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06 de mayo de 2024

Claudio Rizzo, en la habitación de Hospital Polivalente Anexo Juan Carlos I donde no tenía ningún tipo de cobertura

Claudio Rizzo, en la habitación del Hospital Polivalente Anexo Juan Carlos I donde estaba incomunicado

La atención sanitaria y social en Canarias

Dependiente, con un hijo discapacitado y a punto de ser desahuciado: la crítica situación de Claudio

Padre e hijo han solicitado la ayuda por dependencia y esperan pacientemente una respuesta, ya que en el caso de Canarias la tramitación puede demorarse fácilmente dos años y medio

Cuando se está camino de cumplir los 80 años, las mayores preocupaciones a grandes rasgos debieran ser despertarse para ir al bar de costumbre a desayunar. Ese en el que el camarero de toda la vida ya sabe cómo quieres el café o la tostada. Dedicarse el resto de la jornada a menesteres como leer la prensa, comprobar si han ingresado la pensión, hablar con los amigos que siguen vivos y disfrutar del tiempo que le queda a uno en este mundo junto a los hijos y los nietos. Se podría decir que todo está resuelto y que estamos en el tiempo de descuento que nos regala la vida.
Y si, a diferencia de la situación anterior, ya no recuerdas qué has desayunado o si has comido. Ni en qué día vives. Estar cada media hora repitiendo en bucle la misma frase, sin ser consciente. Vas a perder la casa donde habitas después de pasar tu vida trabajando y tienes un hijo con discapacidad psíquica que, en esos momentos fugaces de lucidez, carcome tus pensamientos porque cuando tú mueras no sabes quién se va a quedar con él.
Claudio Rizzo es enfermo crónico –con una artritis reumatoide que le ha deformado una mano– sumado a que tiene una colostomía, problemas de movilidad que le obligan a depender de un andador y diagnosticado con una demencia vascular.
Arribó a España desde Novi Ligure (Piamonte, Italia) en el año 66. Lo hizo a la isla de Gran Canaria, donde decidió echar raíces tras recorrer Europa y Estados Unidos. Desde hace once años, Rizzo vive solo con su hijo menor, un joven de 21 años, aquejado de síndrome de Asperger, que tiene enormes dificultades.
Al muchacho le han reconocido un grado de discapacidad del 50 %, y como tal no puede beneficiarse de una prestación ya que no alcanza una minusvalía igual o superior a 65 %. La historia de Rizzo y la de su hijo es la de dos personas dependientes que viven bajo un mismo techo y a las que el Gobierno de Las Palmas de Gran Canaria les ha dado la espalda.
Padre e hijo han solicitado la Ley de Dependencia y esperan pacientemente una respuesta. Pacientemente, ya que en el caso de Canarias la tramitación puede demorarse fácilmente dos años y medio.
En el impasse intentan buscar soluciones en el área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Las Palmas, liderado por la socialista Dolores Dancausa. Cuando a la trabajadora social de turno se le pregunta por posibles ayudas a domicilio, la conversación llega a punto muerto: el señor Rizzo no tiene una pensión de jubilación de 600 euros y excede los umbrales económicos establecidos para solicitar dicho servicio social. Por contra, Rizzo tampoco tiene una pensión tan alta como para costearse una residencia privada. Está en un limbo administrativo y además se encarga totalmente de la manutención de su hijo menor, ya que la madre de este se desentendió del niño cuando tenía solo 11 años.
Las atenciones y cuidados que necesitan padre e hijo las costea el octogenario de su propio bolsillo. Solo en el caso de Claudio, por sus patologías, sería necesario tener a una persona 24 horas al día en casa, pero es inviable por temas económicos. Que una persona acuda al domicilio únicamente dos o tres horas al día para limpiar, darle de comer y estar pendiente de la medicación asciende a unos 200 euros semanales. Así que durante toda la mañana, Claudio permanece solo mientras su hijo (que también precisa de apoyo) va a un centro a cursar un módulo FP. El joven no vuelve a casa hasta las 15 h. Si en ese tiempo, Claudio necesita ir al baño o se cae, algo que sucede con frecuencia, no tiene ayuda de ningún tipo.

