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28 de abril de 2024

Abecedario filosóficoGregorio Luri

Caminar y pensar. II

La clave para comprender el significado de «experiencia» se encuentra en la raíz «per» de la «empeiría» griega, latente también en el vocablo latino «portus» y en el griego «póros»

Actualizada 04:30

1890. Robert Louis Stevenson
El arte de caminar: «Quien pertenece a esta hermandad de los excursionistas no viaja en busca de lo pintoresco, sino de cierto humor alegre: de la esperanza y el espíritu con que la marcha comienza por la mañana, y de la paz y plenitud espiritual del reposo al caer la noche».
Stevenson aconsejaba caminar a solas para disfrutar cada paso y cada capricho.
«Parece como si una caminata nos purgara, más que ninguna otra cosa, de toda mezquindad y orgullo y dejara que la curiosidad desempeñe libremente su parte, como en un niño o en un hombre de ciencia».
1898. Jules Renard
Diario: «Observar la naturaleza: sí, pero conservando la calma, como el cazador por la noche. Las cosas tienen miedo. Nuestra emoción turba la naturaleza. Un mínimo cambio de humor la sobrecoge. Una mirada demasiado curiosa detiene la vida».
1900. Lev Shestov
Apoteosis de lo infundado: «Cuando un pensador pierde la capacidad y la fuerza para avanzar, comienza a asegurar que ha llegado hasta el fin. Es decir, confunde la verdad última con el límite de sus fuerzas. Llegado a este límite, mira a su alrededor y arrambla con lo que el entorno le proporciona para disponerse a elaborar una concepción del mundo. El auténtico investigador de la vida no tiene derecho a ser un hombre sedentario […]. Mientras sean los sedentarios los que busquen la verdad, la manzana del árbol del conocimiento no será arrancada. De esto deben ocuparse aventureros sin hogar, nómadas de nacimiento, para los cuales ibi patria, ubi bene».
1910. Tolstoi
Con ochenta y dos años, abandonó una noche su casa y cogió el primer tren al que pudo subirse. Al arrancar, escribió: «Estoy bien, estoy bien. Soy libre».
Cuatro días después, la muerte –«indigna de ser creída», como él la había calificado alguna vez– lo alcanzó en la estación de Astápovo. Murió de viaje.
1912. Antonio Machado
Campos de Soria: «Me habéis llegado al alma, / ¿o acaso estabais en el fondo de ella?»
1929. Azorín
Andando y pensando (notas de un transeúnte): «Caminar despacio, lentamente, por la calle; caminar, como un regodeo, después del largo trabajo. Dejar correr, escurrir, explayar la vista por las fachadas de las casas, por los transeúntes, por la faz de una bella mujer, por el ancho cristal de un escaparate. No pensar en nada. Y de pronto, en la sobrehaz de la conciencia, una lucecita, un estremecimiento, una vibración: la idea, la continuación de la idea, la prosecución del trabajo mental que habíamos clausurado».
1932. Unamuno
Dos lugares, dos ciudades: «En nuestras andanzas por tierras de España para ir atesorando visiones españolas, otra vez hemos cruzado la soledad fecunda de la Mancha, reposadero y a la par acicate para el ánimo. Llano que nos convida a lanzarnos al horizonte que se nos pierde de vista según se gana, que no se pierde en el cielo: que nos llama al más allá».
1947. Ortega
Experiencia o pensar con los pies, en La idea de principio en Leibniz.
La clave para comprender el significado de «experiencia» se encuentra en la raíz «per» de la «empeiría» griega, latente también en el vocablo latino «portus» y en el griego «póros», que significan la «salida» que encontramos caminando por una montaña. De ahí que el camino que lleva al «portus» sea «opportunus».
El sustrato «per» remite, según Ortega, a la idea originaria de viajar, de caminar por un mundo sin caminos, por lugares desconocidos, aún no hollados y potencialmente peligrosos. Sugiere el viajar por tierras ignotas sin guía previa; el tránsito aventurero por un «hodos» sin «métodos». «Hodos», en griego significa camino, y de ahí procede el método, el camino seguro (el mapa, al fin y al cabo). Así se funda el saber, viajando, «yendo a ver efectivamente las cosas, con los ojos de la cara, allí donde están». La Naturaleza se nos muestra como «un códice que es preciso leer peregrinando y vagabundeando por ella», arrostrando «peligros» para los cuales hay que buscar salidas («portus»)».
En conclusión, «el empirismo o experiencia es […] un pensar con los pies».
Pero Ortega resalta en el «per» la idea del viaje a salto de mata, de un «andar por tierras desconocidas o inhabituales» que no tiene otra finalidad que el mismo viaje. «Entonces el contenido del viajar es lo que en él nos acontece». De esta manera, «este episodio lingüístico nos proporciona una comprensión de lo que es empirismo y experiencia mucho más concreta, viva y filosóficamente importante que todas las definiciones epistemológicas que de aquellos términos se pueden dar».
1960. Heidegger.
«El preguntar construye un camino».
2021. Confesión
Un recuerdo que es un reclamo: mis caminatas en busca de horizontes por los senderos de Sierra Morena, en torno a Hornachuelos, en junio del 2021.
El horizonte es lo que dota de figura a un paisaje y permite interrogarlo por la contrafigura de lo indefinido que esconde la distancia, allá donde no alcanza la vista. Caminar por Sierra Morena a primera hora de la mañana es atender a los límites de las últimas penumbras y al barrunto de la luz que cantan, impacientes, las avecillas, habitantes naturales del entrambos. En uno de sus comentarios de los textos mesiánicos, escribe Emmanuel Lévinas: «Todo el mundo es capaz de saludar a la aurora. Pero distinguir el alba en la noche oscura, la proximidad de la luz antes de que resplandezca, en eso consiste tal vez la inteligencia». Esa es, precisamente, la inteligencia que posee la alondra y le falta a la lechuza de Minerva.
Caminar cuando apunta el alba es sentirte teórico del cielo y del infinito, de esa íntima e inquietante lejanía de las estrellas. Y, satisfecha el alba, llega uno muy despierto al antiguo convento franciscano de Santa María de los Ángeles o al monasterio carmelita del Tardón, en San Calixto, dos cunas del misticismo hispano. Y entonces descubre la verdad de las palabras de Ramon Llull: «Ve per lo món e meravella’t».
Es el momento de besar la bota de vino.
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