Illa contra Page: la sucesión asoma mientras los cimientos del sanchismo se tambalean
En el PSOE van dibujándose dos caminos en el horizonte, aún lejano. El del catalán representa el continuismo. Algunos ya se están ocupándose de situar su nombre en la parrilla de salida
Pedro Sánchez, junto a Salvador Illa en un acto de la última campaña de las elecciones catalanas
Aquel frío 8 de enero no cabía un alma en el auditorio del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. El presidente del Gobierno había citado a lo más granado de la progresía patria para presentar los actos conmemorativos de España en libertad, el enésimo intento de Pedro Sánchez de resucitar a Franco. En las primeras filas, los ministros se arremolinaban buscando su sitio minutos antes del inicio. En las últimas, una mujer menuda de aspecto frágil se acercaba al locutor de moda en el PSOE, embelesada.
Resumiendo: la buena señora buscaba que la invitara a una de las secciones de su programa, una de humor, y para ello no dudó en adular al abrumado periodista, contándole lo fiel oyente que era y lo mucho que le hacía reír. La protagonista de esta historia es la directora de la Guardia Civil, Mercedes González Fernández, una groupie que se entretenía con menudencias mientras la fontanería del PSOE ponía en marcha una operación chusquera para cargarse a la Unidad Central Operativa.
Presuntamente, porque según la Moncloa todo es una «película» que se ha montado la oposición en la cabeza. Qué trama ni qué trama, reza el credo socialista, incluso después de escuchar los audios. «Necesito a Balas», le decía Leire Díez al empresario Alejandro Hamlyn (investigado en la trama de los hidrocarburos) en aquella videoconferencia, refiriéndose al teniente coronel Antonio Balas, jefe del departamento de Delincuencia Económica y Anticorrupción de la UCO.
El presidente ha sembrado un enorme desconcierto en sus filas con su silencio de esta semana
Cae el fuego de mortero en la Moncloa y en Ferraz sin que los socialistas tengan forma de ponerse a salvo y, en lugar de dar un paso al frente, Sánchez ha estado callado desde el lunes, sin pronunciar una palabra al respecto. El presidente se ha pasado toda la semana esquivando las preguntas, dejando que la fosa séptica impregne todo el Gobierno y el PSOE de olor a podrido. Y, sobre todo: sembrando mayor desconcierto en sus filas con su silencio. Casi tanto como cuando el año pasado desapareció cinco días de abril, con el argumento de que necesitaba «parar y reflexionar».
Se declaran víctimas, no verdugos
El martes, desde el equipo del presidente sugerían a los periodistas releer la carta a la ciudadanía que Sánchez publicó entonces en la red X porque lo que pronosticaba se está cumpliendo, según ellos. «La mujer del presidente está en los tribunales. El hermano del presidente está en los tribunales. ¿Pero qué policía patriótica vamos a controlar nosotros? ¡Al revés!», insiste el monclovismo.
Aquel episodio de hace un año largo abrió en canal el debate sucesorio en el PSOE. Por primera vez desde que Sánchez recuperó la Secretaría General del partido, los socialistas empezaron a pensar en el postsanchismo. Pese a que el presidente siguió como si nada, e incluso adelantó el 41º Congreso Federal a noviembre para blindarse, ese debate nunca ha cesado. Aunque a baja intensidad.
Sin embargo, ahora que los cimientos del sanchismo se tambalean -porque fue edificado precisamente sobre una moción de censura contra la corrupción-, el debate ha cobrado cierta intensidad. Está claro que el presidente quiere agotar la legislatura, no convocar las elecciones generales hasta 2027. Aunque no se den las condiciones de gobernabilidad. Aunque esté en rebeldía constitucional, sin presentar unos Presupuestos desde 2023. Aunque no se atreva a someter su millonario plan de rearme a votación en el Congreso porque se lo tumbarían. Pero, en el supuesto de que lo consiga, ¿y si entonces no es él el candidato, como le pasó a José Luis Rodríguez Zapatero en 2011, que quedó abrasado por la crisis económica? ¿y si, aun presentándose él, pierde el Gobierno? A los políticos siempre les ha entretenido hablar de futuribles y de escenarios posibles.
Emiliano García-Page
En el PSOE van dibujándose dos caminos en el horizonte, aún lejano. Uno es el de Emiliano García-Page, que nunca ha disimulado su interés en ser el recambio que devuelva al partido a los raíles de la socialdemocracia. Aunque está en evidente minoría. De momento, el presidente castellano-manchego se compara con la luz de emergencia de un edificio, siempre encendida en medio de la oscuridad.
Otro es el de Salvador Illa, el hombre que el año pasado reconquistó la Generalitat de Cataluña para el PSC. Y también el que, siendo ministro de Sanidad, al parecer no se enteró de los chanchullos que se traían José Luis Ábalos y su camarilla con las mascarillas en plena pandemia. Illa es el mirlo blanco, la opción que representa el continuismo en el fondo, pero mucho más conciliador de Sánchez en la forma. Su nombre ha ido ganando enteros en las quinielas y tiene muchos partidarios dentro del PSOE, que ya se están ocupándose de situar su nombre en la parrilla de salida. El catalán no solo se deja querer, sino que se involucra personalmente en cultivar su buena prensa hasta en bando enemigo, organizando encuentros con algunos que otros líderes de opinión de la derecha.
¿Pasa el futuro del PSOE por el líder del PSC? Desde luego, si no hubiera sido por el empuje del PSC, Sánchez habría dado con sus huesos en la oposición en julio de 2023, sin opción posible de reeditar el Gobierno. Los socialistas obtuvieron en Cataluña 19 escaños. Los populares, seis. En las elecciones europeas del año siguiente, de no haber sido por los 17 puntos que el PSC sacó al PP, la ventaja de los populares en toda España habría superado el millón de votos (fue de 700.000).
Con él se cerraría el círculo que quedó inconcluso cuando una catalana estuvo a punto de hacerse con las riendas del PSOE: Carmen Chacón, que en febrero de 2012 perdió ante Alfredo Pérez Rubalcaba las primarias para suceder a Zapatero por solo 22 votos. El PSOE de ahora parece otro partido.
No obstante, en los cónclaves socialistas quien entra Papa sale... con cardenales. Y la batalla por el cetro socialista, sea cuando sea, será feroz. De momento están todos los socialistas agazapados. Pero van moviéndose tímidamente para que el momento no les pille con el cuerpo entumecido, después de tanto tiempo agachados.