«Un hospital de campaña»

De hecho, la última caída le provocó una fractura de cadera que le tuvo ingresado casi cuatro meses en el Hospital Polivalente Anexo Juan Carlos I. A Rizzo lo trasladaron desde el Hospital Doctor Negrín, donde le pusieron un clavo, al edificio anexo Juan Carlos I para que pudiera terminar su recuperación. Fue el segundo paciente en ingresar en el centro.
«Aquello era un hospital de campaña», relata una persona del entorno de Rizzo. «Cuando llegó no había termómetros, las mantas se contaban con los dedos de una mano, solo había un tarro de crema corporal para toda una planta de enfermos, no funcionaban los botones para llamar a las enfermeras... los operarios seguían trabajando con los pacientes ya en las habitaciones. El hospital no estaba en condiciones para recibir a personas enfermas», añaden las mismas fuentes.
Vistas desde una habitación del Hospital Polivalente anexo Juan Carlos I

Vistas desde una habitación del Hospital Polivalente Anexo Juan Carlos I

Si Rizzo llegaba al Hospital Polivalente Anexo Juan Carlos I un martes, el jueves de esa misma semana, es decir dos días después, la consejera de Sanidad, Esther Monzón, reinauguraba el centro ante la prensa local. «Las prisas por llevar a los pacientes a un hospital donde no tenían ni bombas para administrar la medicación eran para que la política de turno se hiciera la foto», alega la familiar de un enfermo que también pasó por el citado anexo Juan Carlos I.
Los allegados de Rizzo no solo cargan contra las malas condiciones del centro hospitalario, también contra algunos miembros del personal. La primogénita del pensionista, que reside en Madrid, explicó en el centro la situación personal de su padre y acordó con ellos que la contactasen una vez por semana para que saber cómo evolucionaba. «Al principio me llamaban, pero luego dejaron de hacerlo. Yo llamaba varias veces al día, pidiéndole a la coordinadora de enfermeras que por favor un médico me devolviese la llamada», explica. La hija de Claudio Rizzo no tenía manera de contactar con su padre ya que en la habitación del hospital no había cobertura móvil y tampoco tenían instalados teléfonos para que los pacientes pudiesen recibir llamadas del exterior. «En más de tres meses no hablé con mi padre. Tiene casi 80 años y no vivo en Las Palmas. ¿No podían sentarlo en una silla de ruedas y acercarlo a un teléfono?», se cuestiona su hija.
A Rizzo le dieron el alta un jueves por la tarde y esa noche se cayó en su casa. Estaba con él su hijo con Asperger, y aunque al anciano le sangraba la cabeza por el golpe, el chico era incapaz de entender la gravedad de lo que allí sucedía. Hubo que llamar al 112 para que asistieran al anciano.
A la problemática de un padre enfermo que ya no puede hacerse cargo de su hijo discapacitado se suma otro obstáculo: van a embargar la casa en la que viven. Detrás del procedimiento legal no está un banco, sino la madre del chico. Le reclama 200.000 euros a su hijo enfermo, consciente de que el joven tiene una propiedad que, siendo menor de edad, se puso a su nombre. Fue algo por lo que luchó con vehemencia su padre con un objetivo claro: que en el futuro el joven tuviera una casa donde vivir, ya que no iba a ser capaz de valerse por sí mismo.
La casa saldrá a subasta pública por un valor inferior a si se vende a un precio de mercado. «La norma permite que la propiedad se pueda adquirir por un importe inferior al 70 % del valor de tasación», explican desde la plataforma Stop Desahucios. En resumen: la madre no va a recuperar esos 200.000 euros, pero su hijo sí se va a quedar en la calle.

Respuesta del hospital

El Debate se ha puesto en contacto con la gerencia del Hospital Polivalente Anexo Juan Carlos I, la cual niega que haya cualquier tipo de deficiencia en sus instalaciones. Recuerdan que el centro se puso en marcha en octubre del año 2023 y se limitan a adjuntar la nota de prensa en la que se explica la puesta en marcha del hospital.
Imagen del hospital facilitada por el centro

Imagen del hospital facilitada por el centro

En ella se detalla que dicho centro cuenta con 95 camas y que ha costado 14.500.000 euros de los contribuyentes. Asimismo, aportan varias fotografías en las que se observa a los diferentes trabajadores del hospital en unas instalaciones que, a priori, parecen nuevas y en buen estado. Las quejas de la familia, sin embargo, no se referían al estado del hospital sino a la falta de acondicionamiento que hacía prácticamente imposible su apertura para albergar pacientes.
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