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29 de marzo de 2024

Abecedario filosóficoGregorio Luri

De «actor» a «agnosticismo»

Adorno es un perfecto representante del filósofo que tiene más prisa por cambiar el mundo que por comprenderlo

Actualizada 12:55

Actor
«Todo individuo», decía Hobbes, «es ya un actor de sí mismo.» Stendhal le da la razón cuando pone en labios de Julien Sorel (Rojo y negro) estas palabras: «Hablando solo conmigo mismo, a un paso de la muerte, sigo siendo un hipócrita. Soy hipócrita como si hubiera aquí alguien para escucharme».
Admiración
Las cosas, hasta las aparentemente más simples, vistas con atención, están llenas de sorpresas. Quien carece de una mirada atenta, no merece el nombre de filósofo: «No hay otro principio de la filosofía que no sea éste», dice Platón.
Adán
«En Adán todos nacemos sin nobleza» (Erasmo, Enquiridión). Gracias a esto mi linaje comienza en mí.
Adolescencia
Roland Jaccard no comprendía de adolescente por qué su padre no abandonaba a su madre para irse a vivir con Brigitte Bardot.
Steven Pinker tampoco comprendía a sus padres. Blindado tras los prejuicios de su anarquismo juvenil, se burlaba de ellos porque defendían que si el gobierno renunciase al uso legítimo de la fuerza, «se abrirían las puertas del infierno».
A las 8 de la mañana del día 17 de octubre de 1969, la policía de Montreal se puso en huelga. «Hacia las 11.20 se produjo el primer robo en un banco. A mediodía, la mayoría de las tiendas del centro de las ciudades habían cerrado a causa del pillaje, un francotirador apostado en un tejado mató a un policía provincial, los alborotadores asaltaron varios hoteles y restaurantes, y un médico dio muerte a un ladrón que había entrado en su casa». El día se saldó con seis robos en bancos, el saqueo de cien tiendas, doce incendios, tres millones de dólares en daños a la propiedad… «Esta prueba empírica decisiva dejó mi política hecha jirones (y fue el anticipo de mi vida como científico)». Steven Pinker, La tabula rasa.
Adoradores del nombre
Los adoradores del nombre fueron un grupo de matemáticos místicos rusos asombrados del poder creador de la definición. Para ellos, definir un nuevo concepto matemático era crear algo eterno, prolongando la obra del Creador. Uno de los más ilustres fue Dmitri Egorov, acusado en los tiempos del estalinismo de «reaccionario defensor de ideas religiosas» y de mezclar matemáticas y misticismo. Tras reconocer que, efectivamente, era matemático y místico, fue expulsado del Instituto de Ingeniería Civil, donde trabajaba. El puesto vacante se ofreció a Nikolai Chebotariov, un joven revolucionario, ateo y buen matemático, casado con una doctora llamada María Smirnitskaia. Pero al informarse de lo que había pasado con Egotov, Chebotariov renunció a sustituirlo. Inmediatamente se le cerraron las posibilidades de trabajar en Moscú.
Egorov fue detenido en septiembre de 1939 y enviado a una prisión en Kazan, donde se declaró en huelga de hambre. Lo atendió, casualmente, una recién llegada, Smirnitskaia, la mujer de Chebotariov, que, dándose cuenta de su extrema gravedad, redactó un certificado de defunción, cubrió a Egorov con una sábana y lo trasladó clandestinamente a su casa. Egorov murió al día siguiente y fue enterrado en una tumba anónima.
Unos años después, la policía estalinista detuvo a un amigo de Egorov, también adorador del nombre, Pável Florenski. «Nosotros –le advirtió su interrogador– no podemos comportarnos como el gobierno zarista y castigar la gente por un delito ya cometido. Nosotros nos debemos anticipar». Florenski fue fusilado en el gulag de las islas Solovetski, en el mar Blanco, por un delito sin nombre.
Adorno
Adorno es un perfecto representante del filósofo que tiene más prisa por cambiar el mundo que por comprenderlo. Se limitaba a detestarlo. Detestaba el uso que hace la gente corriente de su tiempo libre. En lugar de escuchar a Schoenberg, canta triviales canciones de verano, se rinde a la nefasta «industria cultural» (el cine, la música pop, el jazz, la televisión, las revistas, el automóvil… ) y se entretiene con Walt Disney, «el hombre más peligroso de Estados Unidos». Adorno, como todos los profetas de las modernas ideologías, era incapaz de amar a los hombres tal como son.
Aeropagita, Pseudo Dionisio
Observa Pascal Quignard en La noche sexual que Pseudo Dionisio Areopagita escribió en dos ocasiones: «Mientras que el sol emite rayos de luz, Dios envía rayos de tiniebla».
Agnosticismo
Hubo una vez un bulldog agnóstico, Thomas Huxley, considerado «el bulldog de Darwin».
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