Sol y salitre

Cazábamos, sobre todo y ante todo, cazábamos. Principalmente patos, flamencos, agachonas y gallinas de agua, pero también otras muchas especies de aves como archibebes, agujas o estaquillas, combatientes o vaciruelos y así una serie interminable

Salina de San Carlos, Sanlúcar de Barrameda. Fue mandada a construir por Carlos III y luego comprada por la familia Hidalgo a la Corona en el siglo XIX

Salina de San Carlos, Sanlúcar de Barrameda. Fue mandada a construir por Carlos III y luego comprada por la familia Hidalgo a la Corona en el siglo XIXCedida

En el mundo de la Biología, se admite que los medios más ricos en productividad biológica, son los estuarios de los ríos situados en regiones geográficas como la mediterránea y en otras de similares latitudes. En nuestras líneas de costa del Levante y Sur peninsulares, se dan estos medios ricos en biodiversidad, pero además, en la mayoría de ellos, el hombre, desde tiempo inmemorial, ha labrado salinas, unas estructuras destinadas a la producción y obtención del cloruro sódico por medios naturales.

En otro tiempo la sal era tan valiosa y escasa que llegó a utilizarse como moneda de cambio. Recuerdo de mi niñez aquellas excursiones cinegéticas por el Guadalquivir y sus brazos, en que a bordo de una lancha motora remontábamos la corriente en busca de las querencias de los patos y los ánsares para esperarlos al lubricán y al amanecer. En el recorrido disparábamos desde la embarcación a todo lo que salía a nuestro paso, al tiempo que atrapábamos los albures y las lisas que, alborotados por la hélice, saltaban del agua cayendo en el casco de la embarcación. A lo largo del cauce nos encontrábamos con los riacheros, esos pescadores de anguilas y camarones que prácticamente viven en el río atendiendo a sus peculiares artes de pesca. Siempre nos ofrecían sus capturas y nosotros los recompensábamos con sal, de la que llevábamos un saco a bordo, procedente de las propiedades que la familia cultivaba muy cerca de la desembocadura.

Mi padre, Luis E. Hidalgo Gibaja,1961, con silbones cazados en las salinas

Mi padre, Luis E. Hidalgo Gibaja, 1961, con silbones cazados en las salinasCedida

Estas salinas, las más antiguas de la boca del río Betis, fueron mandadas a construir por el Rey Carlos III en el siglo XVIII y explotadas por la Corona hasta que mi familia las compró en el siglo XIX. Están excavadas en terrenos originalmente marismeños y consisten en una serie de depósitos someros de agua, muy variados y dispuestos como en serpentín, por donde el agua marina obtenida con los flujos mareales mediante caños y compuertas, va circulando hasta los cristalizadores definitivos, donde, por evaporación, la sal decanta.

Son las salinas, siempre lo han sido, un hábitat ideal para un amplísimo espectro de especies de aves anátidas, limícolas y larolimícolas. Y es que esa serie de receptáculos de agua con diferente profundidad y concentración, ofrece a la avifauna una inmensa disponibilidad de biotopos. La fuerte insolación a que están sometidos, facilita una temperatura del agua que dispara la productividad primaria, plancton, que sustenta una vasta gama de microorganismos salinos y plantas halófilas que ofrecen fácil y abundante alimento a las aves. Mi abuela nos decía que nunca debíamos desprendernos de estas propiedades, porque aun cuando el negocio de la sal no fuera bueno, allí lo hemos pasado muy bien siempre. Hacíamos despesques en los esteros, mariscábamos la preciada boca de la Isla y las coquinas del barro, organizábamos carreras de burros con los que servían para el transporte de la sal desde las naves de cristalización hasta los saleros, unas montañas enormes del preciado compuesto. Y cazábamos, sobre todo y ante todo, cazábamos. Principalmente patos, flamencos, agachonas y gallinas de agua, pero también otras muchas especies de aves como archibebes, agujas o estaquillas, combatientes o vaciruelos y así una serie interminable. Entonces aquello era vedado de caza, con lo cual se podía cazar todo el año y además no había listas de especies cazables -todas lo eran.

Estos esteros están inundados con agua mareal del Atlántico y esta circunstancia les confiere su cualidad como hábitat valioso

Prácticamente durante todo el año, estos esteros están inundados con agua mareal del Atlántico y esta circunstancia les confiere su cualidad como hábitat valioso en las épocas en que las marismas circundantes están secas. En verano actúan como un importante colector de las aves que se crían en la marisma original y ahora huyen de allí porque el agua se les seca.

Las salinas, al igual que las dehesas, constituyen un ejemplo muy elocuente de cómo la gestión humana del medio, realizada bajo criterios de sostenibilidad, llega a ser muy beneficiosa para la conservación de la fauna.

Javier Hidalgo de Argüeso es cazador, ornitólogo y jinete

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