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26 de abril de 2024

Pep Orihuel

Pep Orihuel, arrocero y portavoz sectorial del arroz de ASAJA Alicante, ve el futuro «negro»

Entrevista

El arroz bomba, en riesgo de desaparición: «¿Qué busca el Gobierno, que dejemos el campo y a cobrar la pensión?»

Pep Orihuel, portavoz sectorial del arroz de ASAJA: «Si se cargan esto, desaparece el Parque Natural; cada vez son más las exigencias y menos las contraprestaciones»

El arroz bomba, una variedad autóctona de la Comunidad Valenciana, está en riesgo de desaparición. Un producto único propio de una zona productora de arroz como la Marjal de Pego-Oliva, donde se desarrolla y crece gracias a sus aguas limpias y de manantial.
Ahora, un hongo amenaza su supervivencia. De momento, los efectos de la pyricularia y de las malas hierbas acosan al Bomba, pero la puntilla puede venir por parte de la Administración, a la que los arroceros acusan de desidia y falta de acción.
Ese es al menos el diagnóstico de la organización agraria Jóvenes Agricultores ASAJA Alicante, que estima que el hongo provocará una merma del 65 % de su producción de tan emblemática variedad.
Su presidente, Pep Orihuel, ha criticado en una entrevista con El Debate la rigidez y la falta de flexibilidad por parte de las instituciones comunitarias, nacionales y autonómicas, empeñadas en combatir la pyricularia con un solo producto aprobado, que aparte de ser caro, se está mostrando ineficaz. De seguir insistiendo en este enfoque, las consecuencias pueden ser todavía peores, advierte.
«Si cae el arroz, nos cargamos el Parque Natural», advierte, a la vez que arremete contra las «políticas agrarias» que salen «desde los despachos de la ciudad». Una vez la situación sea irreversible, plantea, «¿nos pasamos todo el sector agrario a ser semi-funcionarios de la Administración Pública?».
–¿Cuál es la situación a la que se enfrenta el arroz bomba?
–La problemática actual no nos afecta solo a nosotros, sino a toda la agricultura española porque cada vez son más exigencias respecto a nuestra actividad y no existe ninguna contraprestación para que nosotros hagamos esos sacrificios. Respecto al arroz bomba, es la única variedad que podemos cultivar aquí al necesitar un poco de sal, naturalmente presente en estas aguas. El problema principal es que, para hacer frente a la pyricularia, las normativas europeas son genéricas y obligan, pero no valen para todos los sitios.
El agua y la temperatura provocan el nacimiento de malas hierbas contra las cuales solo se permite un producto. Con el tiempo estas hierbas se han acomodado y es como si les echases abono. Y encima este producto es muy caro. Al no tener otra arma contra las hierbas, estas actúan como el mechero que prende el gas y permite la expansión del hongo. El tratamiento está limitado a una serie de veces porque si no, no cobramos la PAC. Todo ello provoca un arroz que no se desarrolla totalmente y de peor calidad. Habrá una merma del 65 % de la producción que no nos pagará nadie.

La política agraria se hace desde un despacho, no desde el campo

–¿Cuánto os limitan los dictámenes europeos?
–Son dictámenes que nosotros seguimos, que también 'obligan' a otras zonas pero entonces, ¿por qué nosotros somos más papistas que el Papa? ¿No habrá algún tipo de interés por parte de la administración de cargarse todo esto? Si se cargan el arroz de aquí, se cargan el Parque Natural, porque volveremos al pre-paraje, donde todo eran cañas y barro. Esta es la realidad.
–¿Qué deberían hacer las Administraciones?
–Si dejamos de cultivar el arroz, esto es una zona de humedales donde dejarían de circular las aguas, habrá estancamiento… Si un remedio no funciona, para empezar hay que dejar de utilizarlo porque solamente la inversión en este producto que utilizamos contra la pyricularia representa el 40 % de los gastos de la producción del arroz. Eso, además de no ser útil, baja nuestros ingresos. En un momento de mayor coste de gasolina y maquinaria y de ausencia de mano de obra, que es prácticamente inexistente. Hay dejadez y no solo sobre el arroz, ahí está el caso de los cítricos. Nos están dejando solos, con exigencias y controles. Porque la política agraria se hace desde un despacho, no desde el campo.

El pragmatismo se está olvidando en la política española

–¿Está herida de muerte la agricultura?
–La sociedad palpa el problema, pero el ser humano es egoísta por naturaleza. El cierre de campo es una tragedia, porque está afectando a aquellos que venden productos para el campo, aquel que instala goteos, a los podadores,… Luego además hablan del 'mercado negro', yo busco a gente para trabajar y directamente no quieren. ¿Qué hacemos entonces? Por desgracia, este es un sector de gente muy mayor, y ahora nos están obligando a utilizar un tipo de nuevas tecnologías que algunos ni saben ni quieren aprender. ¿Cerramos los campos y nos vamos a cobrar la pensión? ¿Pasamos todo el sector agrario a ser semi-funcionarios de la Administración Pública?
–Este verano se ha hablado mucho de ese ecologismo de ciudad que afecta a los que trabajáis en el campo...
–No nos engañemos, todo el mundo sabe como se queman los montes: porque no están limpios. Si eso no lo haces, cuando surge el incendio ya no lo para nadie. Lo que hay es abandono y desidia. Que financien su limpieza, porque no hay otra solución. El pragmatismo se está olvidando en la política española.

No es una novedad, pero va a más

La problemática en la zona no es nueva. La campaña de siega del año pasado se saldó con una reducción en la producción de entre un 25 % y un 30 %, alcanzándose un total de un millón de kilos. La escasez de herbicidas autorizados por la UE para hacer frente a las malas hierbas adheridas al cereal causó una situación irreparable. La coexistencia entre hierbas y arroz tiene un resultado directo en su desarrollo.

El año que explotó la pandemia del coronavirus, el kilo en campo apenas salió a 0,70 euros el kilo, lo que imposibilitó la viabilidad para muchos arroceros, que ya se plantearon su explotación, con el consiguiente tambaleo del sistema económico del arrozal.

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