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29 de marzo de 2024

La investigadora Noushin Emami, junto a una jaula llena de mosquitos en su laboratorio de la Universidad de Estocolmo, el pasado mes de diciembre

La investigadora Noushin Emami, junto a una jaula llena de mosquitos en su laboratorio de la Universidad de Estocolmo, el pasado mes de diciembreAFP/Jack Nackstrand

Ciencia

El remedio sueco para acabar con los mosquitos propagadores de enfermedades

Científicos del país escandinavo crean un señuelo letal para atraer a los insectos como alternativa al uso de pesticidas, dañinos para el medioambiente

Apenas se introduce el pequeño frasco de líquido rojo en la jaula, los mosquitos se acercan rápidamente. Con una sustancia que parece sangre, inofensiva para el hombre y el medioambiente, científicos de Suecia quieren luchar contra la malaria.
El producto, preparado a base de zumo de remolacha por un equipo de la Universidad de Estocolmo, es una alternativa al uso de pesticidas –nocivos para el ser humano y el medioambiente– y un complemento a los avances en la elaboración de una vacuna para frenar la propagación de la malaria, que causó cerca de 630.000 muertos en 2020.
La investigadora Noushin Emami, de 44 años, abre lo que parece ser un gran refrigerador en su laboratorio en Estocolmo. A una temperatura de 27º C, jaulas creadas con medias de mujer contienen colonias de mosquitos. Y en recipientes llenos de agua se ven larvas de estos insectos.
Emami alimenta cada día a estas criaturas y bromea con que es como tener una mascota. Pero a diferencia de los animales de compañía, los mosquitos son engañados para que beban esta sustancia.
En diciembre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) registró 241 millones de casos de malaria en 2020, por encima de los 219 millones de 2019. Además, estima que casi la totalidad de los 627.000 decesos debidos a la enfermedad se produjeron en África (96 %). Los niños menores de cinco años representaron alrededor del 80 % de esas muertes.
El paludismo no solo hace que la gente enferme, sino que las personas infectadas sean también más atractivas para los mismos mosquitos, que pueden transmitir el parásito a más personas.
En 2017, el grupo de investigación de Emami descubrió que esto se debía a una molécula específica, llamada HMBPP, que se libera cuando el parásito que causa la malaria ataca los glóbulos rojos del cuerpo. «Si añadimos esta molécula a cualquier otra solución, hacemos que sea muy sabrosa para los mosquitos», dijo Emami a la AFP, explicando que estimula el apetito de estos insectos.
Ni siquiera tiene que ser sangre: en el laboratorio ofrecen a los mosquitos zumo de remolacha y al añadir «una cantidad mínima de toxinas combinadas con la molécula, los mosquitos se la comen y mueren», explicó Emami. El objetivo también es usar «compuestos inofensivos, respetuosos con el medioambiente y fáciles de conseguir», añade.
Una muestra del jugo de remolacha con el que los científicos consiguen atraer a los mosquitos

Una muestra del zumo de remolacha con el que los científicos consiguen atraer a los mosquitosAFP

Lech Ignatowicz, que cofundó la empresa Molecular Attraction junto con Emami para comercializar el hallazgo, explica que el nuevo método tiene el potencial de cambiar drásticamente la forma de impedir que los mosquitos propaguen enfermedades.
«La forma más eficiente de matar a los mosquitos es aún a través de pesticidas, pero sabemos que estos no solo matan a los mosquitos sino a otros insectos y formas de vida», subraya Ignatowicz a la AFP.
Además, los plaguicidas son cada vez menos eficaces: entre 2010 y 2019, 78 países informaron a la OMS de que los mosquitos eran resistentes al menos a uno de los cuatro insecticidas más comunes.

Precisión

Otro de los beneficios de la molécula, según Ignatowicz, es la precisión con la que puede dirigirse a los mosquitos. «Incluso en ambientes muy densos, en la selva o en entornos tropicales con muchos insectos, podemos elegir a los que queremos eliminar... y dejar el resto del ecosistema en paz», señaló.
Aunque el trabajo del equipo se centra en la malaria, el método podría aplicarse a otras enfermedades transmitidas por insectos –entre las cinco variedades de mosquitos criados en el laboratorio figura un mosquito de Sudamérica que propaga el virus Zika–. La próxima etapa consiste en probar el método sobre el terreno. 
Anders Lindstrom, investigador especializado en mosquitos del Instituto Nacional sueco de Veterinaria y que no está relacionado con el proyecto, ve el método con un «optimismo prudente», según declaró a la AFP. 
También cree que podría ser muy efectivo, en particular si se añade a otros métodos. «El problema es cada vez mayor. Las zonas que hay que cubrir con este tipo de trampas para conseguir un efecto son enormes», explica. «Se puede tener un efecto bastante rápido en la reducción de las poblaciones, pero en el momento en que se deja de hacerlo, vuelven a aparecer», zanjó Lindstrom.
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