Joaquín Gargallo, ganadero en Mosqueruela (Aragón) junto a una de sus vacas

Joaquín Gargallo, ganadero en Mosqueruela (Aragón) junto a una de sus vacasCedida

​Joaquín, el ganadero de Teruel que no se enteró del apagón: «Las vacas comieron igual»

Los planes de este agrario aragonés permanecieron intactos pese a la caída del suministro eléctrico

El ruido lejos de la ciudad es diferente. El pitido de los coches se sustituye por el crotoreo de las cigüeñas, el sonido de los semáforos por las conversaciones de balcón a balcón y la hora no se mira en el móvil, se escucha en las campanas.

Las particularidades del entorno rural condicionan el día a día en los pueblos, tanto para lo bueno como para lo malo. La pérdida de cobertura de un momento para otro no es ajena, por lo que cuando esto sucede nadie le busca un motivo más allá de un incendio, una avería puntual o que simplemente se encuentra en punto sin conexión. Uno sigue con su vida hasta que se solucione el asunto.

Esa fue la sensación de Joaquín Gargallo el pasado 28 de abril, día que siempre será recordado en España como el del gran apagón. «Estaba en el campo y como cada lunes hubo un rato en el que se me acumularon varias llamadas. De repente el teléfono dejó de sonar. Yo no reparé en ello y seguí a lo mío. Pensé en que me había quedado sin cobertura y hasta me alegré para poder con mi tarea sin distracciones», comenta en conversación con El Debate este ganadero de bovino que tardó varias horas en percatarse del cero eléctrico que dejó sin luz a toda la península Ibérica y algunas poblaciones del sur de Francia.

«Vivo en Mosqueruela, un municipio de apenas 500 habitantes a 100 kilómetros de Teruel, en plena Sierra de Gúdar. Salí de casa a eso de las 7.15 horas y no supe nada hasta que regresé al pueblo. En la explotación no se notó ningún cambio, las vacas comieron igual», apunta el responsable de vacuno de carne de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).

Joaquín Gargallo, ganadero en Mosqueruela (Aragón) junto a una de sus vacas

Joaquín Gargallo, ganadero en Mosqueruela (Aragón) junto a una de sus vacasCedida

El apagón no trastocó los planes de Joaquín: alimentó a su ganado, puso crotales a las crías que quedaban sin identificar y realizó todas las tareas pendientes hasta que enfiló el camino de vuelta. «Cuando regresaba a casa paré a repostar en la gasolinera y me dijeron que no se podía. Yo seguí con lo mío y me fui a casa a comer. Ya en el pueblo escuchas un poco de lo que va la cosa, pero aquí estamos acostumbrados a que haya apagones», apunta.

El ganadero fue consciente de lo que sucedía a la hora de comer, aunque prácticamente ni se inmutó: «Tengo una cocina de gas, sabemos perfectamente que hay que evitar abrir neveras y congeladores salvo que sea excepcional y por el menor tiempo posible y siempre tenemos velas y frontales a mano», detalla Joaquín, que confiesa que lo único que le inquietó –tan solo un momento– fue no haber podido llenar el tanque del coche: «Pensé que si se prolongaba la problemática podía tirar de una manguera y extraer diésel de un depósito que tengo. Aquí siempre hay un plan b».

El día de Joaquín continúo con normalidad en Mosqueruela: «Por la tarde salí y vida totalmente normal. La gente del comercio tiró de las balanzas de siempre, libreta, productos etiquetados y pagos en efectivo. Compramos lo necesario para el día y a esperar que se resolviera el apagón. Sin mayor inquietud. Un apagón de un día o dos no condiciona nuestra vida. Si fuera a más ya nos apañaríamos. Iríamos andando para ver a los animales si hiciera falta».

Joaquín Gargallo, ganadero en Mosqueruela (Aragón) junto a una de sus vacas

Joaquín Gargallo, ganadero en Mosqueruela (Aragón) junto a una de sus vacasCedida

El agrario reflexiona sobre lo sucedido y critica a la Administración por contar con un sistema eléctrico vulnerable: «Meter tanta renovable, tal y como habían advertido los expertos, podía pasarnos factura. Y así ha sido», apunta Joaquín, que compra la hipótesis que pone en el foco el exceso del uso de renovables como motivo del apagón.

La tarde en Mosqueruela, a diferencia del colapso experimentado en grandes ciudades, fue una más. «Se veían más corros de gente charlando en la calle, pero nada de otro mundo, más bien una señal fantástica de que somos una especie social», celebra Joaquín, que ensalza la realidad del mundo rural: «El campo es normalidad, como sucedió en la pandemia. Nuestros hábitos no están sujetos a este tipo de variaciones. La ganadería no ha parado en ningún momento de la historia. Yo me he despertado tan tranquilo. No he tenido ansia por ir al interruptor a ver si se había vuelto a ir la luz. Lo de siempre, a seguir que las vacas no perdonan», concluye.

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