Abuela y nieta
¿Se hereda la longevidad? Si tu abuela vivió 100 años esto es lo que dice la ciencia
Maria Branyas, quien falleció hace algo más de un año a los 117 años siendo la persona más longeva del mundo, poseía según la ciencia «un genoma privilegiado» que le confería una edad biológica 17 años menos que su edad cronológica. Los científicos tienen claro que el estilo de vida es fundamental para vivir más y mejor: ejercicio y dieta saludable, limitar el alcohol y eliminar el tabaco son los ejes fundamentales, sin embargo la genética, como la de María, tiene mucho que decir.
Una investigación reciente realizada en el Campus de Investigación Janelia del HHMI (Estados Unidos) y publicada en Science ha analizado en el gusano nematodo C. elegans cómo los cambios en los lisosomas de los progenitores favorecen la longevidad y se transmiten a su descendencia.
El equipo demostró que, al sobreexpresar una enzima en los lisosomas de estos gusanos, su vida podía prolongarse hasta un 60 %. Lo sorprendente fue que incluso la descendencia sin esta modificación genética también vivía más de lo habitual. Al cruzar los gusanos longevos con individuos «de tipo salvaje» (sin sobreexpresión de la enzima), observaron que las siguientes generaciones seguían mostrando una vida más larga, un efecto que persistió hasta cuatro generaciones después.
Explicación científica
En este nuevo trabajo, Wang y su equipo identificaron el mecanismo: los cambios lisosomales que favorecen la longevidad se transmiten de las células somáticas a las reproductivas mediante histonas, proteínas clave en la organización y regulación del ADN. Estas histonas, al llegar a las células germinales, inducen modificaciones en el epigenoma –conjunto de marcas químicas que regulan qué genes se activan o silencian–, permitiendo que la información se herede sin necesidad de alterar el ADN.
Las implicaciones van más allá de la longevidad. Estas modificaciones epigenéticas podrían ayudar a los organismos a adaptarse a distintos tipos de estrés ambiental, como cambios en la dieta, exposición a contaminantes o incluso al estrés psicológico, y transmitirse de padres a hijos como una ventaja heredada.
«Siempre pensamos que la herencia reside únicamente en el núcleo de la célula», explica Wang. «Ahora demostramos que una histona puede desplazarse y, si está modificada, transferir información epigenética de una célula a otra. Esto proporciona un mecanismo para comprender los efectos transgeneracionales».
Al estudiar gusanos longevos, los investigadores detectaron un aumento en un tipo específico de modificación de histonas en comparación con los de vida normal. Para entender cómo se relacionaba con los cambios lisosomales, emplearon técnicas genéticas, transcriptómicas e imágenes celulares. Descubrieron que las alteraciones en el metabolismo lisosomal activan una cascada de procesos que incrementa una variante concreta de histona. Esta se transporta desde los tejidos somáticos hacia la línea germinal a través de proteínas que nutren a los óvulos en desarrollo. Una vez allí, la histona se modifica, permitiendo que la información lisosomal se integre en las células reproductivas y se herede. Además, comprobaron que este mecanismo se activa durante el ayuno, vinculando un fenómeno fisiológico con los cambios en la línea germinal.
Este hallazgo refuerza la idea de que los lisosomas no son solo «centros de reciclaje celular», sino también nodos de señalización capaces de influir en múltiples procesos, incluida la herencia transgeneracional.
En conjunto, la investigación revela un nuevo mecanismo de comunicación entre células somáticas y germinales a través de las histonas. Esto podría ayudar a explicar cómo distintos tipos de información adquirida –como la desnutrición en un progenitor– se transmiten a la descendencia.