salud del cerebro humano a edades específicas.
Desde la Sociedad Española de Neurología (SEN), Federico Castillo, destaca que «el gran aporte de este trabajo es buscar una serie de marcadores en plasma y luego, como resultado secundario describen unos picos de edad relacionados con el envejecimiento». Para Castillo esta propuesta de «investigación básica» puede encontrar su utilidad a largo plazo en la clínica. «De momento, ya vemos coincidencias de consultas a estas edades. No nos sorprende. Sí, será útil de cara a un futuro poder establecer cribados», argumenta.
Sobre el estudio en concreto, Ander Matheu, investigador principal del CiberFES (área CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable), resalta que «es interesante e importante que descifra trayectorias de envejecimiento cerebral con picos o edades que se presentan como momentos clave». Además, el jefe del grupo de Oncología Celular del IIS Biogipuzkoa, subraya que se identifica «biomarcadores y procesos biológicos relevantes en el deterioro cognitivo y enfermedades neurodegenerativas, así como en esos picos o edades clave. Para ello, combina diferentes aproximaciones metodológicas como resonancia magnética, biología computacional e inteligencia artificial y estudios biológicos ómicos».
En el trabajo, los autores detallan que en este proceso «han utilizado imágenes multimodales de resonancia magnética cerebral y modelos de aprendizaje automático». También explican que ya hay estudios previos han demostrado las asociaciones entre la desviación entre la edad cerebral prevista y la edad cronológica, conocida como BAG, y múltiples trastornos neuropsiquiátricos, incluyendo la enfermedad de Alzheimer (entre un 3— 4% de la población mundial de entre 75 y 79 años está diagnosticada) y de Parkinson (la edad media de detección son los 60 años), la depresión, la esquizofrenia y el ictus.
Matheu explica la denominada BAG: «Es un termómetro-indicador de la edad biológica del cerebro, que no tiene que coincidir con la edad cronológica. Por ejemplo, puede indicar que una persona de 50 años tiene un envejecimiento cerebral de una persona de 70 o viceversa. Usando herramientas de inteligencia artificial identifica que regiones del cerebro están más alteradas y cuáles menos con el envejecimiento, así como las que se asocian a enfermedades neurodegenerativas, ictus, etc.».
La edad de la jubilación
Castillo se muestra realista: «A día de hoy no vamos a hacer un cribado en sangre a toda la población para ver si están alteradas estas proteínas», sentencia. Si bien asegura que las edades pico ya se «intuían en la práctica clínica» porque el proceso del envejecimiento «no es lineal». «Hay momentos en los que se sabe que llegan los mazazos: la jubilación es uno de ellos. ¿Los 57? ¿La década de los 70? Son edades en las que vemos gente en las consultas», resume el portavoz de la SEN.
Por su parte, Matheu pone en contexto el avance de la búsqueda de huellas del deterioro cognitivo en sangre, ya que «aprovechándose del estudio biológico realizado en las 5.000 personas, identifican que hay unas edades (57, 70 y 78) donde se producen cambios significativos-picos diferenciales en los patrones proteicos y procesos biológicos». Para el investigador vasco, esto significa que en estas edades se producen alteraciones importantes que tienen un impacto en el envejecimiento cerebral futuro.
También los investigadores dejan sobre la mesa que esas «edades son fechas significativas para hacer análisis y posibles intervenciones futuras», añade y destaca que «las dos proteínas que mejor predicen el estado de salud cerebral son BCAN y GDF15».